
Los hermanos José y Rosalía López Ramírez, originarios del municipio de Santa María Peñoles, en el centro de Oaxaca, emprendieron hace más de dos décadas el proyecto de difundir su lengua fuera de su tierra natal: el mixteco. El proyecto incluyó su cultura y costumbres, ya que, a decir de Rosalía, el desinterés de las autoridades por preservar los idiomas como el mixteco, zapoteco y mazateco podría llevar a su desaparición. La falta de difusión entre las nuevas generaciones locales es el gran riesgo. Esta iniciativa, que se ha encontrado con varios obstáculos por falta de apoyo, requerirá ahora de un doble esfuerzo para no caer. José, uno de los impulsores, murió y no hay quien lo sustituya. El pasado 13 de febrero, cuando ambos hermanos planeaban un nuevo giro a su proyecto cultural, el fallecimiento del hermano ha hecho patente hasta dónde el mixteco puede estar en peligro.
Rosalía vive desde hace más de una década en Tultitlán, Estado de México, y a pesar del duelo (o incluso como un homejaje a su hermano) comparte travesías que junto a él emprendió para mantener viva su lengua nativa con apoyo de algunas asociaciones civiles, como la de Mujeres Frente a la Discriminación, que actualmente abrió sus puertas a varios talleres. La hermana desde la ciudad de México y el hermano desde Oaxaca, lograron que se incluyera la enseñanza del mixteco entre esos cursos.
Rosalía se dice convencia de que no se deben perder “nuestras lenguas indígenas, que se preserven nuestras raíces, los pueblos nativos ya se están perdiendo esto, ya no hay el interés por conservar nuestra cultura y raíces indígenas. Las personas mayores, principalmente las de la tercera edad, sí hablan nuestras lenguas, pero los niños en su mayoría hablan solamente español”. Esta mujer llama dialecto al mixteco (algo que los especialistas piden no hacer, pues ven en ello un signo de discriminación); pero quien oye a Rosalía, nota de inmediato que defiende a la lengua mixteca con fiereza, que le duele que entre los jóvenes no haya quien pueda sustituir a su recién fallecido hermano.
–¿Qué cree que está pasando?
–A la gente ya no le interesa saber de lenguas indígenas, eso está claro.
–¿Cree que el mixteco podría desaparecer de verdad?
–Es triste pensarlo, pero no hay interés por preservar nuestra lengua indígena. Hay asociaciones en Oaxaca a las que no les interesa mantener nuestros idiomas como el mixteco, zapoteco, mazateco y el mixe, que aún existen, pero si no los difundimos y preservamos con las nuevas generaciones podrían desaparecer. Son pocas las escuelas en la sierra donde los maestros imparten clases con sus lenguas nativas, pero han empezado a ser desplazadas por idiomas como el español, el inglés, francés y otros. Además de que a las autoridades les importa más su beneficio personal que nuestras expresiones.
–¿En qué momento surge la idea de ofrecer clases de mixteco fuera de su pueblo?
–La idea surgió junto con mi hermano José y nació con la intención de preservar nuestras costumbres y principalmente nuestra lengua. En nuestros pueblos se está perdiendo y una forma de que se mantengan es llevarla fuera de las comunidades nativas.
Los hermanos enfrentaron obstáculos para lograr su cometido. En el 2015 intentaron lanzar este proyecto con algunas asociaciones civiles interesadas en ofrecer distintas actividades culturales, pero por falta de espacio y de un lugar adecuado no se concretó. Sin embargo, no son del tipo de personas que se rinde facilmente, a pesar de que ambos tenían actividades personales, dedicaron tiempo a esta idea de preservar las raíces e intentaron varias veces más echar a andar los talleres.
La distancia entre ambos no era impedimento. José participaba constantemente en la edificación de un museo comunitario (cultura mizteca, claro está) en Santa María Peñoles, distrito de Etla.
Cuando al fin todo pareció estar listo, algo más se interpuso: “Mi hermano,desde Oaxaca, siempre me mantuvo a que no desistiéramos, el año pasado comenzamos con nuestros cursos en forma para dar clases de mixteco y teníamos listo un grupo de 20 personas; el pago por clase sería por donativo. Pero nuevamente no se realizó, ya que el propietario del local vio la manera de sacar provecho y dijo que pondría una cuota por persona”. Eso cambiaba completamente el panorama.
–¿Actualmente está impartiendo clases de mixteco?
–Estoy dando clases particulares cada ocho días durante dos horas a cuatro niños de entre 5 y 11 años y a un adulto, en el municipio de Tlalnepantla. Aunque es un número pequeño la satisfacción es que hay interés por aprender una lengua indígena.
–¿Qué apoyo tiene para hacer esto?
–Tenía el apoyo de mi hermano, quien en mi pueblo además de dar difusión a nuestra cultura, costumbres y lengua indígena, estaba encargado de un museo comunitario, donde precisamente se difundían nuestras raíces. Aunque mi hermano falleció recientemente, también tengo el apoyo de profesores en Oaxaca (ya grandes de edad), por si llego a tener alguna duda les llamo, como hacía con mi hermano, y me auxilian para despejar las dudas que pudieran surgir en las clases.
–Su hermano era un gran apoyo en este proyecto, ¿qué sucederá ahora?
–El proyecto que iniciamos sigue, no se termina y aunque vamos a redoblar esfuerzos vamos a mantenernos firmes, con mi familia y maestros que me apoyan desde Oaxaca y yo acá buscando espacios para dar clases de mixteco a quien le interese.
Los cursos continúan, sin apoyo o reconocimiento oficial. Como dice Rosalía, ofrece lo que tiene, cultura, raíces y lengua, a quien lo quiera tomar. “Es como un aprendizaje, una experiencia más, no cobramos por aprender un pedacito más de nuestras raíces”.
Para Rosalía, la pérdida de su hermano la deja huérfana en su labor, “desafortunadamente las autoridades tanto del estado como del municipio han demostrado que no tienen el interés, es triste decirlo, pero la gente en mi pueblo vive en pobreza extrema y el gobierno no ha hecho nada por mejorar la situación de nuestra gente”.
Sabe que quien llega a gobierno puede estar expuesto no sólo a la pérdida de sus raíces culturales: “Se les olvida que llegaron con los zapatos polvosos a tocar a nuestras puertas pidiendo el voto, pero lo único que les interesa es llenar sus bolsillos de dinero”. De las raíces y costumbres, no recuerdan mucho.
“Mi interés es que aunque sea fuera de nuestros pueblos originarios demos difusión y enseñemos nuestras lenguas para que no desaparezcan”, finaliza. Pero tiene un gran problema: su hermano murió, y no hay quien lo sustituya.
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