
Hace unos veinte años, quizás menos, la casa de subastas Louis C. Morton, me solicitó escribiera una página sobre Elena Garro, puesto que subastaría un hermoso cuadro de Juan Soriano donde Elena Garro lucía su hermosura. A este notable artista plástico lo vi una sola vez en París. Intenté en vano que nos prestara alguna obra suya para ilustrar la portada de El Búho cuando estaba en Excélsior. Finalmente nos hizo el honor de prestarnos una para El Búho convertido en revista, luego de mi salida del citado diario a causa de la censura. Por razones de amistad, el escritor y periodista Mario Saavedra, en un cumpleaños reciente, me obsequió son singular generosidad un retrato a tinta de Rafael Solana, realizado por Soriano en 1936. Las reservas que el memorable artista plástico me tenía se debían a mis pequeñas y ocasionales pugnas con Octavo Paz, quien, como escribí en cierto momento, más que amigos quería súbditos.
Vi la obra largamente y sólo pensé en Elena Garro dejando de lado la fantástica confección de Soriano, a tal grado llega mi admiración por la autora de Los recuerdos del porvenir. Ahora, entre papeles extraviados, encuentro el original que le di a la empresa de subastas. Al releerlo, lo veo premonitorio. Pese al odio y la aversión, Elena, mi amiga más querida, ha recuperado el papel artístico que otros le trataron de arrebatar inútilmente. Ya la escritora avanza hacia el pedestal que desde que comenzó a escribir tenía garantizado. Cuando mueran sus últimos enemigos personales, crecerá tan alto como el vaticinio de José María Fernández Unsaín, otro olvidado que les diera a los escritores mexicanos dignidad con la Sogem, que hizo delante de Emilio Carballido y otros escritores: “Luego de sor Juana Inés, sigue la muy talentosa Elena Garro”. Transcribo la distante nota.
“Nacida en 1916, Elena Garro desde niña (inquieta y prematuramente culta) comenzó a explorar el mundo. A los diecisiete años, por ejemplo, ya casada con Octavio Paz, estaba en la convulsionada España de la Guerra civil con personajes legendarios como Rafael Alberti, Siqueiros y Juan de la Cabada. De aquella época ha dejado testimonio en un libro singular: Memorias de España, 1937. Aunque nace escritora, es durante su matrimonio con Paz que se forma como tal. Comienza a publicar libros en 1964 con La semana de colores, hermosos cuentos que la presentan como a una narradora formidable. No obstante, pronto probará que también es dramaturga y novelista con obras memorables como Un hogar sólido y Felipe Ángeles (teatro) y Los recuerdos del porvenir (novela que consiguió el premio Xavier Villaurrutia). Tanto en prosa narrativa como en literatura dramática, va a provocar profundas transformaciones. Durante los días terribles de 1968, Elena Garro se mezcla con líderes campesinos de oposición, y luego de la matanza del 2 de octubre, el gobierno de Díaz Ordaz necesita “pruebas” del complot en su contra. Entre otros, la escritora se verá perseguida, asediada. La venganza del Estado cae sobre ella, quien previamente ha roto lanzas con la mayoría de los intelectuales mexicanos. Escapa a España con la única compañía de su inseparable hija Helena Paz. Padece miserias y persecuciones, rechazos y bajezas. Ella y su hija están solas y desamparadas. Como pueden se enfrentan a un mundo hostil por completo. De España van a Francia y allí se establecen. Las dos Elenas se defienden con su talento, particularmente con el de la madre. A pesar de que han conocido a docenas y docenas de artistas e intelectuales, a políticos y narradores, están por completo, abandonadas. De sus andanzas hay testimonios literarios en diversos libros, dos de ellos son Andamos huyendo, Lola y Testimonios sobre Mariana. No importa que Elena Garro sea considerada por narradores de la talla de Adolfo Bioy Casares como una escritora sin par, todos la abandonan a su suerte. Pero Elena y su hija sobreviven y la Garro con tenacidad se aferra a la literatura. Muchos críticos y escritores la consideran la mejor autora mexicana por la belleza poética y el misterio de sus trabajos, por la intensidad y el genio. Elena y su hija Helena regresan a México en 1994. Se instalan en Cuernavaca. Sin embargo, y pese al tiempo, las hostilidades continúan. Las nuevas generaciones están lejos de la literatura y cerca del periodismo, con frecuencia muy politizado. Los reconocimientos le son escatimados. Nadie como ella mereció el Premio Nacional de Literatura que otorga el gobierno de la República. El temor a su pasado político y personal le cerró las puertas. Con frecuencia fue hostilizada por su ex marido y por aquellos que lo rodearon. Pese a todo, Elena siguió publicando cuentos y novelas de altísimo nivel como Inés y Busca mi esquela y primer amor. No muchos pintores la retrataron, su extraordinaria belleza y su serenidad pocas veces fueron captadas. Por tal razón, el cuadro que le hizo el brillante Juan Soriano es una obra excepcional, como arte y como reflejo de una historia difícil y compleja. Al paso del tiempo es obvio que el talento de Elena Garro terminará por vencer los obstáculos y entonces podremos apreciar la hermosura poética de su trabajo literario y su azarosa vida desde su juventud hasta que el gobierno mexicano le regresa formalmente su nacionalidad a través de un pasaporte. Elena Garro, tal vez sin proponérselo, ha hecho de su vida una fascinante leyenda, llena de misterio y encanto”.
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