Escenario

El bebé de Rosemary: A cincuenta años de que nació el hijo del Diablo

Quinta parte. Última entrega de la serie de especiales que Crónica publicó cada lunes para recordar a cinco películas históricas que cumplen medio siglo de su estreno

El Grito
El Grito El Grito (La Crónica de Hoy)

“¡Esto no es un sueño! ¡Esto está pasando de verdad!”, dice Rosemary, la mujer interpretada por Mia Farrow, que hace medio siglo dio a luz al hijo del Diablo en la película El bebé de Rosemary. Ese filme fue la carta de presentación del joven Roman Polanski al infierno encantador de Hollywood, antes de hacer la primera de dos huidas de Estados Unidas que han marcado su historia: la primera ocurrió por el asesinato de su mujer y su hijo nonato, y la segunda por haber mantenido relaciones con una menor.

El cineasta polaco había rodado ocho cortometrajes entre 1957 y 1962. Ya había llamado la atención con sus primeros largometrajes en Polonia, Francia y Reino Unido: El cuchillo en el agua, su segmento en Las más famosas estafas del mundo (título en el que también estaban Claude Chabrol y Jean-Luc Godard), Repulsión, Cul-de-sac y El baile de los vampiros, que fueron los que le abrieron las puertas de la Meca del Cine.

Originalmente, El bebé de Rosemary era un proyecto pensado para que fuera dirigido por Alfred Hitchcock, pero el productor ejecutivo Robert Evans decidió apostar por Polanski, y convenció al productor William Castle de traerlo, lo cual fue un gran acierto, pues supo manejar magistralmente el cómo sugestionar al espectador. Él ha dicho ser ateo y no creer en cosas diabólicas, pero acepta haber logrado que éstas se vean como reales.

Así, cuando el espectador amante del cine de terror esperaba ver una película de sustos se encontró con algo impresionante. Su historia nos presenta a una joven pareja formada por Rosemary y Guy Woodhouse, interpretados por Mia Farrow y John Cassavetes, quienes se mudan a un edificio frente a Central Park, pese a las advertencias de que se trata de un lugar embrujado y que está disponible gracias a la muerte de su dueña.

Todo parece normal hasta que Guy, entabla amistad con Minnie (Ruth Gordon) y Roman Castevet (Sidney Blackmer), sus  excéntricos vecinos, que van mostrando cada vez mayor interés en su vida y en la de la frágil y dulce Rosemary. Ante la felicidad que les presenta su nueva vida, la pareja decidirá tener un hijo, pero tras quedarse embarazada y tener el borroso recuerdo en el que tenía relaciones sexuales con una extraña criatura, empezará a tener la sospecha de que lo que lleva en su interior no es humano.

Visualmente es bella pero no deja de ser incómoda al ponernos en la piel de una joven e inocente mujer interpretada por Mia Farrow que nos transmite todo el tiempo una sensación de que “algo no está bien en todo esto”. No es necesario que ella lo diga, lo siente, y con ella, lo sentimos nosotros.

La importancia de este filme se encuentra en el manejo de la ambigüedad. En tiempos cuando el género de terror venía de tener mayor relevancia en el cine serie B de los años 50 y en el estilo del terror psicológico hitchcockiano, llegó El bebé de Rosemary a cambiar la historia en temas que trascienden la moral y hablan del satanismo y lo sobrenatural. Fue la primera película que nos muestra de una manera cruda la violación y el embarazo de una mujer por un ser “diabólico”.

“¡Dios ha muerto! ¡Dios ha muerto y Satán vive! ¡El año es Uno, el primer año de nuestro Señor! ¡El año es Uno, Dios está muerto! ¡El año es Uno, el comienzo de Adrián (el nombre del bebé)”, es uno de los diálogos memorables de Roman Castevet, de ese filme que al mismo tiempo representa la adaptación de la mejor novela de Ira Levin, escrita en 1966 y publicada en 1967.

La historia de Levin tiene en sí algunas curiosidades interesantes, más que nada porque nació como el personaje de Anticristo en su novela. La idea se concibió el día en que el Papa Paulo VI llegó a Nueva York (en agosto de 1965) y fue parida como libro en 1966, señalado por algunos fanáticos como el de la defunción de Dios y el inicio de la nueva Era Satánica.

La historia sigue paralelismos que retoma de la misma forma en que nació Jesús en la religión. Para que nazca su propio hijo el Diablo necesita una mujer común y corriente que lo dé a luz. Rosemary será la nueva María, su marido Guy el nuevo San José, y el niño Andy (Andrew o Adrián) habrá de ser el nuevo redentor. Se trata pues de toda una conspiración para lograr que el vástago del Diablo llegue por vía humana al mundo.

Antes de contar con Mia Farrow como protagonista, Roman Polanski barajó los nombres de Tuesday Weld y de Sharon Tate, su prometida por aquel entonces, para el papel de Rosemary. Se dice que la primera opción del estudio fue Jane Fonda. El primer actor a quien se le ofreció el papel de Guy Woodhouse fue a Robert Redford, quien no aceptó la propuesta. A continuación, el plan B fue contratar a Jack Nicholson, hasta que Polanski sugirió que se le diese el papel a John Cassavetes.

Sobre todo se recuerda el profesionalismo de Mia Farrow en la cinta. Ella es la única actriz que sale en todas las escenas de la película, pues Polanski esperaba que el público encontrara el mayor grado de empatía con el personaje de Rosemary. La actriz, casada por aquel entonces con Frank Sinatra, recibió por correo un sobre de su por entonces marido, el cual contenía los papeles del divorcio. Cuentan que Farrow se derrumbó ante todo el equipo técnico y que Polanski mandó posponer el rodaje para el día siguiente, a lo que ella se negó en rotundo. Tal y como estaba previsto, esa misma mañana se rodó la secuencia en la que Rosemary organiza una fiesta al descubrir que está embarazada.

“La creencia en una figura sobrenatural es superstición, pero también puede ser religión, como creer en Satán. La entidad sobrenatural, buena o mala, es algo desconocido acerca de lo cual hacemos conjeturas, y Lovecraft ha llamado el miedo a lo desconocido la emoción humana más antigua”, escribe Bruce Kawin (en Horror and the Horror Film, Anthem Press).

El mal es un concepto fundamental en el cine de terror y por lo general son el amor y el sacrifico propio los que resultan efectivos para hacerle frente. Pero no en este caso. Polanski hizo en este filme un control magistral sobre la forma de abordar los miedos al aislamiento y a lo desconocido a través de lo que el espectador se podía imaginar: “Yo no quiero que el espectador piense esto o aquello, quiero que simplemente no esté seguro de nada, esto es lo más interesante, la incertidumbre”, dijo.

Polanski sabía que el horror es mejor que lo añada la mente del espectador, y que sus posibilidades más oscuras nacen de lo cotidiano, no de lo extraordinario. Ahora es fácil reconocer su estilo caracterizado por sus atmósferas opresivas representadas a menudo por los escenarios, donde el director explora la oscuridad humana en los personajes. Para esta película Polanski vio en la novela pautas cinematográficas, llevó a cabo un proceso de decantación para que prevalecieran los diálogos y eliminó varias referencias ocultistas a fin de potenciar más la ambigüedad acerca del mal.

Por otro lado El bebé de Rosemary se mantiene en el catálogo como una película maldita también por cuestiones extracinematográficas, con terribles acontecimientos que ocurrieron poco tiempo después de su estreno. La actriz Sharon Tate, quien tenía ocho meses de embarazo y era la esposa de Roman Polansky, fue asesinada por La Familia Mason (una secta de asesinos estadunidenses) la noche del 8 de agosto de 1969. Este asesinato fue atribuido por muchos a la película. Llegaron incluso a culpar al director de haber hecho un pacto con el Diablo en el transcurso del rodaje.

Cabe destacar que por aquel entonces las teorías satánicas de Anton LaVey, fundador de la Church of Satan, habían irrumpido en la sociedad, por lo que fueron muchos quienes achacaron el crimen al hecho de haber rodado un film sobre la llegada del Anticristo. Además se dice que él se relacionó con la película de Polanski de diversas maneras, al ser el asesor de rituales durante la filmación, y tambiénque él mismo actuó en la escena del Diablo donde ocurre la violación ritual de Rosemary, sin embargo, en los créditos no aparece por ningún lado.

El bebé de Rosemary es una narración lenta que se construye de a poco y cuyo producto final es aterrador y perturbador. Nos quedamos con una de las frases finales que es cuando uno de los vecinos dice con emoción, refiriéndose al bebé: “Tiene los ojos de su padre“.

Copyright © 2018 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México