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La huella de Maximiliano, 150 años después

Tanto entre las autoridades como entre la población, la lectura del segundo imperio se ha transformado, afirma el sobrino tataranieto del archiduque austriaco. Aportó códigos legales y arquitectónicos sin los cuales no podríamos imaginar el Paseo de la Reforma o el Paseo Montejo, asegura

Tanto entre las autoridades como entre la población, la lectura del segundo imperio se ha transformado, afirma el sobrino tataranieto del archiduque austriaco. Aportó códigos legales y arquitectónicos sin los cuales no podríamos imaginar el Paseo de la Reforma o el Paseo Montejo, asegura

La huella de Maximiliano,  150 años después

La huella de Maximiliano, 150 años después

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Carlos Felipe de Habsburgo desciende de un hermano de Maximiliano y nació en México. De niño, cuando iba al Castillo de Chapultepec, veía un rótulo al pie del gran retrato del archiduque, que vino a México en 1864 y murió hace 150 años en el Cerro de las Campanas de Querétaro. “Las cosas han cambiado mucho”, afirma, en cuanto a la manera que los mexicanos de hoy miran los días del segundo imperio y, como cosa natural, habla a Crónica del legado de su antepasado y de la huella de aquellos europeos que vinieron a México hace un siglo y medio.

LOS HABSBURGO MEXICANOS. Como es sabido, Maximiliano no tuvo descendencia. Los Habsburgo mexicanos descienden de un hermano suyo, el archiduque Carlos Luis. A la caída del imperio austrohúngaro, la familia fue exiliada. El archiduque Félix de Austria, biznieto del príncipe Carlos Luis, trabajó para el presidente estadunidense Franklin D. Roosevelt en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, y vino a nuestro país en un par de ocasiones. “Se enamoró de México", refiere su hijo. Terminado el conflicto mundial, se estableció aquí, donde nacieron sus siete hijos, que son sobrinos tataranietos de Maximiliano.

Carlos Felipe de Habsburgo estudió en escuelas mexicanas como el Tecnológico de Monterrey y el ITAM. Es un ciudadano mexicano más, que vive de su trabajo y se da tiempo para presidir el patronato del Festival de Música de Morelia. Pero su historia familiar lo ha llevado a convertirse en un estudioso del segundo imperio. Desde esa perspectiva, explica lo que ha ocurrido en los últimos años, en materia de percepción colectiva en torno a Maximiliano y a los tres años que vivió en México.

LA HUELLA DEL SEGUNDO IMPERIO. Al alba del este lunes 19, Carlos Felipe de Habsburgo estuvo en el Cerro de las Campanas, en la capilla construida en tiempos de don Porfirio, que honra la memoria de Maximiliano, Miramón y Mejía. La agenda del día fue apretada, pues terminaría con la misa, en un templo de Polanco, cuya invitación lleva semanas circulando en las redes sociales. A pesar de la polarización que aún se percibe en algunos círculos, Habsburgo considera que la lectura de ese pasado se ha transformado para bien:

“Se ha dado un cambio favorable tanto en las autoridades como en la población. Cuando estaba en la primaria vi una vez, en el Castillo de Chapultepec, al pie de dos grandes retratos de Maximiliano y Carlota, un rótulo que decía: “Maximiliano I, emperador de México y explotador de los indios y los pobres”, que, desde luego ya no existe. En los últimos 10 años se han producido abundantes libros, novelas, obras de teatro que han logrado mostrar a un Maximiliano muy humano, soñador, un estadista que miró por los intereses de los más desprotegidos y que dejó una herencia de códigos legales y arquitectónicos que aún son visibles; no puedo imaginar la Ciudad de México sin el Paseo de la Reforma o los jardines de Chapultepec: con él vinieron arquitectos y jardineros franceses y austriacos que dejaron su huella no sólo en la capital, sino en Guanajuato, en Guadalajara; la traza y las grandes casas del Paseo Montejo de Mérida tampoco podrían imaginarse sin esa herencia”.

Carlos Felipe de Habsburgo menciona algunas de las disposiciones de Maximiliano que considera relevantes: “Antes que nadie en el mundo, creó una institución que daría salud y pensión a los trabajadores del gobierno, y prohibió que los menores de edad trabajaran en las fábricas; también inventó el antecedente de los agentes del Ministerio Público, bajo la forma de jueces que administraban justicia expedita sin pasar por los farragosos tribunales”.

“Llevamos escasos 200 años de república; antes fuimos siempre una monarquía”, señala Carlos Felipe de Habsburgo, y lo cierto es que cuando miramos al siglo XIX, nos equivocamos cuando hablamos del choque entre conservadores y liberales; se trata de un conflicto entre monárquicos y republicanos, y en ambos grupos hubo posiciones diferentes. Maximiliano era un monarquista absolutamente liberal, y yo creo que con algunas de sus reformas, hasta rebasa a Juárez por la izquierda, pero a Estados Unidos no le convenía para nada una monarquía de este tipo, y esa voluntad pasó por completo al gobierno mexicano, y eso llevó al asesinato de Maximiliano, para que hubiera un precedente y ningún otro país europeo quisiera apoyar un imperio en América”.