Desde un cubículo de El Colegio de México (Colmex), donde ingresó hace ya cinco décadas —o bien desde alguna de sus aulas, donde ha impartido cátedra formando a decenas de generaciones— la profesora Flora Botton Beja es, sin duda, nuestra mayor sinóloga.
La profesora, investigadora, traductora y escritora mexicana —de origen griego y sefaradí— especializada en la historia de la cultura, la filosofía, la historia y la sociedad china, ha pasado medio siglo de su vida profesional estudiando desde el Colmex —o bien desde las diversas universidades en Europa, Estados Unidos y Asia donde ha realizado estancias académicas a lo largo de las décadas— a la civilización más longeva del planeta.
Pero en realidad el viaje intelectual comenzó un lustro antes, en 1964, cuando Flora Botton fue aceptada en la primera generación de alumnos de la maestría en Estudios Orientales del Colmex. Después continuaría sus estudios en la universidad de Londres; en la de Taiwán y en la Michigan, en los Estados Unidos; donde aprendió chino clásico y moderno, filosofía e historia de China.
Desde 1969 se incorporó a la planta docente del que es hoy el Centro de Estudios de Asia y África del Colmex, el cual dirigió entre 1991 y 1997. En la memoria de su doble tarea como académica y funcionaria del Colmex, ha quedado registrado aquel momento célebre en el que logró, a mediados de los noventa, reunir en una misma conferencia a un escritor recién ganador del Premio Nobel, el japonés Oe Kensaburo, y a otro escritor a punto de recibirlo, el mexicano Octavio Paz.
Aquel encuentro histórico, orquestado por Flora Botton, describe con elocuencia su otra vocación como promotora cultural y constructora de puentes de entendimiento entre Asia y México, del cual diera cuenta unos años antes, cuando tuvo un breve pero fructífero paso por la diplomacia cultural, y fue por espacio de dos años agregada cultural de la Embajada de México en China entre 1978 y 1980.
El temperamento intelectual de Flora Botton como escritora e investigadora ha quedado plasmado en una obra que abarca la traducción de textos clásicos chinos, los ensayos especializados, y los textos de divulgación, en los que se propuso la tarea de síntesis y la empresa totalizadora a la que renuncian muchos historiadores por temor a salir de su área de especialización.
Escribir historias generales, contar en un solo trazo una historia que abarca milenios, es una empresa extremadamente desafiante, pero sin la cual el público no especializado no tendría acceso al conocimiento que producen los expertos.
Es el caso de su libro China: su historia y cultura hasta 1800, publicado a mediados de la década de los ochenta y que fue la primera historia general de China escrita en español; es el caso de su trabajo como coordinadora de la Historia Mínima de China, publicada en 2010; y es también el de la Historia Mínima del Confucianismo, de próxima aparición, todo ellos publicados por el Colmex.
Para celebrar el jubileo de Flora Botton en el Colmex, este año se ha publicado una antología con 16 de sus ensayos críticos, escritos y publicados entre 1970 y 2016.
Se trata apenas una breve selección de su vasta producción ensayística, pero nos permiten asomarnos a su universo intelectual (el suyo es un diálogo ilustrado entre el pensamiento de Oriente y de Occidente), el cual comprende un espectro temporal tan vasto que va desde un ensayo sobre un grupo de sabios en la Dinastía Han (206 a.C.–220 d.C.), hasta la revisión de un escritor del siglo XX y sus conflictos con el poder comunista; y de una notable diversidad temática que incluye lo mismo ensayos sobre la familia y las mujeres en china, o bien sobre el confucianismo y el budismo, o sobre la tradición intelectual en China, e incluso una revisión puntual del trabajo de Octavio Paz como traductor de poetas chinos.
En esta gama amplia de temas, Flora Botton despliega la prosa afinada y transparente de una verdadera ensayista. Una escritura ágil y bien atemperada, que no carece de las fuentes y el aparato crítico propios de un artículo académico, pero que tampoco prescinde del valor de lo anecdótico y del vuelo verbal y lúdico de un ensayo literario. No hay ensayo sin prosa, dijera Alfonso Reyes.
Un ejemplo de este encuentro afortunado entre la investigación académica y el ensayo de autor lo representa el texto titulado “Tempestad en un tazón de sopa de arroz”, publicado originalmente en la Revista de Estudios de Asia y África del Colmex en 1996.
Aquí se cuenta la historia apasionante de Wan Meng, escritor chino que, siendo muy joven, en 1956, y aprovechando que el camarada Mao había prometido una época de tolerancia y libertad artística bajo el lema “permitamos que florezcan cien flores y cien escuelas del pensamiento”, con apenas 22 años de edad publicó un cuento más bien crítico del régimen titulado “Un joven recién llegado al departamento de organización (del partido)”.
La osadía le costó muy cara. Fue atacado con ferocidad por otros escritores como también por los burócratas del partido, y condenado al exilio, en la lejana provincia Xinjiang, por espacio de veinte años.
“En 1977, después de la muerte de Mao y de la caída de la facción más radical en el poder, Wang Meng, al igual que muchos otros intelectuales, fue rehabilitado y se le permitió regresar a Beijing”.
La rehabilitación vino acompañada de su rápido ascenso en la estructura del gobierno comunista, y en 1986 fue nombrado nada menos que Ministro de Cultura. Su temperamento liberal permitió, por ejemplo, que autorizara la filmación de El último emperador de Bertolucci en la Ciudad Prohibida de Beijing, y eso le grajeó críticas y suspicacias de los mas conservadores dentro del partido.
Tras la masacre de Tien´anmen, de junio de 1989, renunció al ministerio de cultura en septiembre de ese año, y regresó a su trabajo como escritor, sin adivinar que otro incidente público mayor le aguardaba tras la publicación de otro cuento controversial en ese mismo año de 1989.
Con el título “La dura sopa de arroz”, aquel relato se ha leído como una crítica alegórica a los años de la modernización china. En su ensayo, Flora Botton analiza el texto, la polémica que desató, y la vida de su autor, de cara a las complejas relaciones entre los intelectuales y el poder en la China del siglo XX.
Promotora incansable, hace muchos años Flora Botton apoyó la traducción del que es hasta ahora el único libro de relatos de Wan Meng publicado en español, en una edición ya extraviada del Colmex, y lo trajo además a México como profesor invitado.
Tanto el libro de Wang Meng, como esta antología de ensayos de Flora Botton, merecerían una edición más amplia. El Fondo de Cultura Económica, por ejemplo. Del que, por cierto, la profesora Botton ha sido por años invitada a dictaminar los títulos del FCE relacionados con el mundo asiático. Sería un acto mínimo de justicia a su obra y a su trayectoria.
Edgardo Bermejo Mora
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