Iveth Luna Flores es una poeta que nació en Monterrey, Nuevo León, en 1988. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Ella acepta que en la universidad no te enseñan a ser escritor, por ello, decidió tomar talleres de creación con Óscar David López y con Julián Herbert, con este último le dio forma a su poemario Comunidad terapéutica (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2016) con el cual ganó el Premio Nacional de Poesía Francisco Cervantes Vidal.
A propósito de este libro conversamos con la escritora para quien el concepto de poesía “no es algo que tenga claro, pero para mí la poesía es una forma de ver, es un lenguaje con el que se dicen cosas, pero sobre todo a través de las herramientas de la poesía se puede ver la vida de manera diferente”. Sin embargo, aclaró que “tampoco hay que creer que la poesía es la gran cosa o que es algo único, estamos en un tiempo en que la poesía se mezcla con la narrativa, con el cuento, con el guion. Por eso mis poemas no son muy prolijos en la forma del verso, pero tienen una característica narrativa por las historias que cuento”.
Comunidad terapéutica está dividido en cuatro secciones en las que se cuentan historias de mujeres que han sido violentadas en diversas circunstancias, al respecto Luna Flores comentó: “Me han preguntado si mi libro lo escribí por esta cuestión del feminismo y la verdad es que yo comencé este libro a los 20 años, cuando no era consciente de lo que hacía, pero en ese entonces sí era consciente de la violencia por razones personales, vengo de una familia violenta y por eso trabajé los temas de mi libro, por ejemplo, sobre la madre que es juzgada y el cuerpo que se observa aún como un objeto. Lo que yo percibía en mi casa sobre estas violencias hacia la mujer después lo vi en la calle y cada vez se hizo más visible con la ayuda de las redes sociales en donde las mujeres comenzaron a contar sus historias. Para mí fue angustiante saber que otras vivían lo mismo que yo viví”.
Al preguntarle sobre cómo combinó la estética de la metáfora con estas historias dolorosos dijo que: “Yo leí mucha poesía mexicana contemporánea y noté en ella un rechazo hacia esta onda naturalista, entonces me preguntaba ¿por qué estos poetas hablan solo de la primavera?, para mí, que vivía en un mundo violento, estos temas no me eran importantes, decía ¿para qué me sirve esto? Y por eso yo no podía escribir de temas tradicionales y decidí escribir de lo que sé”.
Sobre la forma que tomó el poemario, a veces narrativo a ratos utilizando el poema de largo aliento, la que fuera becaria del Centro de Escritores de Nuevo León aseguró que “el libro en su forma refleja mi propio proceso; por ello algunos poemas son como cortos, narrativos, en donde se nota mi enojo. En otro capítulo se observa la etapa en que estaba en terapia. Luego vino la claridad que es la última parte del libro, en donde ya comienzo a hablar de las mujeres desde una visión histórica y ahí traduzco que esta violencia no es algo mío, sino que es de todas y esa claridad se manifiesta en poemas mucho más largos”.
Por último, esta lectora y admiradora de poetas como la mexicana Enriqueta Ochoa o la brasileña Angélica Freitas, mencionó que su poética está entre lo tradicional y la vanguardia pues “yo sigo siendo muy tradicional en la forma y en la manera de enunciar, es algo que no me gusta de Comunidad terapéutica, que siempre se anuncia desde arriba -la primera persona- y eso hoy ya no me gusta. Pero quizá en el tema que trato sí manejo esta vanguardia sobre la violencia y el narcotráfico, de ese lado sí me puedo subir en ese tren.
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