
Los arqueólogos Pedro Sánchez Nava, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) e Ivan Šprajc, del Centro de Investigaciones Científicas de la Academia Eslovena de Ciencias y Artes, revelan que el efecto de luz y sombra de la serpiente bajando por las escalinatas de la pirámide de Kukulkán, en la zona arqueológica de Chichén Itzá, no es un fenómeno que los antiguos mayas relacionaran con la llegada de la primavera.
Así lo demuestran en su reciente estudio Orientaciones astronómicas en la arquitectura maya de las tierras bajas, en el que analizan la orientación de 271 construcciones monumentales prehispánicas ubicadas en Yucatán, Quintana Roo, Chiapas, Tabasco, Campeche y Guatemala.
“El fenómeno de la serpiente ocurre y seguramente fue buscado, pero a eso se le llama hierofanías, que es una manifestación de la deidad; esa hierofonía ocurre y es innegable, pero lo que no está científicamente probado es que tenga que ver con el equinoccio. Porque las construcciones monumentales mayas con orientaciones equinocciales son muy escasas”, comenta Sánchez Nava.
El también responsable de la Coordinación Nacional de Arqueología, señala que no existen datos contundentes que demuestren que las orientaciones en los edificios mayas importantes fueran las salidas y puestas de Sol en los equinoccios o el paso del Sol por el cenit, al contrario de lo que sucede con los solsticios y fenómenos asociados a Venus y a la Luna.
“Las hierofanías ocurren en días de cuarto del año, es decir, en los días que están entre solsticio y solsticio (junio y diciembre), pero el solsticio se ve y el equinoccio no, el solsticio es la parada extrema del Sol, a partir de eso los mayas contaban cuántos días pasaban hasta que en el norte se volvía a parar el Sol, entonces sacaban la mitad: un cuarto de año y en ese lapso suceden las hierofanías. Incluso, hay días que no es equinoccio y se ve mejor el fenómeno del descenso de la serpiente”, explica el arqueólogo.
En la investigación, los especialistas detallan que el fenómeno del descenso de la serpiente no cambia mucho durante unos días antes y después del equinoccio y que la iluminación más atractiva se produce una hora antes de la puesta del Sol, “por lo que resulta imposible determinar –aun suponiendo la intencionalidad del efecto– cuál era la fecha que los constructores habrían querido conmemorar”.
Entonces, ¿por qué la gente acude a observar el fenómeno?
Es una moda y nosotros como institución tenemos que responder a esa demanda de mayor visita, pero en rigor no tiene un sustento académico.
Al respecto, el mayista Antonio Benavides, señala que se ha publicado más en entorno a los equinoccios, de lo que en realidad ocurrió en tiempos antiguos, ya que los equinoccios sólo pueden determinarse con métodos sofisticados.
“Los registros de Sánchez Nava y Šprajc muestran que las orientaciones equinocciales son muy escasas, en su lugar detectaron puestas de Sol en los llamados días de cuarto del año, es decir, fechas que ocurren dos días después del equinoccio de primavera y dos días antes del equinoccio de otoño, esas fechas junto con los solsticios dividen el año en cuatro partes de casi igual duración, un promedio de 90 días, situación en la que prácticamente no se registran equinoccios pero si se consideraban cuarto del año”, comenta.
Por eso en la investigación, los arqueoastrónomos explican que si el juego de luz y sombra en El Castillo (o también pirámide de Kukulkán) “es resultado de un diseño arquitectónico consciente, sólo pudo haber tenido una función simbólica, pero en tal caso, es poco probable que los días celebrados hayan sido los equinoccios”.
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