Tony Blair, quien fue en su tiempo “1997 a 2007” la esperanza de una Gran Bretaña renovada (antes del desastre del brexit y Teresa May), se ha convertido ahora en un merolico inconsecuente, quien, impedido por su desprestigio para actuar en su país o en las grandes escenas mundiales, voltea la vista a Washington, para pedir empleo; o a México, para recordar consejos jamás solicitados y opiniones injustas y groseras.
La erosión de Blair en la escena internacional es notable, pero sus juicios sobre cómo debería reaccionar México frente al fenómeno político actual (“...los mexicanos no entienden, son cobardes y, se hacen los valientes e intentan reclamar derechos en países vecinos, en México no salen a protestar ni 50 mil personas juntas...”), resultan no sólo imprudentes, sino fuera de tono y sitio.
Blair perdió el gobierno, como todos sabemos, precisamente por cobarde. No supo ni pudo resistir las presiones de los Estados Unidos. George W. Bush lo empujó a la invasión contra Irak y aquí vemos la diferencia de liderazgo: en la Segunda Guerra Mundial se hablaban Roosevelt y Churchill; en esta salvajada lo hicieron W.Bush y Blair. Aquellos salvaron al mundo del fascismo; éstos cometieron un genocidio por petróleo.
Pero Blair, como todo político sin poder, aunque tenga dinero, se convierte en un buen vendedor de libros, primero, y en un buen conferenciante, después. Eso se llama vivir del cuento.
Los cuentos de Blair, quien dice ahora de los mexicanos cosas diametralmente opuestas a sus dichos de antaño, cuando condescendiente decía, “van por buen camino”, en los tiempos del neoliberalismo al cual ahora combate la IV-T.
Debemos recordar quiénes creyeron en Blair antes de sus actuales declaraciones, cuyo contenido “por si usted no lo conoce”, le resumo en lo siguiente:
En una charla en la BBC, Tony habló de la cobardía mexicana, de un pueblo capaz de tirar la piedra y esconder la mano, incapaz de sacudirse a un gobierno populista y diabólico al cual no quiere exorcizar.
Pero en el discurso del machismo político, la cobardía es apenas su mejor argumento.
Decía Blair: “...la mejor forma de crear un cambio social es la unidad del país, pero no la lucha de una parte y otra, eso es mi experiencia, pero el tiempo dirá”
Y más (Tecnológico de Monterrey):
“...“En vez de izquierda, contra la derecha debemos hablar de abierto contra cerrado. Esta globalización está cambiando al mundo que nos rodea, ¿vemos en ella una oportunidad para seguir o la vemos como una amenaza a ser vencida?”.
En ese sentido Blair dijo en un foro organizado, mal, por Coparmex (2018):
“...no se necesitan líderes que digan que van a parar la globalización, porque no van a tener éxito y harán daño, sino que preparen a sus sociedades para lo que viene, lo que sí sería una auténtica transformación”.
Blair se convirtió en una especie de gallero “soltador” de la clase empresarial, a quienes les dijo en aquel tiempo:
“...(que) como ocurre en todo el mundo” se haga respetar y alce la voz. Los empresarios mexicanos deben ser “activos” y “propositivos” en temas políticos y con el gobierno, pensando siempre en el “interés público”.
“Mi consejo sería que sean activos porque no hay opción más que mantenerse activos. Hay mucho que el gobierno puede hacer que incidirá en sus negocios si ustedes no tienen voz. Es fundamental que sean propositivos con las soluciones, y no sólo exijan”.
Sin embargo, ahora su discurso se hace peyorativo contra los mexicanos, no contra su gobierno, con el cual puede o no estar de acuerdo.
“Dijo que el mexicano es muy cómodo, tan cómodo, que ni siquiera se preocupa por ir a votar en las elecciones, se abstienen de hacerlo con cualquier excusa, no tiene espíritu luchador y es muy probable que por su actitud sedentaria tengan el mismo destino que los cubanos.
“...Ellos votaron por Andrés López Obrador, hace más de un año, ha habido fraudes electorales como en otros países. Ellos llamaron a los demonios y ahora les será difícil deshacerse de ellos”, señaló”.
Evidentemente hay una contradicción realmente estúpida en censurar la apatía de un pueblo alejado de las urnas y una nación cuyos electores le dieron 30 millones de votos a un candidato, ni uno sólo de los cuales fue emitido pensando en la opinión, el talante o la aprobación del señor Blair.
Como dijo el gallego, ya le pueden dar por la Tercera Vía.
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