Academia

En México, los pediatras son los primeros en detectar la violencia infantil: Arturo Loredo

Nuestros científicos. En el país aún no se desarrolla un modelo mexicano para identificación y atención a este tipo de abusos, que generalmente ocurren dentro de la propia familia, añade el coordinador de la Clínica contra el Maltrato Infantil del INP

Nuestros científicos. En el país aún no se desarrolla un modelo mexicano para identificación y atención a este tipo de abusos, que generalmente ocurren dentro de la propia familia, añade el coordinador de la Clínica contra el Maltrato Infantil del INP

En México, los pediatras son los primeros en detectar la violencia infantil: Arturo Loredo

En México, los pediatras son los primeros en detectar la violencia infantil: Arturo Loredo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La violencia infantil en México es un tema que todavía permanece oculto y es poco estudiado. A pesar de que en la atención a este problema confluyen psicólogos, trabajadores sociales y abogados, todavía son los pediatras los primeros que identifican cuando un niño ha experimentado uno de los cuatro tipos de maltrato y está claro que no se ha desarrollado un modelo mexicano para identificación y atención a este tipo de abusos, que generalmente ocurren dentro de la propia familia.

Así lo explica, en conversación con Crónica, el pediatra mexicano Arturo Loredo Abdalá, uno de los fundadores del Instituto Nacional de Pediatría y actual coordinador de la Clínica contra el Maltrato Infantil de ese instituto nacional, dependiente de la Secretaría de Salud.

El maltrato infantil es considerado mundialmente como una patología grave, que implica alta morbilidad y mortalidad en la víctima, así como su repercusión social y económica en la familia.

“Existen cuatro formas principales de maltrato: el abuso sexual, el abuso físico, el abuso psicológico y la negligencia. Es por esto que el problema debe ser atendido desde la óptica médica, social y legal”, dice el investigador, que en 1994 recibió el Premio a la Administración Pública, entregado por la Presidencia de la República gracias a la publicación de su libro Maltrato a menores.

“Desde los años 50 y 60 había reportes de este tipo de maltrato, pero eran generados principalmente por pediatras. En 1977, el doctor Jaime Markovich comenzó a estudiar y a documentar este problema, principalmente con reportes periodísticos, pero desafortunadamente falleció. Yo comencé a interesarme en este problema cuando recibíamos a niños que llegaban con lesiones que no correspondían a la explicación que daban los padres, como ‘se cayó’. Y a mí me correspondió implementar estudios más científicos y publicaciones”, añade el doctor nacido en la Ciudad de México, miembro de una familia de abogados, pero que optó por la medicina justo en la fila para inscribirse a la UNAM.

“A mí me gustaba mucho el estudio y el beisbol, pero no me gustaban el Derecho ni la Ingeniería, que era la otra opción que me sugerían mis amigos. Admiraba mucho al pediatra que nos atendía a mí y a mis hermanos. Éramos siete y siempre nos visitaba en casa. Un día le dije que me gustaría invitarlo a la casa,  un día que no viniera a ver enfermos, y pude hacerlo cuando me gradué y mis padres hicieron una pequeña recepción”, narra este hombre delgado, de mirada penetrante y de sonrisa que brota cíclicamente en la plática.

“Pero atender el tema del maltrato infantil es algo que no todos los pediatras quieren, y esto posiblemente se debe a que la atención al niño o niña maltratados deja muchos dolores en la cabeza y en el ánimo”, detalla.

Vocación verdadera. Al intentar una aproximación más profunda hacia la persona del que fue Subdirector General Médico del Instituto Nacional de Pediatría se le pregunta sobre sus etapas formativas y su paso por la Universidad.

“Medicina es una carrera en la que hay que estudiar mucho. Yo tenía mucho deseo de ser médico y me enfocaba sólo en eso, y un poco en el beisbol. El primer año me tocó estar en un examen de Anatomía donde participamos 150 alumnos y prácticamente todos reprobaron. Sólo cuatro aprobamos, con calificación de 8. Luego me tocó un examen de disecciones y era verbal. Yo fui el último en pasar y el profesor, ya un poco cansado de tanto reprobado, me dijo: ‘A ver, dígame qué músculos se conectan con el hueso húmero’. Yo se los comencé a decir de arriba para abajo y, cuando guardé un silencio me dijo: ‘Le faltan 20’. Yo le respondí que claro que sí y se los enlisté. Se sorprendió tanto que  me puso 10 y mis compañeros se emocionaron tanto que me sacaron del salón en hombros”, dice Loredo Abdalá.

A los 77 años de edad, su recorrido de vida es difícil de resumir. Laboró en el Hospital Infantil de México y luego fue uno de los siete médicos que el doctor Silvestre Frenk invitó para fundar el Instituto Nacional de Pediatría, en el sur de la Ciudad de México. En ese lugar, el doctor Arturo Loredo dirigió 25 años la Clínica de Fiebre Reumática y atendió a muchos niños y niñas con leucemia. Hoy mantiene trato con algunas de sus pacientes que ya son madres de familia.

“Uno de los problemas que yo veo en la medicina actual es que se ha atomizado demasiado. Antes se criticaba a los médicos, por ejemplo a los pediatras internistas, de saber poco de mucho. Ahora tenemos el problema inverso: los especialistas saben mucho de poco”, indica el hombre que sostiene en su mano una tasa con la foto de su esposa y sus tres hijos.

“La vida como padre es una cosa muy grande, y la vida como abuelo también lo es”, subraya en una pausa.

El experto habla de varias de sus preocupaciones intelectuales, como la necesidad de establecer programas de prevención terciaria para que el niño maltratado no replique las conductas agresivas hacia sus hijos.

“Falta muchísimo trabajo y apoyo para atender este campo, pero lo más importante es reconocer que los pediatras seguiremos siendo los primeros responsables de detectarlo y para eso hace falta que los jóvenes estudien mucho, pero, sobre todo, que tengan verdadera vocación”, concluye.