Opinión

Día Internacional del Trabajo

Día Internacional del Trabajo

Día Internacional del Trabajo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El día de ayer conmemoramos el Día Internacional del Trabajo con un sinnúmero de marchas y actos multitudinarios alrededor del mundo, que con el pasar de los años, se han ido trivializando y adjudicando como un evento exclusivo de los sindicatos y sus agremiados, pero no por ello, ha dejado ser determinante en la historia de los movimientos obreros y la reivindicación de los derechos laborales.

Como ha sido desde 1889, cuando el Congreso Obrero Socialista Internacional declaró el 1 de mayo como la fecha para honrar a los Mártires de Chicago por las muertes y los hechos violentos de la revuelta de Haymarket Square de 1886, las pugnas y las consignas siguen siendo las mismas entre los empleados y empleadores. Mejores condiciones de trabajo, jornadas laborales humanas, mejores salarios, mayores derechos y prestaciones. Desde 1829 una de las reivindicaciones básicas de los trabajadores en Nueva York, era reducir  la jornada laboral de dieciocho horas a ocho horas, para hacer valer la máxima de “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”.

En nuestro país, fue hasta 1913 cuando la organización sindical Casa del Obrero Mundial declaró la conmemoración de este día, que dio lugar al primer desfile en el que participaron más de 25 mil trabajadores. Sin embargo, la huelga de trabajadores de la industria minera en Cananea, Sonora, en 1906 y la de los obreros textiles de Río Blanco, Veracruz, un año después, dan testimonio de la compleja situación de los trabajadores de la época y son precedentes fundamentales en la lucha laboral mexicana, marcada por la represión, la violencia, el abuso y la falta de legislación en favor de la clase trabajadora.

El Programa del Partido Liberal Mexicano y Manifiesto a la Nación  describe esa cruda realidad y refieren en la exposición de motivos que “…el trabajador mexicano nada gana; desempeñando rudas y prolongadas labores, apenas obtiene lo muy estrictamente preciso para no morir de hambre. Esto no sólo es injusto: es inhumano, y reclama un eficaz correctivo. El trabajador no es ni debe ser en las sociedades una bestia macilenta, condenada a trabajar hasta el agotamiento sin recompensa alguna...”

Ante esta desigualdad, proponen en su apartado de Capital y Trabajo medidas y reglamentaciones para prohibir el empleo de niños menores de catorce años; indemnización por accidentes del trabajo; suprimir las tiendas de raya; hacer obligatorio el descanso dominical; condiciones de higiene; regular el servicio doméstico y del trabajo a domicilio; y pago en efectivo. Llama la atención que desde 1906, cuando se hizo público este documento, se buscaba establecer un máximo de ocho horas de trabajo y un salario mínimo de .00 por jornal para la generalidad del país, en que el promedio de los salarios es inferior, y de más de .00 para aquellas regiones en que la vida es más cara, y en las que este salario no bastaría para salvar de la miseria al trabajador.

A 129 años de que se instituyó el Día Internacional del Trabajo, y a cerca de 112 años de que se dio a conocer el Programa del Partido Liberal, seguimos teniendo las mismas consignas y demandas, y aunque han mejorado ampliamente las condiciones laborales y los derechos sindicales de los trabajadores mexicanos, todavía tenemos problemas de trabajo infantil, tercerización y precarización laboral, informalidad, explotación laboral, desigualdad salarial por razones de género y bajos salarios.

Razones y explicaciones existen, pero en el marco de este día de conciencia sobre la actividad humana que mueve al mundo y le da sentido, vale la pena reflexionar y conocer la historia laboral y sindical para sumarnos a las demandas, no ser omisos e indiferentes a la lucha y los movimientos que buscan dignificar al trabajo. Como refería el filósofo marxista y crítico literario Georg Lukács “…el trabajo es la categoría fundante del mundo de los hombres porque, por un lado, implica la producción de los medios de producción y de subsistencia sin los cuales ninguna vida social podría existir, y, por el otro, al transformar el mundo natural, los seres humanos también transforman su propia naturaleza, en sus aspectos objetivos y subjetivos…”