Cultura

Guerreros “jaguar” tenían cerca de 30 tipos distintos de trajes

Reportaje. Conforme el guerrero subía en el número de cautivos vivos, su traje cambiaba, por lo tanto, hay un gama gigantesca de esta indumentaria, señala Miguel Ángel Báez Pérez, arqueólogo del Proyecto Templo Mayor. Además de los guerreros ocelote, existían también los guerreros coyote, cuaxolotl (perro), los huastecos, otomíes y los tzítzimitl, quienes vestían trajes cubiertos de plumas, pero no usaban grandes yelmos ni penachos

El traje del guerrero jaguar
El traje del guerrero jaguar El traje del guerrero jaguar (La Crónica de Hoy)

La indumentaria de los guerreros mexicas era una carcasa de algodón cubierta de plumas y piel de animales, además portaban yelmos de madera y sus armas de defensa eran escudos, macanas con filos de obsidiana o macuáhuitl, flechas, arcos y lanza dardos.

Así lo comentan a Crónica Miguel Ángel Báez Pérez, arqueólogo del Proyecto Templo Mayor, y Laura Filloy Nadal, restauradora del Museo Nacional de Antropología, quienes en entrevista explican a detalle cómo era la indumentaria y cuáles de esos elementos sobreviven a más de 500 años de su elaboración.

Estos trajes los confeccionaban los amantecas o bien, artesanos de plumaria, y la inclusión de ciertas pieles de ocelotes o coyotes suponía, para los mexicas, la transmisión de habilidades de esos animales.

“Al vestirte como ocelote, el animal te transmitía sus propiedades: ser más feroz, más inteligente, mejorar la visibilidad”, indica el arqueólogo. Los trajes mejor documentados de Tenochtitlán son los que usaron los guerreros coyote y los guerreros ocelote, estos últimos comúnmente referidos como guerreros jaguar.  

“Los trajes de los guerreros ocelote eran elaborados con las pieles de ocelote y con una importante cantidad de otros productos obtenidos fuera del centro de México: algodón y plumas de variadas aves, algunas solicitadas de Soconusco, Chiapas”, señala.

El traje del guerrero ocelote se entregaba a nobles con el antecedente de haber hecho cuatro capturas de enemigos vivos.

“Eso era de gran importancia ya que la gran mayoría de los cautivos llegaban a Tenochtitlán y su destino era el sacrificio ritual para las deidades mexicas. Conforme el guerrero subía en el número de cautivos vivos, su traje cambiaba, por lo tanto, hay un gama gigantesca de esta indumentaria, no conocemos el total pero por lo menos existieron unas 30 diversidades de trajes”, indica.

El traje del guerrero coyote se entregaba a sacerdotes y su uso también dependía del número de cautivos. “La confección era la misma: carcasa de algodón cubierta de plumas y piel de coyote”, comenta Báez Pérez.

— ¿Qué otros guerreros mexicas existieron?

— El guerrero cuaxolotl que en su tocado tenía la figura de xólotl (perro), pero los mexicas tenían una forma muy particular de llamar a sus guerreros. Por ejemplo, a unos los llamaban guerreros huastecos porque después de la conquista del imperio mexica sobre la Huasteca, reconocieron el gran valor de los huastecos y retomaron su figura. Y aunque tenían un alto valor por su habilidad para capturar guerreros vivos, pertenecían a los niveles más bajos dentro del ejército mexica.

El investigador señala que también estaban los guerreros otomíes y los tzítzimitl, quienes vestían trajes cubiertos de plumas pero no usaban grandes yelmos ni penachos, portaban arreglos más sencillos.

“El mayor logro que podían tener era llevarlo vivo para sacrificarlo, por eso leemos en otros documentos como los de Hernán Cortés o de Bernal Díaz del Castillo las grandes cifras de guerreros que eran sacrificados al pie del Templo Mayor”, indica.

— ¿Cómo eran las batallas mexicas?

— Al no usar herramientas de metal, la guerra era más física, de contacto. Imagino que sería difícil infringir heridas de muerte con una flecha o dardo a una persona que estuviera portando uno de los trajes mencionados porque el propio algodón y demás material ayudaban a aminorar los impactos.

“Probablemente lo que no podían evitar es que se les rompiera un hueso, pero desgarros o heridas superficiales sí. Sin embargo, suponemos que la indumentaria requería de un enorme trabajo de mantenimiento por estar hecha de plumas”.

— ¿Existen vestigios de algún traje?

— No. Si un guerrero que nunca fue capturado falleció en su casa, al momento de su cremación le colocaba sus trajes, es decir, sus posesiones como gran guerrero. Pero si eras capturado, te despojaban de tu traje y éste pasaba a ser de tus captores. Era un trofeo.

El investigador del Proyecto Templo Mayor indica que conocen acerca de estos trajes gracias a la Matrícula de Tributos, documento elaborado entre 1522 y 1530, en donde se detallan las solicitudes de los mexicas hacia las provincias tributarias.

“Recordemos que hacia 1519, poco antes de la llegada de los españoles, Tenochtitlán ya era un gran imperio, de aproximadamente 170 mil kilómetros cuadrados en grandes porciones del Centro de México, del estado de Guerrero, Oaxaca, alguna pequeña fracción de Chiapas y buena parte de Veracruz y Puebla”, detalla.

En ese documento, añade Báez Pérez, se menciona la diversidad de productos solicitados: materias primas, trajes de guerreros, pieles de animales.

“Sin embargo, lo que nosotros vemos en el trabajo diario en la zona arqueológica de Templo Mayor es que si bien estos documentos muestran una gigantesca riqueza, se queda muy corta respecto al registro arqueológico. En sólo 100 ofrendas de Templo Mayor hay presencia de más de 500 especies de animales y la Matrícula de Tributos menciona sólo 10 animales, por decir algo”.

Sin embargo, las fuentes históricas mencionan la existencia de más tipos de armas ofensivas y defensivas utilizadas por los guerreros mexicas.

“La historia del armamento mexica está en pleno desarrollo y será un tema a profundizarse en los próximos años. No hay mucha información porque son pocos los escudos que han sobrevivido de la época prehispánica y tampoco tenemos elementos arqueológicos de algún otro tipo de armamento hecho con materiales perecederos”, señala Laura Filloy Nadal, restauradora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

La también curadora de la actual exposición Chimalli. Tesoro de Moctezuma en Chapultepec —en el Museo Nacional de Historia— explica que otros elementos usados por los guerreros mexicas fueron la macana con filos de obsidiana o macuáhuitl, flechas, arcos y lanza dardos.

“De la macana mexica macuáhuitl no tenemos casi restos arqueológicos aunque existen noticias de ejemplares que fueron enviados en los primeros siglos del virreinato a España. Puedo mencionar que existía un macuáhuitl en la Armería Real de Madrid que se quemó en 1884; pero en México, que se hayan recuperado en contexto arqueológico, al parecer ser son pocos, tengo noticias de uno que se encuentra en la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH bajo proceso de investigación”, indica.

Tampoco se conservan los elementos orgánicos que se usaban para elaborar flechas, arcos ni lanzadardos. “Por ahora la información con la que contamos para hablar del armamento entre los mexicas son representaciones hechas en códices, relieves, cerámica, pintura mural y esculturas”.

El escudo mexica que se resguarda en el Castillo de Chapultepec se llama cuexyo chimalli, es circular, fue hecho con cerca de 26 mil 400 plumas, piel de ocelote y sirvió como insignia, es decir, era portado en ceremonias y rituales como una especie de distintivo.

“Los escudos como el cuexyo chimalli están ricamente ornamentados no sólo de plumas sino de otros materiales de lujo como pieles de mamíferos que venían de lejos o metales preciosos como oro, plata, cobre, perlas de mar, piedras verdes o turquesa. Es decir, las plumas eran materiales asociados a bienes de consumo de lujo que sólo podían utilizar las élites”, destaca Filloy Nadal.

Los otros tres escudos prehispánicos que se conservan actualmente en Europa también fueron hechos con materiales especiales, no obstante, la experta comenta que no todos los fabricados en tiempos prehispánicos estaban decorados con materiales tan exclusivos.

“Por ejemplo, el Códice Mendoza refiere a los escudos tributados semestral o anualmente que provenían de distintas provincias, éstos podían ser hechos de plumas finas y de plumas baladíes, es decir, plumas más corrientes. Se menciona que un escudo de plumas finas era tributado contra varias veintenas de escudos de plumas baladíes”, destaca Filloy Nadal.

También los expertos saben que existieron escudos de varios tipos e incluso en los códices aparecen algunos sin decoración de plumas y en donde se aprecia sólo la estera, por lo que infieren que éstos sirvieron para batallas.

— ¿Todos los escudos eran redondos?

— En el Posclásico la mayoría sí, sin embargo, en la historia del armamento en Mesoamérica vemos que existen diferentes formas. En Teotihuacán los encontramos tanto circulares como cuadrangulares, lo mismo en la costa del Golfo de México, en Occidente tenemos los circulares y también unos cuadrangulares que cubrían la mayor parte del cuerpo, en cambio los mexicas sí privilegiaban la forma circular.

— ¿Cómo eran portados los escudos?

— En la parte posterior tienen un sistema de enarmas que permiten el embrace, es decir, meter todo el antebrazo. El diámetro de los escudos también es significativo porque miden más de 67 centímetros y cubren perfectamente el antebrazo del portador. En el caso de uno de los escudos conservados en Stuttgart no se sujeta con el antebrazo sino con el puño, esto evidencia que había distintas maneras de sujeción.

“En la última sala de la exposición Chimalli. Tesoro de Moctezuma en Chapultepec en el Museo Nacional de Historia pusimos algunas representaciones de escudos en donde se observa la parte posterior, el sistema de embrace”, responde.

Lo interesante, añade la restauradora, es que los escudos eran ligeros (menos de 1 kg) y por tanto permitían la portación de otra arma en la misma mano, además —indica— tienen una percha que servía para colgarlo cuando no estaba en uso.

A la pregunta de quiénes fabricaban los escudos, Filloy Nadal responde que los amantecas.

“Eran artesanos especializados y unos trabajaban en el barrio de Amatlán, de ahí su nombre, éstos conseguían sus plumas y su materia prima de trabajo en el circuito mercantil, es decir, podían ir a conseguir todas las materias primas en el mercado, por ejemplo, en el mercado de Tlatelolco”, detalla.

Pero existieron trabajadores del arte plumario asociados al estado, unos trabajaban en el palacio real, ahí hacían estos bienes de lujo y obtenían sus materias primas a través el tributo o comercio de larga distancia.

Los otros trabajadores, señala, hacían prendas o insignias que eran pedidas por el propio tlatoani y que servían para regalar a personas de alto rango.

— En el caso del cuexyo chimalli ¿su decoración tiene un significado?

— Su decoración de cuatro medias lunas es un motivo que se le conoce como el motivo de la huasteca y de ahí el nombre de cuexyo chimalli, es un diseño de escala panmesoamericano.

“No hemos hecho el estudio iconográfico de este objeto, el mosaico de plumas ha perdido muchas y no hemos podido identificar la especie de aves que se utilizaron, lo cual nos ayudaría más a hablar del significado especifico de este escudo”.

Filloy Nadal explica que aunque la Matrícula de Tributos o en el Códice Mendoza se narra que este tipo huasteco se tributaba mucho, ninguno de los que aparecen tiene piel de ocelote en el campo (la parte frontal del escudo).

“El cuexyo chimalli tiene piel de ocelote, esto nos hace pensar que el escudo fue especial y estaba destinado a un personaje específico y no para el uso común. También algo novedoso es que pudimos identificar que las medias lunas están recubiertas con pelo de conejo que fue teñido de rojo con grana cochinilla y que antes estuvieron cubiertas con medias lunas hechas con láminas de oro”, precisa.

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