Escenario

La libertad del diablo, el dolor debajo de la máscara

Sobrevivientes de quemaduras
Sobrevivientes de quemaduras Sobrevivientes de quemaduras (La Crónica de Hoy)

México tiene a extraordinarios realizadores de cine documental, no cabe duda. Y para muestra basta echar una mirada a La libertad del diablo que le puso hielo a las venas de cada espectador y actualmente se encuentra en el circuito del Foro Internacional de Cine de la Cineteca Nacional. Se trata de la película ganadora del Premio Mezcal a la Mejor Película Mexicana de la competencia del Festival Internacional de Cine en Guadalajara que es capaz de conmover, de provocar dolor, incomodidad y rabia. Sin ser una pelícu­la sangrienta, deja un sabor de boca a pólvora, metal y a la sal de las lágrimas de quienes participan.

Se trata de un filme  psicológico documental en el cual se muestra una serie de testimonios de diferentes trincheras que han vivido, sufrido o formado parte de la violencia; la película se mete en la mente de aquellos que fueron víctimas y victimarios, y explican experiencias tan desgarradoras que enchinan la piel. El público quedó impactado por cada relato que se mostraba en la pantalla que iba de mujeres que vieron la desaparición de sus madres, a charlas de sicarios que relatan los asesinatos que cometieron.

La película tiene más fuerza porque además está acompañada de una fotografía que es capaz de transmitir la desolación de los que han sido castigados por el crimen organizado en México. Los testimonios provienen de gente que se ha dado su voz al esconder su rostro debajo de máscaras que usan aquellos que han padecido quemaduras. Las usan como recurso estético del director Everardo González y como una forma de perder el miedo ante las desgarradoras historias.

La cinta nos recuerda un poco a la poética de Tempestad, de Tatiana Huezo, por la contundencia y potencia de las historias sin la necesidad de ser explícito, sin embargo, Everardo sube una línea a la sutileza de decir las cosas con impactantes declaraciones de los que forman parte de su documental. Es devastador, es contundente, es una exhibición sobre el miedo y el cinismo del México más oscuro.

A diferencia de Tatiana Huezo, Everardo González no deja un mensaje esperanzador. En todo momento la película mantiene un tono de pesadilla. Cada testimonio es tan desolador y angustiante que duele pensar que existan casos como esos. La película es corta, pues apenas rebasa la hora de metraje, sin embargo el dolor provoca una tensión que alarga el tiempo.

Finalmente, cabe decir, que la película es impactante porque se vuelve una forma de desvelar el dolor de una sociedad lastimada por la guerra contra el narcotráfico en México. La cinta se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Berlín, en donde ganó el Premio Amnistía Internacional, al Mejor Documental.

Luc Besson logró realizar su sueño de adaptar al cine el comic Valerian and Laureline, pero al verlo en la pantalla se siente como una película que llega demasiado tarde para hacer historia. La tira cómica creada por el guionista Pierre Christin y el dibujante Jean-Claude Mézières llegó a mediados de los años 30 para dar una propuesta distinta a los distintos universos de ciencia ficción que se habían creado en la literatura, ya que se alejaba de una visión pesimista o superficial. La referencia más importante sobre la ópera espacial es Star Wars, de George Lucas que llegó una década más tarde y en la cual el personaje de Han Solo tiene rasgos de personalidad muy parecidos al de Valerian.

La llegada a salas de cine de Valerian y la ciudad de los mil planetas, bajo la dirección de Luc Besson, es grata y disfrutable, pero ya no es sorprendente. Sagas como la mencionada Star Wars o Star Trek, y películas como Avatar han exprimido los recursos tecnológicos que hacen parecer a la película de Luc Besson como una película mediana, sin embargo algo se rescata de su propuesta en cuestión ideológica y esperanzadora. La cinta del francés nos muestra una visión más positiva y esperanzadora que las películas mencionadas, no porque deje de existir el mal, sino porque nos plantea un universo en que se acepta la diversidad.

A través de una máquina del tiempo, los agentes humanos Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne) están explorando Syrte, para dar informe a Alpha el principal planeta de un sistema de 1000 mundos. Su misión es descubrir si en el futuro los Syrtians representan un peligro para la Tierra. Lo que encuentran es un imperio en ruinas liderado por un grupo de aristócratas decadentes, la población lista para la revolución, y una misteriosa casta de sabios enmascarados que discretamente mueve los hilos de unas fortalezas ocultas. Agitados por los vientos de la historia, los agentes de la Tierra deberán elegir de qué lado están.

Una extraordinaria parte inicial, con la música de “Space Oditty”, de David Bowie y la presentación de la diplomacia intergaláctica entre distintos representantes de los planetas, como un arca de Noé y una interesante secuencia de imágenes que bien rinden homenaje al cine fantástico. Pero la cinta no se sostiene, los protagonistas pueden ser simpáticos y con ideales utópicos, pero no escapan del estereotipo y el jugueteo simplón.

En cuestión argumental Besson no ofrece nada nuevo ni mejora propuestas pasadas como su sensacional El quinto elemento (1997), o incluso no llega a construir personajes más complejos como en Lucy (2014). Después de los actos de presentación la cinta carece de un amarre de la historia y se conforma con la espectacularidad visual, para dejar de lado su propuesta ideológica que era su fuerte.

Poco a poco, la cinta va perdiendo su fuerza y la épica de su space opera nos deja con un sabor un poco agridulce. Tiene momentos divertidos, pero a menudo forzados. Algunos personajes como el de Rihanna (sí, forma parte de la cinta) desaparecen sin mucho sentido y al final trata de recuperar el sentido con la historia romántica de sus protagonistas, sin ser el verdadero motor de la historia. Besson nos emociona poco, nos da un espectáculo pero no nos convence, ya no nos puede sorprender.

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