Estados

La Noche de Muertos Purépecha

En Michoacán reviven magia y colorido ante las llamas inciertas de los cirios y las miradas indiscretas de los vivos y los fascinados visitantes de EU, España, Alemania y Canadá

Ofrenda del Día de Muertos
Ofrenda del Día de Muertos Ofrenda del Día de Muertos (La Crónica de Hoy)

En un reencuentro con los que ya no están y en un ambiente de magia y colorido, fieles a sus tradiciones y costumbres centenares de indígenas purépechas de la región del  Lago de Pátzcuaro revivieron con devoción y fe el ritual de velación pagano-religioso de la tradicional “Noche de Muertos”.

Las ceremonias han perdurado dentro del marco de su genuina naturaleza e identidad, cuyo ritual de velación fue presenciado respetuosamente por los turistas extranjeros, quienes en su mayoría vinieron procedentes de Inglaterra, Estados Unidos, España, Alemania, Francia y Canadá, entre otros países.

De igual forma, provenientes de distintas entidades de la nación, bien abrigadas, familias y grupos de personas asistieron también a la celebración en la zona lacustre.

Los indígenas fueron puntuales a su cita en el espacio sepulcral, donde ni el intenso frío ni la pobreza en que viven  les impidieron acudir a venerar a sus fieles difuntos en esa ceremonia que surgió en la época prehispánica.

En la zona lacustre sobrevive la Noche de Muertos y sigue vigente el rito de reencuentro con sus fallecidos, a pesar de la crisis económica.

Muchos de los indígenas hasta pidieron dinero prestado para adquirir las flores, panes, frutas y  los alimentos que se producen en esta región y que les gustaban en vida a sus familiares fallecidos, para  instalar los altares sobre las sepulturas, donde los velaron y recordaron con la mirada triste y prudente regocijo.

La singular e impresionante “Animecha Kejtzitakua” (Ofrenda a las Ánimas) se llevó a cabo en los 25 cementerios de la región, entre los que están los de Pátzcuaro, Cuanajo, Tupataro, Tzintzuntzan, Jarácuaro, Huecorio, Tzurumútaro, San Pedro Cucuchucho, Ihuatzio, Arócutin, Santa Fé de la Laguna y Erongaricuaro, así como en las islas de Janitzio, Yunuén, La Pacanda y Urandén.

Hasta esos panteones, los indígenas purépechas llegaron ataviados con tradicionales prendas, algunos con gastadas suelas en sus zapatos y otros con sus huaraches “viejitos”.

En esta ocasión, el gobierno michoacano aplicó un dispositivo de seguridad y orientación en las carreteras para auxiliar a los turistas con la participación de más de mil elementos, entre ellos miembros del Ejército Mexicano, la Policía Federal, la Policía Ministerial del estado, la Policía Estatal Preventiva, el Grupo de Operaciones Especiales, la capitanía de puerto en Pátzcuaro y la Policía Lacustre.

El presidente municipal de Pátzcuaro, Víctor Manuel Báez Ceja, afirmó que en la celebración de Noche de Ánimas las expectativas se superaron con una ocupación hotelera del 100 por ciento y una derrama económica de más de 20 millones de pesos, un repunte histórico que no se había tenido durante los últimos diez años.

Por su parte, el gobernador Silvano Aureoles llamó a los indígenas purépechas a preservar sus tradiciones y costumbres, a las cuales expresó su respeto.

El secretario de Seguridad Pública del Estado, Juan Bernardo Corona Martínez, confirmó saldo blanco en el operativo en la zona del Lago de Pátzcuaro.

Al conjuro mágico de los sonoros bronces, las almas de ultratumba se presentan y los vivos, mujeres y niños, como fantasmagóricas figuras, van llegando silenciosas al panteón para buscar las tumbas de sus deudos.

Negras siluetas van apareciendo por doquier. Llenas de amor van llegando almas piadosas con las ofrendas, cortan flores, llevan dulces, consagran alimentos como panes y frutos que tanto deleite causaron en vida al difunto.

Con ellas erigen un altar sobre la tumba y se sientan resignadas y llorosas a contemplar las llamas de los cirios y hacen oraciones por sus muertos.

Las velas y cirios van encendiéndose y de pronto el camposanto iluminado parece un ascua de luces misteriosas.

Una campana colgante del arco que da acceso al cementerio, discreta y tristemente tañe toda la noche llamando a las ánimas a que se presenten a la gran ceremonia.

El cementerio se inunda con el eco de los cantos en purépecha, llenos de suaves cadencias que imploran el descanso para las almas de los ausentes y la felicidad de los que quedan en la tierra.

Janitzio es una de las bellas islas del Lago de Pátzcuaro que impresiona por la forma y belleza de sus construcciones, donde sobresalen las blancas paredes con techos de madera y teja, diseminadas en forma disímbola por la isla, en la que se respira un ambiente de tristeza y de alegría discreta.

Cuenta la leyenda que en esta noche, al ocultarse el astro brillante surgen las sombras de Mintzita, hija del rey Tizintzicha y de Itzihuapa, hijo de Taré y príncipe heredero de Janitzio.

Locamente enamorados, Mintzita y Itzihuapa no pudieron desposarse por la inesperada llegada de los conquistadores. Preso ya el rey padre de Mintzita, por Nuño de Guzmán, quiso la princesa rescatarlo ofreciéndole un tesoro que se encontraba bajo las aguas, entre las islas de Janitzio y La Pacanda.

Y cuando el esforzado Itzihuapa se aprestaba a extraerlo, se vio atrapado por veinte sombras de los remeros que lo escondieron bajo las aguas y que fueron sumergidos con él.

Itzhihuapa quedó convertido en el vigésimo primer guardián de la riqueza. Empero, en la noche del Día de Muertos, al lúgubre tañer de los bronces de Janitzio, despiertan todos los guardianes del tesoro y suben la empinada cuesta de la isla.

Los dos príncipes, Mintzita e Itzihuapa, se dirigen al panteón para recibir la ofrenda de los vivos a las luces plateadas de la luna. Ahí, ambos espectros se musitan al oído palabras cariñosas y ante las llamas inciertas de los cirios, se confunden y ocultan de las miradas indiscretas de los vivos.

Copyright © 2016 La Crónica de Hoy .