Mundo

El año en que la política detuvo Cannes

El reputado festival de cine solo se ha cancelado tres veces: Una, por la guerra, y otra, por la Covid. Pero en 1968 fue la calle. Tras una semana de grandes protestas y huelgas en París, directores como Godard o Truffaut reclamaron el cierre: “Debemos mostrar solidaridad con el movimiento estudiantil y obrero que recorre Francia”, vociferó Godard a la prensa.

El año en que la política detuvo Cannes

El año en que la política detuvo Cannes

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Este año el Festival de cine de Cannes se celebra de forma extraordinaria en julio tras un 2020 en que se tuvo que cancelar por culpa de la pandemia. La del año pasado fue la tercera vez en 75 años de historia del festival en que tuvo que cancelarse. La primera vez, en realidad, fueron cinco ediciones, por culpa de la Segunda Guerra Mundial, que llevó a Francia a la humillación del gobierno colaboracionista de Vichy, al servicio de los nazis, hasta su liberación el 25 de agosto de 1944. Y la segunda ocasión nos regresa a mayo de 1968, cuando no fueron las bombas ni un virus lo que detuvo los proyectores, sino la calle.

Si algo ha demostrado Francia a lo largo de las décadas, e incluso de los siglos, es que no a su gente no le tiembla el pulso a la hora de protestar. Desde los disturbios en los banlieues en 2005, los suburbios de París donde se agolpan los migrantes africanos y sus descendientes, hasta los ya diluidos chalecos amarillos. Sin embargo, nada se compara, de lo que haya imágenes y recuerdos, con mayo de 1968, cuando durante más de cuatro semanas París entera y buena parte de la república se congelaron ante unos estudiantes que contagiaron a toda la clase obrera sus ganas de cambiar la sociedad en un mundo que comenzaba a cambiar en medio de la Guerra Fría.

Todavía con un septuagenario Charles de Gaulle, héroe de la guerra, como presidente de la república, Francia vivía a caballo entre aquellos viejos tiempos y la modernidad que comenzaba a fraguarse, tanto en el mundo, con las independencias de numerosas naciones en todo el mundo o el auge de las izquierdas, como en las aulas galas; unas aulas que exigían mayores libertades individuales y la relajación de la moral pública, menos autoritarismo y soluciones a un deterioro económico manifestado a través de un desempleo creciente entre los jóvenes franceses.

El 10 de mayo se inauguró el Festival de Cannes con normalidad, pero esta normalidad no duraría. En realidad, pudieron haberlo visto venir, pues desde finales de abril las calles parisinas se sacudieron su melancólico encanto para pasar a ser un hervidero de estudiantes, que protestaban contra la represión policial y el cierre de la Universidad de Nanterre, tras una protesta estudiantil.

Y especialmente porque la inauguración coincidió con el estallido definitivo de las protestas: Desde el 6 de mayo se habían levantado barricadas en el Quartier Latin de la capital francesa para protestar contra el cierre de La Sorbona, la icónica Universidad de París y emblema del barrio, y para exigir la liberación de detenidos en anteriores protestas. Las manifestaciones y las barricadas se habían enquistado en las calles, pero ese 10 de mayo todo empeoró cuando decenas de miles de personas se sumaron al grito de los universitarios y la represión de la policía se hizo ensordecedora cuando destruyó las barricadas.

UNA CONFERENCIA DE PRENSA HISTÓRICA

En la mañana del 11 de mayo había tanques en las calles de París, y entre tanto, el Festival de Cannes seguía en marcha. Sin embargo, la sucesión de huelgas generales, huelgas estudiantiles y protestas espontáneas –incluida la toma de La Sorbona—, que ya capturaban la atención de toda Europa Occidental, hizo insostenible la situación para los cineastas, y día 18 dijeron “¡basta!”.

Codo con codo y cigarro con cigarro, Jean-Luc Godard, François Truffaut, los dos máximos exponentes junto quizá a Alain Resnais de la nouvelle vague francesa de comienzos de los sesentas, lideran una rueda de prensa para exigir el cierre del festival. A su lado, Claude Berri, Claude Lelouch, Jean-Claude Carrière, Milos Forman y la actriz Macha Méril.

“La radio anuncia por horas que las fábricas están ocupadas o cerradas. Los trenes se han detenido y el metro y los autobuses serán los siguientes. Así que anunciar cada hora que el Festival de Cine de Cannes continúa es simplemente ridículo”, dijo Truffaut agitado.

Del otro lado del festival, dos miembros del jurado: Roman Polanski y Louis Malle. ¡Casi nada! “Los camaradas estudiantes nos han dado el ejemplo partiéndose la cara desde hace una semana” –exclama un Godard visiblemente enojado— “No se trata de continuar o no continuar proyectando películas –prosigue—, se trata de mostrar la solidaridad del cine con el movimiento estudiantil y obrero que recorre Francia”, sentencia el cineasta en medio de la algarabía de los presentes.

Godard argumentó que el festival, con sus recepciones con champán y sus elegantes fiestas en yates, era ahora un anacronismo vergonzoso. “No hay una película que se proyecte que represente los problemas que ocurren hoy entre los trabajadores y los estudiantes”, destacó. “Ninguno, ya sea de Milos (Forman), yo mismo, (Roman) Polanski o François (Truffaut). No hay ninguno. Estamos atrasados”, dijo.

Godard termina insultando a quienes les recriminan que pidan cancelar el festival, exhibiendo la rabia que Truffaut se esforzaba en disimular: “Nosotros hablamos de solidaridad con estudiantes y trabajadores, y ustedes de primeros planos o tiros de cámara. Son unos cabrones”.

CIERRE POR LA FUERZA

Aunque existían claras discrepancias internas, la sentencia era clara, especialmente cuando parte del jurado respaldaba cancelar el festival. De hecho, Malle y Polanski renunciaron al jurado –aunque el segundo se desdijo de aquello años después en una entrevista en Variety—, y poco después, Forman retira su filme, “¡Al fuego, bomberos!”, del programa de proyecciones.

Cuando el director español Carlos Saura, junto a su protagonista y pareja Geraldine Chaplin, termina colgándose de la cortina aquella noche para frenar la proyección de su “Peppermint Frappé”, al director del festival, Robert Favre Le Bret, no le queda más remedio que acatar.

Es verdad, no todo el mundo estuvo de acuerdo. Polanski, que había llegado con su nueva esposa Sharon Tate en su Ferrari rojo especialmente importado, presumiblemente esperando unas vacaciones en la Costa Azul: “Me parecía totalmente absurdo interrumpir un festival por el mero hecho de ser un símbolo elitista y capitalista", dijo Polanski años después.

HERENCIA DURADERA

En unas semanas, la cancelación de Cannes tuvo su eco. Los telegramas de apoyo vinieron de personas como Charles Chaplin, Roberto Rossellini, Stanley Kubrick, Orson Welles y Jerry Lewis, y la revista de cine Cahiers du Cinéma imprimió una carta abierta firmada por más de 700 luminarias de la industria, incluidos Michelangelo Antonioni, Ingmar Bergman, Luis Buñuel, Alfred Hitchcock y Akira Kurosawa. Tomó algún tiempo y el boicot fue doloroso, pero el gobierno cedió y reinstaló a Langlois.

Puede que mayo del 68 terminara siendo una revolución sobre todo simbólica –aunque la represión de las autoridades fue más que real—, y que el festival se reanudara el año siguiente con normalidad, pero lo hizo con reformas. En 1969 se inauguró en Cannes la Quincena de los Realizadores, una selección artística independiente dentro del festival que sirve desde hace 52 años como escudo protector del cine comprometido en Cannes.