Es común imputar la violencia en México a “un rompimiento del tejido social”. A nivel intuitivo, la imagen parece adecuada, ya que la violencia hoy cotidiana en México profana los valores morales más arraigados: el secuestro mancilla el valor de la libertad; la violación, el de la integridad de la persona; el asesinato violenta el derecho de existir, y el desmembramiento de los cadáveres le roba la dignidad a todo indefenso. De hecho, la desaparición de una persona deniega incluso el duelo de quienes compartieron el mundo con ella. Todas estas formas de violencia son moneda común en el México actual, y no tenemos siquiera una narrativa o épica en que se puedan reconocer, lamentar e ir sanando estos ultrajes.
Claudio Lomnitz, miembro del El Colegio Nacional (Foto: Jesús R. Velasco)
A menudo decimos que hay una “guerra contra las drogas”, pero lo que hay no es precisamente eso. La guerra de Troya tenía un fin: la captura de Helena, y la derrota de los troyanos o de los aqueos. La llamada “guerra contra las drogas”, en cambio, no lo tiene, porque las drogas son sustancias poderosas, que, como el famoso phármakon de los antiguos, son a la vez un veneno, una cura y un chivo expiatorio. Quitarle esa droga es robarle su remedio a un desvalido. El campesino que siembra amapola entre sus milpas sabe del peligro que le traerá ese cultivo, pero entiende también que sólo gracias a él podrá comer todo el año. Al igual que la heroína, la amapola es también un problema y una solución, un veneno y una cura. Y como la buena sociedad parece estar convencida de que la criminalidad se monta sobre la droga, el encarcelamiento de productores, adictos y distribuidores termina siendo un sacrificio expiatorio para una sociedad que no sabe cómo asegurar su propio bienestar. De este modo, la llamada “guerra contra las drogas” hace posible que la sociedad ignore las causas de sus muchos males.
Las drogas son a la vez un veneno y un remedio, tanto para los drogadictos como para los que viven de producirlas o de venderlas; y son un chivo expiatorio para la sociedad y los gobiernos, que las culpan de todo. En una guerra así, no puede haber un vencedor. México está embarcado en una guerra que tiene en realidad una finalidad ritual, una nueva guerra florida cuyos cautivos hacen las veces de víctimas sacrificiales. La llamada “guerra contra las drogas” no es, entonces, una verdadera guerra, que tiene como finalidad vencer o aniquilar al contrario. Más bien, se trata de una forma de vida, que tiene como condición y contraparte un nuevo tipo de Estado.
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La imagen del tejido social exalta tanto la fuerza como la fragilidad de esa interdependencia, pero como no entendemos la naturaleza de su fragilidad, apelamos directamente a su fuerza, buscando acceder a sus reservas más sagradas. Apelamos entonces a las madres o a la religiosidad del pueblo, o confiamos en la voz del Gran Patriarca. Pero nada de eso funciona.
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[…] en el México contemporáneo el Estado se ha despojado de algunos de sus atributos “clásicos”, y por eso a veces imaginamos nuestra violencia como un síntoma de un Estado fallido, cuando deberíamos pensarla como un rasgo de un nuevo tipo de Estado. La idea de que estamos apenas a un paso de ser un Estado fallido, se manifiesta también en una obsesión por eso que llaman “la recuperación de la soberanía”, y que es en realidad una preocupación innecesaria porque uno de los pocos atributos que no ha perdido el Estado mexicano de hoy, es precisamente la soberanía. Por esto, aunque el Estado mexicano ya no consiga administrar la justicia en materia criminal, sus presidentes hablan en nombre de la nación sin que nadie los contradiga. Y también mandan sobre el ejército, aunque no puedan administrar la policía. En el Estado mexicano de hoy hay mucha soberanía y poca capacidad administrativa. Y en un Estado así la violencia se vuelve un elemento ordenador de los territorios.
El discurso Interpretación del “tejido social rasgado”, de Claudio Lomnitz, está editado por El Colegio Nacional y se encuentra disponible en versión digital e impresa en la página libroscolnal.com
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