Escenario

Blade Runner: La deslumbrante búsqueda de lo más humano que lo humano

Dirigida por Ridley Scott, tuvo uno de los rodajes más caóticos de la historia y sin embargo se convirtió en un filme revolucionario de la ciencia ficción

Dirigida por Ridley Scott, tuvo uno de los rodajes más caóticos de la historia y sin embargo se convirtió en un filme revolucionario de la ciencia ficción

Blade Runner: La deslumbrante búsqueda de lo más humano que lo humano

Blade Runner: La deslumbrante búsqueda de lo más humano que lo humano

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Década de los años 80. El cine vivía tiempos en los que los avances tecnológicos fueron el aliado perfecto para poder soñar con explorar el universo, la ciencia ficción en la gran pantalla cobró popularidad gracias a las aventuras espaciales de Star Wars y Star Trek y poco a poco los directores comenzaron a ver en este género un potencial para hablar de temas más serios.

En medio de una oleada de cineastas que ambicionaron con tener piezas maestras al nivel de clásicos como Metrópolis (1927), de Fritz Lang, o 2001: Odisea en el espacio (1968), de Stanley Kubrick, surgió un realizador que había conmocionado el género con un filme espacial que causaba terror con Alien: El octavo pasajero, y que encontró en la miseria de la humanidad el tema perfecto para contar una historia que cambiara el rumbo del cine de ciencia ficción. Su nombre, Ridley Scott.

“En la década de 1980, como en ninguna otra época anterior o posterior, los directores se preocuparon por los fundamentos de la estética cinematográfica y por la fuerza de los aspectos psíquicos y físicos de la mirada. Se propusieron hacer visible el propio acto de mirar. En la escena inicial de Blade Runner, Ridley Scott consigue formular, o mejor dicho, cumplir una aspiración central del cine de esta década: lograr que una película fuera más que meras imágenes, crear una realidad estética individual según leyes propias”, escribió el historiador alemán Jürgen Muller en su artículo Cine en los noventa, para poner en contexto el camino marcado por el séptimo arte gracias a la pieza de Scott.

El argumento de la cinta es conocido, al menos, por todo cinéfilo. El director nos llevó al año 2019, en la ciudad de Los Ángeles, que no brillaba precisamente por su colorido sino que mostraba ambientes caóticos y oscuros y peligrosos. Ahí Rick Deckard (Harrison Ford) un blade runner (que era una mezcla de caza recompensas y detective), es sacado de su retiro para hacerse cargo de la misión de eliminar a cuatro replicantes.

Estos seres eran androides, creados por Tyrell Corporation, casi idénticos a los humanos pero dotados de una fuerza y agilidad superior, por lo que han sido utilizados en misiones fuera del planeta como soldados esclavizadores y esclavizados. Auxiliado por Rachael (Sean Young), una bella replicante de un nuevo tipo, Deckard se sumergirá en la hostilidad de la ciudad para cumplir su misión de retirar a los androides, la palabra elegante para eliminarlos.

La semilla de esta película está en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, novela de Philip K. Dick publicada en 1968, de la cual Scott toma la idea central para hacer una adaptación más libre. Del libro sabemos que la Tierra está prácticamente desértica desde que los seres humanos han emigrado a la nueva colonia en Marte después de una Guerra Mundial Definitiva. Los pocos que aún quedan en nuestro planeta buscan poseer carísimos animales; a través de ellos sienten la empatía que los diferencia de los androides. De ahí retoma la idea para hacer una película de ciencia ficción con un claro homenaje al cine negro.

La visión de llevar a la pantalla grande esta novela no fue exclusiva de Ridley Scott. Antes que él, un director novato llamado Martin Scorsese intentó hacerse con los derechos pero la falta de presupuesto le impidió cumplir su cometido. Después fue Robert Mulligan pasando por actores de la talla de Robert Mitchum que para el guionista Hampton Fancher era el actor ideal según él para encarnar a Rick Deckard tras verlo como Philip Marlowe en Adiós, muñeca (1975).

El proyecto pasó por una larguísima travesía del desierto, hasta que en 1977, el productor Michael Deely compró un libreto escrito por Hampton Fancher, aunque antes fue prometedor un guion adaptado por William S. Burroughs bajo el título de Dangerous Days (que, finalmente, serviría para titular un making of de la película).

La travesía para que la novela se convirtiera en un hito del séptimo arte no fue nada fácil. De hecho fue un trabajo mucho más caótico de lo imaginado, por lo cual resulta sorprendente que de tantos problemas pudiera materializarse. El proceso de casting para elegir al actor que diera vida a Rick Deckard fue muy largo:

Dustin Hoffman que rechazó el papel por su desacuerdo con ciertos elementos del guión, Robert Mitchum, Tommy Lee Jones, Christopher Walken, Gene Hackman, Jack Nicholson, Al Pacino, Sean Connery, Robert Duvall y un semidesconocido austríaco llamado Arnold Schwarzenegger también fueron considerados hasta que, por consejo de Steven Spielberg, Scott se decidió finalmente por fichar a Harrison Ford: un actor de fama creciente, gracias a Star Wars y que acababa de rodar  En busca del Arca perdida.

Lo que sí tenía seguro Scott era que quería contar con Rutger Hauer, para dar vida a Roy Batty, el líder de los replicantes, motivado por su admiración al cineasta holandés Paul Verhoeven para quien había trabajado. Lo curioso fue cuando el actor se presentó a firmar su contrato pues en tono de broma llegó vestido como él consideraba debía vestir para su personaje: gafas de sol verdes “como las de Elton John”, dijo, pantalones de vinilo rosa y una camiseta blanca que dejaba ver su ombligo, así como un tinte de pelo rubio platinado. Los ayudantes de producción dicen que Scott casi se desmaya del susto.

Por lo demás, todo cobraba forma al contar con el experto en efectos especiales Douglas Trumbull y el diseñador de producción Syd Mead, autonombrado como futurista visual. El entusiasmo llegó cuando ambos presentaron dos maquetas: una con la vista aérea de la ciudad, y la segunda representaba el paisaje industrial en el que comienza la película en una impresionante muestra que inspiraba desesperanza y caos que los técnicos la llamaban El Hades y El infierno de Ridley.

Ese gesto artístico estuvo influenciado por la obra maestra de Fritz Lang Metrópolis (1927), así como por las publicaciones de los artistas de la revista Metal Hurlant (en especial las visiones futuristas de Moebius), la sensación de vacuidad representada en el cuadro Nighthawks, de Edward Hopper, de la cual Scott llevaba al rodaje una foto para darles la noción de la atmósfera a la que quería llegar, y las películas de cine negro de Hollywood.

Ridley Scott era minucioso: “Hay momentos de una película donde los elementos del fondo pueden ser tan importantes como el actor que está en primer término, sean esos elementos figuras o paisajes. Porque cada incidente, cada sonido, cada movimiento, cada color, cada decorado, cada actor o elemento de atrezo, forma parte de la orquestación que hace el director con la película. Y, para mí, esa orquestación es la representación. Y la representación lo es todo”, dijo el realizador para describir su película.

Fue el mismo perfeccionismo de Scott el que hizo que los días de rodaje fueran también difíciles, pues desde el primer día hasta el último la pasó peleando, mayormente con Harrison Ford, aunque también con el músico griego Vangelis. El descontentó de Ford fue mayor en la convivencia con la actriz Sean Young, quien da vida a la replicante Rachael, pues se la vivieron en provocaciones y desplantes. Incluso el productor Michael Deeley suele referirse al momento en que se seducen como “la violación en el pasillo”.

El descontento de Ford llegó incluso a posteriori, cuando un día declaró en una entrevista que Blade Runner, “no me gusta. Mi personaje era un detective que no tenía nada que investigar. No llegué a identificarme con la historia en ningún momento”, dijo el actor.

No obstante el resultado final es un triunfo de la ciencia ficción. La reflexión sobre la deshumanización ha sido influencia de generaciones. Algunos momentos épicos de la cinta incluso no estaban planeados, quizás el más significativo fue el de la muerte del replicante Roy Batty, quien a idea de su actor Rutger Hauer, dijo que debía tomar en sus manos a una paloma durante sus últimos momentos de vida y escribió un discurso que se ha vuelto enigmático. Aunque ahora resulta indispensable, en su momento fue una nueva dificultad para Scott, pues comprobó muy a su pesar, “las palomas no vuelan cuando tienen las plumas mojadas”. Tuvo que hacer un truco de postproducción para que quedara como se deseaba.

Algunas de las fallas se han convertido en licencias aceptadas por el público porque se debieron a recursos económicos, como aquella de los cinco replicantes que anuncia el desagradable capitán Bryant a Rick Deckard, que finalmente se convirtieron en cuatro debido a que el quinto un clon, una mujer llamada Mary, que debería haber sido interpretada por la actriz Stacey Nelkin. Por problemas de presupuesto fue eliminada de la historia y no se pudo ni siquiera regrabar la escena.

Entre otras curiosidades de la película tenemos que la primera versión, que incluía una escena de final feliz, fue montada con algunos planos que Stanley Kubrick había rodado para El Resplandor y que cedió a Ridley Scott como favor personal. Que respetando la idea de Philip K. Dick cada personaje de Blade Runner está asociado a un animal diferente: Leon: tortuga, Roy: lobo, paloma, Zhora: víbora, Rachael: araña, Tyrell: lechuza, Sebastian: ratón, Pris: mapache, Deckard: pez-unicornio.

Y finalmente tenemos que el nombre final como lo conocemos se debe al guionista Hampton Fancher que lo tomó de un borrador de William S. Burroughs y de una novela de Alan E. Nourse, The Bladerunner (1974).

Contrario a lo que nos podemos imaginar, Blade Runner antes de ser una película de culto, fue un fracaso. Tuvo la mala suerte de estrenarse el mismo fin de semana que La cosa, de John Carpenter, y solo dos semanas después del gran bombazo de principios de los 80, E.T., el extraterrestre, de Steven Spielberg, por lo que fue poco rentable. De su presupuesto de 28 millones de dólares, en Estados Unidos solo recolectó la mitad, y solo llegó a los 33 millones con la taquilla internacional, principalmente europea.

La crítica especializada fue muy dura en un comienzo. Unos se mostraron confundidos y decepcionados de que no tuviese el ritmo narrativo que se esperaba de una película de acción, mientras muy poco apreciaron su complejidad temática. “Es un desastre, por lo menos en lo que se refiere a su narrativa”, que “casi nada se explica de manera coherente, y la trama tiene grandes lapsos”, escribió Janet Maslin en The New York Times, mientras otros como el mítico Robert Ebert dijo: “Se trata de una película seminal, que se basa en clásicos como Metropolis o Lo que vendrá, pero estableciendo una visión generalizada del futuro que ha influido a las películas de ciencia ficción.

Mucha diferencia hubo respecto a la versión de los productores con la que se estrenó en 1982, a la que estrenó Scott años después con la versión del director, en la cual tres detalles hicieron una gran diferencia como obra maestra. La película ha sido inspiración de muchas películas posteriores. La lista es larga, pero se pueden destacar Matrix, El quinto elemento (que contó también con las ideas de Moebius), Ghost in the shell, Robocop o Batman begins. De hecho, antes de comenzar a rodar Batman Begins, el director Christopher Nolan realizó una exhibición privada de Blade Runner a su equipo de filmación y les dijo: “Así es como vamos a hacer Batman”. Lo demás es historia.