Cultura

La pintura rupestre mexicana estuvo viva hasta principios del siglo pasado

El arqueólogo Carlos Viramontes señala que los vestigios de Arroyo Seco, donde existen 46 conjuntos que integran 83 rocas con pinturas que datan del 7,000 a.C. al siglo XX, confirman su continuidad

Pinturas rupestres en la cueva de Altamira
Pinturas rupestres en la cueva de Altamira Pinturas rupestres en la cueva de Altamira (La Crónica de Hoy)

La pintura rupestre no terminó con la llegada de los españoles a México ni con la caída de Tenochtitlan, es una manifestación cultural que se mantuvo viva hasta la Guerra Cristera, esto es, a principios del siglo XX. La evidencia de dicha tradición pictórica se resguarda en la zona arqueológica Arroyo Seco, ubicada en el municipio de Victoria, Guanajuato.

Los detalles sobre qué tipo de motivos gráficos se plasmaron, qué minerales se usaron para la tintura y qué cultura los hizo, se detallan en el libro La memoria de los ancestros. El arte rupestre de Arroyo Seco, Guanajuato, escrito por los arqueólogos Carlos Viramontes Anzures y Luz María Flores Morales.

En entrevista, después de la presentación de la obra editada por Ediciones La Rana del Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato y ganadora del Premio INAH Alfonso Caso 2018 a la mejor investigación arqueológica, el experto Carlos Viramontes Anzures detalló que en Arroyo Seco existen 46 conjuntos que integran 83 rocas con pinturas que datan del 7,000 a.C. al siglo XX.

“Los primeros grupos humanos llegaron en el 7,000 a.C. y a ellos corresponden las muestras más antiguas de motivos como las improntas de manos, una de las tradiciones pictóricas más antiguas de América. Pero hubo diferentes grupos sociales que se fueron apropiando de los espacios a lo largo del milenio y pasaron los cazadores recolectores, nómadas plenos y seminómadas”, detalló Viramontes Anzures.

Después, agregó el experto, llegaron grupos otomíes que se instalaron en el nororiente de Guanajuato a partir de la época colonial (siglo XVI).

“Los otomíes colonizaron esa región en nombre de España, ellos trajeron las insignias españolas, entonces su gran conocimiento y cercanía con cazadores-recolectores, pames y jonances les permitió hacer una convivencia más fructífera”, indicó.

Algo interesante del municipio de Victoria, agregó, es que el arte rupestre no terminó con la caída de Tenochtitlan ni con la llegada de los españoles.

“Se continuó con los grupos otomíes, ellos traían sus propias tradiciones de la época prehispánica pero con la etapa independiente y moderna de México, los mismos grupos herederos de estas tradiciones indígenas e incluso, algunos mestizos, también plasmaron de manera diferente, motivos importantes”, precisó Viramontes Anzures.

— ¿Qué se representó en el arte rupestre a partir del siglo XVI?

— Si en la época prehispánica el motivo más recurrente fue la figura humana, para la época colonial fueron las cruces; en el siglo XIX, las marcas de ganadería; y a principios del siglo XX tenemos las últimas muestras de arte rupestre en reductos muy escondidos de la Sierra Gorda, producto de cristeros durante la Guerra Cristera (1926-1929).

En palabras del arqueólogo esto evidencia la persistencia de una práctica cultural antiquísima.

CRISTEROS. La zona arqueológica de Arroyo Seco es uno de los pocos sitios con arte rupestre abiertos a la visita pública, de sus 46 conjuntos pictóricos, sólo el 25% se puede recorrer. Esos trayectos abiertos se ubican en dos pequeños cerros (La Zorra y La Tortuga) con los mejores soportes de pintura.

¿Hubo cambios en el uso de minerales para pintar?

— Sí. En la época prehispánica se usaron muchos óxidos de hierro como la hematita para los rojos o goethita para los amarillos, carbón para negro de humo y cuando llegan los grupos otomíes abandonan estos colores y empezaron a pintar con blancos producto de calcitas. Es decir, fue cambiando de acuerdo a las tradiciones.

¿Es cierto que existen 15 tonalidades de rojo en Arroyo Seco?

— Sí. Es un lugar con pintura rupestre roja en su gran mayoría, toda la Sierra de Querétaro y Guanajuato tiene pintura roja. Esto se debe no sólo a la facilidad de acceder a los yacimientos, porque el óxido de hierro es uno de los minerales más comunes, también este color debió de tener connotaciones públicas.

— ¿Qué significa la representación de figuras humanas?

— Planteamos que responde a rituales de curación y terapéuticos, son una especie de ofrenda a las deidades en cerros. Además, tenemos escenas que reflejan eventos históricos, astronómicos y marcas territoriales.

“Para la época colonial estos temas se restringen a motivos de carácter religioso, es interesante porque los grupos otomíes usaron los mismos sitios sagrados de los cazadores-recolectores, no buscaron nuevos sitios sino que reconocieron a sus ancestros, a sus abuelos mecos que se convirtieron en piedra según la mitología otomí”, respondió.

Es por eso, añadió, que los otomíes pintaron en los mismos lugares pero cruces, altares e incluso glosas de exorcismo. En la época del siglo XIX el arte se volvió más secular: marcas de ganadería, fechas y a principios del XX los cristeros hicieron cálices y cruces.

A la presentación del libro, celebrada en el Museo Nacional de Antropología asistieron: Luis Felipe Bravo Mena, representante del gobierno del estado de Guanajuato, el arqueólogo Francisco Sánchez Nava y Diego Prieto, director del INAH.

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