“Es tonto aquel que no se ría”, decía el actor mexicano Pedro Infante al entrar a cada estudio en que filmaba durante los 18 años que tuvo de carrera. Ese era su saludo distintivo y todos los presentes le respondían a carcajadas. El sentido del humor era el motor en la vida del ídolo más grande de México.
Sus personajes de ranchero lo convirtieron en la imagen más idealizada de lo que un mexicano debía ser: Hijo respetuoso, amigo incondicional, hombre de honor, amante romántico, era un macho que no necesitaba ser violento para mostrar su hombría, era un pícaro simpático, y lejos de los escenarios también era así.
Pero él no perdía los pies del piso y también era amigo del pueblo. Dentro de las tantas historias de su vida hay detalles como el del sarape de Saltillo, una hermosa prenda que él tenía y que todo el mundo le pedía: artistas, amigos, hermanos y hasta dos generales de división. Un día caminando junto a su amigo José Alfredo Jiménez, en Guadalajara, se detuvo en un puesto de comida atendido por un anciano que tiritaba de frío:
“Ándele jefecito, váyase a dormir; ya no es hora de que este aquí”, le dijo Pedro Infante después de darle el tan codiciado sarape. Así era él, el rico que derrochaba en detalles para los desprotegidos como la casa en Cuajimalpa que le regaló a María de los Ángeles, quien se encargaba del aseo.
Posiblemente, esa humildad la aprendió de su familia. Pedro fue el cuarto de 15 hijos que tuvieron Delfino Infante García y de doña Refugio Cruz Aranda. Él nació el 18 de noviembre y trabajó desde niño. No alcanzó a terminar la escuela primaria, se quedó en cuarto grado en una escuela de Guamúchil (Sinaloa), pero tenía muy buena memoria y era hábil en los oficios. Su primer empleo fue en la Casa Melchor, un comercio que vendía implementos agrícolas. Pedro era el mandadero de la casa. Aprendió peluquería con José María Román y carpintería con Jerónimo Bustillos, quien le enseñó a hacer su propia guitarra.
La vena musical la traía de su padre, quien tocaba el contrabajo en bandas y orquestas de Sinaloa y además enseñaba. Infante estudió guitarra con el maestro Carlos R. Hubbard, entonces dejó la carpintería para cantar en clubes y en la radio a diez centavos la pieza. Con el tiempo, llegó a formar una pequeña orquesta a la que bautizó como La Rabia y en 1932 entró a la Orquesta Estrella de Culiacán. Tenía 16 años y ya era conocido en casi todo Sinaloa.
Luego conoció a la bailarina y actriz Lupita Torrentera, cuando ella tenía solamente 14 años de edad, con quien más tarde tuvo tres hijos: Graciela Margarita, Pedro y María Guadalupe Infante Torrentera. Su hijo Pedro Infante Torrentera fue también actor y cantante, y su hija Lupita fue actriz, conductora y cantante. De su relación con la joven actriz Irma Aguirre Martínez, mejor conocida como Irma Dorantes, a la que conoció cuando ella tenía solamente 14 años de edad, nació Irma Infante Aguirre quien también tiene una carrera como actriz y cantante.
“Jamás pensé en ser actor. Me agarró de repente (…) Eduardo Quevedo, productor mexicano, me conoció en una emisora de radio. Yo trabajaba de carpintero, y a ratos, cantaba. Me llevó para el cine y allí me quedé”, dijo Pedro Infante sobre su afortunado descubrimiento, cuando en la Ciudad de México comenzó a cantar en 1939 en la emisora XEB y en 1943 lanzó su primer disco. Ese mismo año Eduardo Quevedo y Luis Manrique le dieron la primera oportunidad en el cine en un corto titulado Puedes irte de mí (que contó con la música de Agustín Lara).
Entonces su incursión al cine estaba lejos de convertirlo en leyenda. Comenzó a trabajar en el cine con papeles secundarios; su primera aparición destacada fue en La feria de las flores (1942). Pero fue gracias al cineasta René Cardona que le dio la primera oportunidad de un protagónico en 1942 en la cinta Jesusita en Chihuahua y hasta 1944 fue que logró éxito mediante ¡Viva mi desgracia! y Escándalo de estrellas, justo cuando la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) estaba por concluir y el cine mexicano se distinguía en la llamada Época de Oro.
En su sexta película, El Ametralladora, realizada en 1943, Infante hace el papel de Salvador Pérez Gómez, “El Ametralladora”, que Jorge Negrete había hecho en Ay Jalisco, no te rajes, en 1941; pero los productores no se pusieron de acuerdo con Negrete para que hiciera la segunda parte y recurrieron al actor que apenas un año antes había comenzado su carrera en largometrajes.
Lo dirigió al mismo tiempo en los melodramas rancheros Los tres García y Vuelven los García, pero fue en 1947 cuando alcanzó la cima cuando protagonizó ese monumento popular que es Nosotros los pobres (1947), donde Infante interpretó a un carpintero llamado Pepe el Toro. Debido al éxito, un año más tarde se estrenó la secuela Ustedes los ricos, y ese mismo año Ismael Rodríguez hizo Los tres huastecos, en la que Infante protagonizó tres personajes que son hermanos: un macho belicoso de Tamaulipas, un cura potosino y un veracruzano capitán del Ejército Mexicano.
Para 1949, Ismael Rodríguez filmó al mismo tiempo La oveja negra y No desearás la mujer de tu hijo, con Fernando Soler como un tirano padre norteño e Infante como su hijo. Esa era la época de Pedro Infante. Cabe destacar que Los tres huastecos no fue la única cinta en que Infante protagonizaba a más de un personaje pues también está Ansiedad, de 1952, donde hace el papel de un cantante y de sus dos hijos; y Escuela de rateros, 1956, en la que representa a un músico famoso y al panadero que lo sustituye cuando es asesinado; ésta fue su última filmación.
Pedro no tomaba nunca ni una gota de alcohol, sin embargo, qué bien interpretaba los papeles de borracho, como cuando en La vida no vale nada (1956), que le mereció el Ariel y en la cual hay una escena memorable en la que va caminando por la carretera con una botella de bebida en la mano, derrotado, andrajoso, sin dinero para el pasaje y cantando “El Capiro”.
Pedro Infante era fanático de las motocicletas, era dueño de una Harley Davidson, en la que salía a ratos libres a recorrer las calles de Mérida, y para sorpresa de los automovilistas los infraccionaba cuando lo merecían, un poco para recordar a su personaje en A toda máquina (1951), también de Ismael Rodríguez.
Para los años 50, su fama, sus películas, sus amores y sus canciones se adentraron en el corazón de una sociedad que lo adoptó como al más querido de sus hijos. En películas como Pablo y Carolina (1957), Los Gavilanes (1956), Cuidado con el amor (1954) y El mil amores (1954), entre otras, se le hace fama de mujeriego, pero también se le expone como el tipo de hombre ideal: “A mi ninguna mujer me toma en serio porque dicen que ando con muchas y yo tengo que andar con muchas porque ninguna me toma en serio”, decía su personaje en Dos tipos de cuidado (1953), y lo presumía fuera del set.
Haciendo a un lado la película en la que actuó como extra, los dos cortometrajes, los dos documentales, la película sobre su vida y las tres en las que sólo hizo una actuación especial, resulta que Pedro filmó 55 películas en las que llevó un papel principal, de las cuales solamente en Arriba las mujeres, filmada en 1943, no cantó.
Tizoc había sido filmada en 1956, junto a María Félix. La noche en que ganó el premio el productor Antonio Matouk dio a conocer a los asistentes la noticia del deceso de Pedro Infante por lo que todo el mundo se puso de pie y le brindaron un minuto de aplausos. El premio quedó en manos del cineasta Ismael Rodríguez quien lo recibió de parte de la madre de Pedro ya que según palabras de ella Ismael fue el “padre cinematográfico” y era justo que se quedará con el reconocimiento. El filme también ganó un Globo de Oro como Mejor Película Extranjera.
Aunque su vida fue hacer sonreír a las personas también era conocido por haber vivido diversos episodios de depresión: “Me he convencido de que la vida no es como uno la quisiera vivir. Yo podría ser y soy, para muchos, gente mimada de la fortuna; piensan que con sólo quererlo puedo tener todo lo que ambicione. Y nada más lejano de la verdad, soy un esclavo de Pedro Infante”, dijo el actor y cantante en una entrevista.
Era bien sabido su fanatismo de la aviación. Fueron tres las ocasiones en las que Pedro Infante se accidentó en esa afición: la primera en 1948, y en donde prácticamente no le pasó nada más que algunos rasguños; en la segunda ocasión casi perdía la vida, el 23 de mayo de 1949, y por lo que dos años después del accidente le pusieron la placa de platino para quitarle los dolores de cabeza, mareos y diversos malestares ocasionados por la herida que se causó en la cabeza. Y la tercera es la que todos conocemos y que ocurrió aquel 15 de abril de 1957, de la cual no se salvó.
El actor falleció cuando viajaba como copiloto en un B-24 Liberator, que salió de Mérida, Yucatán, hacia la Ciudad de México, y que se desplomó poco después de despegar. Desde su muerte la sencilla tumba de Pedro Infante está en el panteón Jardín de la Ciudad de México, es la única que tiene flores frescas los 365 días del año, donde cada 15 de abril la gente del pueblo se vuelca a recordar con cariño al ídolo.
Con su partida, surgieron diversos mitos y leyendas, que van desde que el productor Antonio Matouk planeó su muerte para quedarse con su fortuna o que fingió su muerte para desaparecer del escenario porque era perseguido por el gobierno de aquella época, ya que se rumoraba que era amante de la esposa del presidente Adolfo Ruiz Cortines o que fue asesinado debido a que Pedro enviaba armas a los guerrilleros de Fidel Castro.
Asimismo, la canción mundialmente famosa “Bésame mucho” de la compositora Consuelo Velázquez fue la única melodía que grabó en inglés y la interpretó en la película A toda máquina, con Luis Aguilar.
Su habilidad musical sorprendió a propios y extraños, incluso el compositor Miguel Aceves Mejía le puso el apodo de El oreja de oro, porque decía que memorizaba rápidamente las canciones que cantaba, lo que en la disquera Peerles corroboraban al decir que Pedro se aprendía la letra de una canción en 15 minutos, en otros 15 encontraba su particular manera de interpretarla, y en otros 15 la grababa, por lo que fácilmente grababa unas 10 canciones cada sábado.
En 1963, Ismael Rodríguez produjo el documental Así era Pedro Infante y en 1966 Miguel Zacarias dirigió En la vida de Pedro Infante, donde el ídolo fue interpretado por su hermano Pepe.
“Cuando el tecolote canta, el indio muere”, decía su personaje de Tizoc, uno de los más célebres; pero no Pedro Infante, él murió pero también es un ídolo inmortal.
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