Cultura

El naufragio de Alonso de Zuazo, un relato entre lo real y milagroso

La arqueóloga Flor Trejo reconstruye la historia del abogado enviado a la Nueva España para convencer a Hernán Cortés de que aceptara a Garay, quien fue nombrado gobernador del Pánuco

Buzo explorando un arrecife de coral.
Buzo explorando un arrecife de coral. Buzo explorando un arrecife de coral. (La Crónica de Hoy)

Alonso de Zuazo (1466-1539) fue un abogado español enviado a la Nueva España para hablar con el conquistador Hernán Cortés, no obstante, durante su viaje de Cuba a Veracruz, pasó por el Arrecife Alacranes, Yucatán, y su carabela cayó en el naufragio. Actualmente la arqueóloga del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Flor Trejo Rivera, estudia ese incidente marítimo que sucedió en 1524.

“Alonso de Zuazo era un funcionario que estaba en Cuba y al que encomendaron la misión de ir a la Villa Rica de Veracruz para hablar con Hernán Cortés y convencerlo de que aceptara a Garay, quien acababa de ser nombrado gobernador del Pánuco”, narra la especialista en arqueología subacuática.

El abogado español emprendió el viaje en una carabela de 45 toneladas, es decir, una embarcación pequeña con 50 personas a bordo, sin embargo, cuando salió de La Habana, encalló en un conjunto de islotes del mar yucateco: Arrecife Alacranes, un área que actualmente tiene más de 60 vestigios de naufragios y en donde “aún siguen encallando barcos a pesar de toda la tecnología”.

Aunque la investigadora del INAH desconoce la fecha exacta en que zarpó Zuazo sabe, gracias a las crónicas de Gonzalo Fernández de Oviedo, que sucedió en enero, un mal mes para navegar en las aguas del Caribe y Golfo de México, pues es temporada de nortes, algo que desconocía Zuazo.

“Se estrellaron entre las rocas del bajo Alacranes. Hubo 47 sobrevivientes y cuando empezó a bajar el agua descubrieron una pequeña canoa enterrada entre los peñascos, entonces el licenciado Zuazo; que había fletado la embarcación y era el líder de la expedición, utilizó esa canoa para buscar tierra firme”, explica.

En esa pequeña canoa, Zuazo junto con cuatro personas, embarcaron y prometieron a los demás hombres que regresarían por ellos.

“Pero como no sabía hacia qué dirección navegar, Zuazo decidió echarlo a la suerte: colocó cuatro varitas que representaban a los cuatro rumbos y milagrosamente las cuatro varitas cayeron hacia el oriente. Es en ese momento cuando la historia de este naufragio se empieza a mezclar en un discurso de lo milagroso y con los primeros conocimientos náuticos que adquirieron estos personajes”, comenta Trejo Rivera.

“Voltearon la canoa y con unos palos hicieron una casa de campaña. Al amanecer, el resto de los sobrevivientes llegó como pudo. Varios estaban ensangrentados, con los pies lastimados; a uno lo atacó un tiburón y los demás, por el susto, llegaron con mucha agua en sus pulmones, casi ahogados”, platica la arqueóloga.

Hasta ese momento, Zuazo y sus hombres llevaban cinco días sin comer, por lo que al ver que sobre la isla caminaban tortugas de gran tamaño, se abalanzaron sobre una de ellas, la voltearon, la abrieron y Zuazo empezó a beber su sangre. Después, el resto imitó ese procedimiento.

“Zuazo hizo otra expedición a una segunda isla con la lanchita que tenía y se encontró una isla repleta de aves. En el relato de Fernández de Oviedo dice que cada vez que daban un paso, pisaban algún pollo o huevo. Sin embargo, de la desesperación, algunos sobrevivientes comieron en exceso, enfermaron y murieron por comer carne cruda”, señala la especialista.

Fue cuando el abogado español, agrega Trejo Rivera, decidió cocinar la comida. Buscó troncos que habían sido llevados por la corriente y con eso hizo fuego, que aprendió a hacer gracias a los indígenas en Cuba.

Cuando el español encontró la isla y tras varios intentos fallidos de sus hombres por extraer agua dulce, Zuazo les ordenó que se confesarán “porque Dios no les va a mostrar el agua así nada más”. Después, los formó y les pidió que caminaran alrededor de toda la isla arrastrando los pies, en una especie de procesión que Zuazo encabezó.

“Cuando llegaron al punto de partida, pues la isla era circular, Zuazo les dijo que atravesaran el terreno de tal forma que formaran una cruz y en donde quedó la marca de los dos cortes transversales hechos con sus pies, cavó un agujero y apareció el agua”, cuenta Trejo Rivera.

“Menciona que cuando el barco naufragó, un marinero dio instrucciones de que recogieran los restos de la embarcación y los amarraran a los peñascos. Después fueron por los despojos del navío y empezaron a construir uno nuevo para embarcarse. En tres meses, con restos de espadas, clavos y tablas hicieron un barco pequeño con el que salieron cuatro personas a buscar ayuda”, indica la arqueóloga.

Además, agrega, Zuazo tenía una carta de navegación en la que escribió con tintura de las conchas, un mensaje que enviaría a Veracruz: “a cualquier gobernador que le llegare, sepa que el licenciado Alonso Zuazo queda en las Islas de los Alacranes donde ha de estar tres meses perdido y a mucho peligro, con toda la gente que escapó y de la que con él se perdió”.

Los cuatro enviados llegaron a Villa Rica y fue gracias a ese escrito que les creyeron. En total, añade la experta, el rescate de Zuazo y sus hombres  tardó 28 días más.

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