Metrópoli

Cine Ópera: la decadencia del esplendor

Situado en la colonia San Rafael, en la delegación Cuauhtémoc, este lugar cerró sus puertas hace 21 años ◗ Hoy sólo hay desolación en el cine que atrajo a miles de personas a la Ciudad de México

Un teatro abandonado
Un teatro abandonado Un teatro abandonado (La Crónica de Hoy)

Su belleza aún perdura. El tiempo le cobró factura, sin embargo, el Cine Ópera es uno de los inmuebles más emblemáticas de la Ciudad de México. Se ubica en la calle Serapio Rendón de la colonia San Rafael, en la delegación Cuauhtémoc.

Hace 21 años cerró sus puertas. Mis padres dicen que era un sitio majestuoso. Durante 44 años fungió como sala de cine y en los últimos años la decadencia se adueñó de él.

En la actualidad, el lugar está en ruinas y evoca recuerdos de aquellos que tuvieron la oportunidad de contemplarlo en su máximo esplendor cuando funcionaba.

En 1947, comenzó su construcción. Nadie imaginaba que años después de su época de oro, lo único que quedaría sería una casa para ratas y la fachada es hogar de indigentes.

La facha aún conserva la elegancia que distinguía al edificio, pero ahora solo es un testimonio visual del olvido en el que está inmerso.

Las dos estatuas femeninas sobre la marquesina, enfundadas en túnicas griegas, escoltan la edificación mientras sostienen las máscaras de la tragedia y la comedia.

Enfrente, un gran letrero naranja muestra el nombre del lugar, ese que alguna vez tuvo la dicha de ser encendido con decenas de luces.

Crónica tuvo acceso al Cine Ópera, recinto que durante varios lustros fue uno de los edificios más sugestivos de la delegación Cuauhtémoc.

La pequeña puerta del costado izquierdo se abrió, ingresé al recinto y distinguí lo que queda de historia.

El olor a humedad y el ambiente frío son el preámbulo;   marcan la pauta y permiten imaginar lo que le espera a la vista.

El lugar tiene tintes de abandono, de olvido, de destrucción. Intentó imaginármelo como mi madre me cuenta que era, es simplemente imposible, así que me dispuse a suponer su belleza, así, en ruinas.

El lobby es, en pocas palabras, hermoso, a pesar de su evidente deterioro.

Las taquillas fueron reducidas a dos paneles de cristal que ni siquiera dan constancia de que ahí miles de personas (tenía capacidad para 3,600) obtenían su boleto.

Las escalinatas, que llevan a lo que un día fue la dulcería, todavía conservan esa elegancia, única y soberbia que la caracterizaba.

La luz que entra por el techo, ya roto, te incita a pasar. Una vez dentro no hay más, solo tú y la inmensa soledad del inmueble.

Las paredes sin color solo tienen como compañía a las lámparas viejas que alguna vez alumbrasen el andar de quienes acudían al recinto.

Las butacas no existen, solo quedan escalones de cemento.

Desde el punto más alto se puede contemplar la belleza incomparable de lo que fue el cine.

El sentimiento de soledad se hizo presente, la tristeza se apoderó de mi cuerpo y mis piernas temblaron sin razón alguna.

El Cine Ópera me sometió ante su hermosura y simplemente no pude quedarme a ver la destrucción y deterioro del que estaba siendo testigo.

Salí enamorada de aquel hermoso lugar y enfurecida con el olvido en el que se tiene.

Al día de hoy el glamour del lugar ha desaparecido, lo único que queda es su historia.

El olor a desolación aún continúa en mi nariz.

Copyright © 2017 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México