Opinión

En las campañas políticas, prometer no empobrece…

En las campañas políticas, prometer no empobrece…

En las campañas políticas, prometer no empobrece…

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En la jerga política se ha vuelto muy trillada una parte del refrán o frase popular que dice: “Prometer no empobrece…”, curiosamente se omite –con toda la intención o por desconocimiento– la segunda parte que dice “…es el dar el que aniquila”. Este dicho queda muy claro con la frase de “Las palabras no cumplidas no cuestan nada, pero no siempre se quiere cumplir con la palabra dada.”

Desafortunadamente, las campañas políticas se han vuelto una fiesta de promesas y palabras empeñadas que buscan una simpatía fácil con el electorado, sin importar su viabilidad jurídica, económica y política.

Es tan sencillo enlistar los problemas del país, buscar temas polémicos, echar la culpa a los de enfrente y proponer soluciones pragmáticas, que aunque estén fuera de toda realidad, no concuerden con sus plataformas políticas –que registraron ante las autoridades electorales– y contradigan sus postulados ideológicos, lo importante es que sean polémicas, radicales y novedosas.

Este tipo de promesas fáciles –de difícil cumplimiento, por decirlo de la mejor manera– empeñadas al calor de los mítines, han caído en un exceso total, y para algunos candidatos, ha representado una alta rentabilidad política. Lamentablemente, lo único que generan es una gran distorsión de la realidad que afecta de múltiples maneras a la sociedad, más allá de los resultados inmediatos de un proceso electoral.

La oferta política se ha degradado a políticas asistencialistas, privilegiando modelos populistas, que por donde se les analice, han tenido resultados regresivos. Se quieren resolver problemas de un país de más de 129 millones de mexicanos y una amplia gama de derechos –algunos de quinta y sexta generación– con modelos económicos de principios de los años cincuenta.

Lo cierto es que México ha cambiado, a pesar de sus grandes problemas de pobreza y desigualdad, corrupción, dependencia petrolera, baja productividad, analfabetismo e inseguridad, las expectativas y el potencial como país son una realidad. Nuestra economía es una de las mayores del mundo que ocupa el lugar 15 en el ranking del Banco Mundial, somos una potencia exportadora y un lugar atractivo para la inversión extranjera, y estamos en el top 10 de los destinos turísticos.

Sin duda, el nuevo andamiaje jurídico de las reformas estructurales, las leyes anticorrupción, las mejora regulatoria y de seguridad interior estarán detonando en el mediano plazo un crecimiento sostenido que permitirá resolver nuestros problemas añejos.

El problema es que los dichos de campaña de “algunos candidatos chovinistas y gatopardistas” que prometen “la cuarta transformación”, son cortoplacistas y oportunistas. Es una contradicción total, transitar a un nuevo estadio dando pasos hacia atrás.

Si pensamos que uno de los grandes problemas del país es la educación, pero sobre todo la vía probada para superar las condiciones de pobreza y desigualdad, es regresivo proponer echar abajo una reforma que, de entrada, está haciendo un replanteamiento del modelo educativo a nivel nacional.

Despolitizar la educación, profesionalizar y evaluar a la planta docente, actualizar los planes de estudio acorde a las nuevas demandas laborales y tecnológicas, y privilegiar la educación de calidad, es el primer paso para superar los lamentables y vergonzantes niveles educativos en el país. Hay que darle una revisada a las cifras de la prueba PISA sobre el déficit de lectores, la falta de habilidades para la comprensión de la lectura y en matemáticas para conocer nuestra realidad educativa. Confiar el destino de nuestro país en un personaje que demerita la urgencia de redoblar esfuerzos en materia de educación para privilegiar los intereses de un grupo que ofrece votos, es atenerse a la segunda parte del refrán de que “…es el dar el que aniquila.”

Senadora de la República

Michoacán de Ocampo

@RocioPinedaG