Escenario

El regreso de Mary Poppins: Supercalifragilísticoespialidosa

El musical es uno de los géneros más populares del séptimo arte; sin embargo, también es uno con los que me es más difícil conectar.

El regreso de Mary Poppins: Supercalifragilísticoespialidosa

El regreso de Mary Poppins: Supercalifragilísticoespialidosa

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El musical es uno de los géneros más populares del séptimo arte; sin embargo, también es uno con los que me es más difícil conectar. Si bien todo cine es artificio, la mayoría de las películas de esta índole me han parecido muy superficiales y simplificadoras de las emociones, quizás porque la música es uno de los misterios artísticos más sutiles y solemnes para tocar el corazón.

Temo que, a mi juicio, también ha llegado una nube cultural: La mayoría de la música que acaricia el corazón es aquella que proviene de los dolores más intensos, mientras que las canciones más festivas suelen ser mucho más simpleso banales. Lo que es un hecho es que, al echar la vista atrás y ver la relación que la música ha tenido con el cine, podemos identificar con claridad la milagrosa inspiración que despierta.

Los musicales más populares de la historia del cine tienen un contexto social duro, y es por eso que las imágenes de bailables de Fred Astaire y Gene Kelly resuenan en nuestra memoria como figuras emocionantes. No viví en Estados Unidos, pero puedo entender el fenómeno que significaron los musicales entre los años 30 y 60, en tiempos de guerras y depresiones (guiño para los que dijeron que no se puede entender Roma si no has vivido en la Ciudad de México).

Un año después de su genial Merlín el Encantador (1963), la productora de Walt Disney llevó a la gran pantalla la adaptación de una serie de libros de la escritora P.L. Travers: Mary Poppins. La película cuenta cómo en el Londres de 1910, dos hermanos crecen infelices en una familia donde el padre, banquero, no les demuestra su cariño y la madre pasa los días más preocupada de sus andanzas como defensora de los derechos de la mujer, que en sus retoños. La rebeldía de los niños hace que las institutrices salgan huyendo una tras otra, hasta que la llegada de una niñera con poderes extraordinarios trae la felicidad y la magia a la vida de todos.

Robert Stevenson, especialista en cine familiar supo enfrentar el contexto social con un espectáculo brillante en la ejecución técnica (del momento), capaz de emocionar. La cabeza del elenco entonces fue Julie Andrews (aunque también se pensó en Bette Davis o Ángela Lansbury) y dejó momentos marcados en la memoria a partir de temas como “Chim Chim Che-ree” (ganador del Óscar a la mejor canción), que precede al número de baile más espectacular del filme, el de los deshollinadores en las azoteas repletas de chimeneas, o el “Supercalifragilísticoespialidoso”.

La secuela, El regreso de Mary Poppins, que llega a las salas de cine nacionales este fin de semana, significó un reto que se salva con mucha dignidad. Probablemente, este filme —protagonizado esta vez por Emily Blunt, con una extraordinaria presencia, y con un talentoso Lin Manuel Miranda— no llega a tener la repercusión del primero, pero vaya que es una película disfrutable y lo digo, insisto, desde el punto de vista de quien conecta poco con el cine musical.

Esta versión se ambienta en los años 30, durante la Gran Depresión, y se centra en las vidas de los pequeños Banks, Jane y Michael, ahora ya adultos, quienes reciben la sorprendente visita de su niñera Mary ­Poppins, después de haber perdido a una persona muy importante para ellos.

Rob Marshall es, sin duda, uno de los directores que mejor tacto tiene con este género (que por cierto, ha cobrado un nuevo auge, muy interesante al contar con títulos como La La Land, El gran Showman o Los Miserables). Filmes como Chicago o Nine lo demuestran. Con todo ello, El regreso de Mary Poppins es una película que toca el espíritu infantil con agrado e inspira, ¡vaya que lo hace!. Una buena sorpresa.

Perfectos desconocidosDirector: Manolo Caro (México, 2018)

Versión mexicana de la exitosa película italiana Perfetti sconosciuti (2016), dirigida por Paolo Genovese, que en España hizo popular este año el gran Alex de la Iglesia. Si bien Manolo Caro se ha confirmado como uno de los directores más constantes, al lanzar casi un filme al año, también se había estancado en cuestión de propuesta, ya que iba perdiendo la frescura que llegó a tener con No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (2013). Ahora ofrece una muy buena adaptación pensando en la identidad del mexicano ante los temas que se tratan: Varios amigos de toda la vida se reúnen para cenar. Cuando deciden compartir entre ellos el contenido de cada mensaje de texto, correo electrónico y llamada telefónica que reciben, muchos secretos comienzan a develarse y el equilibrio se rompe. Divertida y tensa. Con una moraleja sobre la doble moral, que vale la pena reflexionar.

Señor sabelotodoDirectores: Stéphan Archinard y François Prévôt-Leygonie (Francia, 2018)

La más maquiavélica de las películas del tour de cine francés de este año. Es una película completamente descarada, la historia está llevada de tal modo que es inevitable llevarse el mensaje moral de inclusión para los niños con capacidades diferentes. Lo triste no es la película en sí, sino que se repiten los patrones hollywoodenses como ley cinematográfica: el tío malo que primero odia al niño diferente hasta que lo comprende. En este caso se trata de Vincent Barteau, de 35 años, un entrenador de futbol que ve tambalearse su vida diaria de soltero cuando tiene que encargarse de su sobrino, Léo, de 13 años, con síndrome de Asperger y jugador de ajedrez. Este encuentro, tan especial como explosivo, alterará la vida de Vincent y le ofrecerá a Léo la gran oportunidad de su vida y será dentro del futbol. Hay demasiado dulce en esta película; Léo es la pura ternura.