Chovinismo barato contra las softbolistas mexicanas, eso es lo que pasa en el tema sobre los famosos uniformes abandonados por las chicas que representaron a su país con entusiasmo y que dejaron el alma en la cancha. Boxeadoras que se supondrían compañeras de la empresa olímpica y dirigentes deportivos con las mismas taras nacionalistas (del barato que tan de moda está) encontraron en ello la ocasión para señalar una presunta falta, cuando en realidad lo que desearon desde siempre fue señalar que había “gringas” en la delegación azteca.
Las chicas señaladas son estrellas en las universidades de Estados Unidos y entre ellas destaca Sashel Palacios, quien es mexicana como toda su familia. De hecho, sus padres podrían considerarse radicales en el tema de conservar la cultura mexicana sin dejar de ser residentes en Chula Vista, California. Ese nacionalismo bien entendido es el origen del actual equipo de softbol femenil mexicano.
Sashel, estrella en Arizona State University, pugnó por estar en la escuadra mexicana y además es el motivo para que Dallas Escobedo, pitcher estrella, se integrara a la selección. De allí se desencadenaron una serie de incorporaciones adicionales de chicas nacidas o que viven en Estados Unidos, pero cuya nacionalidad mexicana sólo puede negar justamente, un chovinismo retardado.
De hecho, un motivo clave para que muchas de las méxico-estadounidenses involucradas hablaran abiertamente de que el ambiente en la selección estadounidense, a la que tenían acceso, no les gustaba, era el de la competitividad, de la dicotomía winner-loser (el modo gringo de hacer las cosas) y no del disfrute de una actividad lúdica. Es decir, el equipo nació como un grupo de chicas con afinidad en sus orígenes mexicanos y en la preferencia por pertenecer a un grupo que cobija, se ríe y disfruta (suena muy mexicano, ¿no?).
¿Por qué dejaron tiradas las playeras? Podría deberse a hábitos diferentes, a algo que no fue llevado desde este lado de la frontera al norte. Pero la ausencia de ese hábito incluso puede ser positivo. Mejor eso al tuit de las boxeadoras que, en el fondo, deseaban gritar un “pinches gringas”; esto último es una acción cobarde porque no habla abiertamente de sus intenciones. Y es de una ignorancia repugnante, aunque hoy día (pueblo bueno) intenta hacerse pasar por deseable.
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