Opinión

Incluyente y solidaria, la educación del siglo en que vivimos

Incluyente y solidaria, la educación del siglo en que vivimos

Incluyente y solidaria, la educación del siglo en que vivimos

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La polarización de la sociedad actual, en parte por la diversidad de las ideas (sin discusión ni debates serios y objetivamente comprometidos), es un hecho que día a día nos demuestra y persuade que, por la intolerancia, la discriminación y el odio, prevalece la violencia en muchos de nuestros contextos sociales y políticos.

Recientemente hemos sido testigos (vivenciales o impasibles) de manifestaciones y movilizaciones por parte de los que piden la renuncia del presidente de la república, y de los que apoyan la gestión del ejecutivo federal, derivando frecuentemente en confrontaciones y altercados físicos y verbales. Así, las redes sociales se inundan de imágenes, entrevistas, textos y videos que se difunden velozmente por internet, haciendo escarnio unos de otros, y exacerbando aún más el dogmatismo y el sectarismo, tan peligrosos para la democracia.

Ante estos escenarios, parece que nos olvidamos de que el binomio ciencia y tecnología nos ayuda a eliminar barreras físicas y concretar posibilidades para el bien ser, el bien estar y el bien convivir; que la cultura nos hace tolerantes y sensibles, y, aunado a ello, que una de las cualidades que nos ha brindado la educación radica en tomar consciencia de nuestra propia individualidad para mirarnos en el otro; de que nuestros derechos humanos y civiles son interdependientes y mantienen una constante interrelación social, identificándonos con un “nosotros” en busca de objetivos comunes.

A lo largo de nuestras historias, no hemos llegado a comprender del todo que un país donde educación, ciencia y cultura no interactúan multidisciplinariamente en lo complejo, está condenado a la ignorancia, al retroceso y al caos, por lo que se impone urgente y necesario, recodar que la educación hace que las personas se formen en plenitud; que la ciencia es la expresión del dinamismo, el progreso y el desarrollo tecnológico, y, que la cultura integra y enriquece sí logra poner en el centro del debate, de la discusión y del accionar, las coincidencias entre humanos y la coexistencia con otras entre especies.

En el largo camino que hemos recorrido, no podemos negar que hemos llegado a reconocer que en la humanidad no existen razas, pero si segregación; que después de una inmensa lucha histórica logramos aceptar que, si bien existe diversidad en las preferencias religiosas o sexuales, en los rasgos físicos y culturales, en esencia somos iguales en derechos y dignidad, y que su consolidación, en nuestra forma de convivencia cotidiana, es el resultado de la labor educativa.

La educación formal e informal, la presencial y a distancia, la de las aulas y la que se aprende en todas nuestras interacciones sociales, contribuye a formar virtuosos ciudadanos. La conciencia y participación ciudadana en los asuntos sociales, políticos, culturales, ambientales y económicos son consecuencia del desarrollo de la democracia, de sus instituciones y de los valores éticos en cada período histórico. En alguna época la idea de una Raza Cósmica la hicimos nuestra, y en el lema de la Universidad Nacional Autónoma de México quedó plasmado, de una u otra forma, que el espíritu de la ciencia hablaría por ella.

En la actualidad, en todo nuestro sistema educativo, hemos adoptado como principios generales que a través de la formación de nuestros niñas, niños, adolescentes y jóvenes posean cualidades éticas y morales, fomentando un espíritu de solidaridad, respeto y armonía social.

Es también una orientación, tanto de la SEP como del gobierno federal, a traves de diferentes instancias, la instrumentación de recursos para mejorar la infraestructura de las escuelas, en la que se busca la cocreación con el alumnado, con los profesores, autoridades y padres de familia, para hacerlos corresponsables de las decisiones que tienen que ver con el impacto favorable de su entorno escolar y comunitario.

En este sentido, coincido con varios especialistas de que una cultura democrática contribuye a la formación de una ciudadanía crítica e informada que distinga entre el interés particular y el interés público, sin embargo, en esta visión debemos intencionar más la educación en temas sobre derechos humanos y en los de participación social, comunitaria, ciudadana y política; en la comprensión de nuestro sistema de justicia y sus instituciones, y en las bases filosóficas para ejercer sus derechos, emitir sus juicios, expresar sus argumentos y desarrollar sus capacidades críticas con sentido de responsabilidad individual y comunitaria.

Ahora bien, es necesario trabajar tambien en favor de la paz y la justicia social. Saber abordar los conflictos es un tema inaplazable en nuestros contendios educativos y en la formación de nuestros docentes y autoridades. Resulta imprescindible comenzar por la dialogicidad y la comunicación no violenta como practica del entendimiento mutuo. Debemos saber expresar nuestras discrepancias, debatir nuestras ideas y argumentar sólidamente nuestras afirmaciones o negativas, sin que por ello tengamos que estar obligados a transitar por el camino de la confrontación.

El respeto a uno mismo y a los demás, es un principio universal que debe propiciar mejores hábitos sociales y prácticas culturales. Tenemos que aspirar a una sociedad donde se abran nuevos caminos y se fomenten principios, valores y virtudes que neutralicen y eliminen las actitudes impositivas o despectivas, con un adecuado manejo de las diferencias y de los conflictos. Nada más terrible que la visión única de un sólo pensamiento; la humanidad ha vivido estas experiencias, y, sin embargo, aunque indeseables, nos han enriquecido para emprender la confluencia de los pensamientos diversos.

Revisemos entonces nuestros programas educativos, con la proyección del siglo en que vivimos.