
La dama en cuestión respondía a un nombre tan largo como corta es la calle del Centro Histórico de la Ciudad de México con la cual se le rinde permanente homenaje. Su nombre era Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín, y si se intentara definir su carácter, bien podría llamársele mujer de acción.
De acción y de agallas. De ella sabemos que lo tenía todo: era una criolla que en 1810 tenía 35 años, que estaba casada con don Miguel Lazarín, uno de los socios de la legendaria mina guanajuatense de La Valenciana, que mucho había contribuido a inundar al mundo de plata novohispana. Por tanto, el matrimonio gozaba de una posición acomodada y residían en la calle de Donceles, a unas pocas cuadras del palacio virreinal.
Acostumbraba el matrimonio Lazarín Rodríguez mantener una tertulia, a la cual asistían jóvenes e impetuosos oficiales del ejército virreinal, algunos clérigos respetables y numerosos criollos de buena posición y variada ocupación. Como venía ocurriendo con poco disimulo desde 1808, era el de los Lazarín uno más de los sitios donde los criollos novohispanos se inconformaban en voz alta respecto del modo español de gobernar.No resulta extraño que en aquellas reuniones de los Lazarín y sus amigos se siguiera con esperanza y optimismo la campaña de Miguel Hidalgo.
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