Opinión

Metáforas, gatos, física y patafísica

(La Crónica de Hoy)

De metáforas hablamos la semana pasada. Es la poesía su ámbito natural.

“Es como” nos da la fórmula para establecer comparaciones. Asociar, sublimar, por esos caminos discurre la metáfora.

Ortega y Gasset dijeron (je, es broma). Don José nos mostró que la ciencia también se vale de la metáfora.

Vino a mi mente, al leer el ensayo del español, un artículo que apareció en la revista Plural, en los años 70.

Mi nebulosa memoria no me permite recordar al autor y sí un poco del contenido.

El sentido general era que en la física está la verdadera poesía.

La idea se quedó ahí.

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Cuando leo libros de divulgación científica, especialmente los de física cuántica, a veces hago reflexiones filosóficas, pero la poesía siempre está ahí, en el fondo.

Por ejemplo, con el gato de Schrödinger. Es el famoso experimento mental que diseñó el físico austriaco para explicar la superposición de los estados.

En resumen se trata de un pobre minino que es confinado a una caja con un dispositivo que emite una partícula radiactiva. Dadas las impredecibles conductas de las partículas puede o no desintegrarse. Si lo hace, provoca la liberación de un veneno que matará al gato, pero si no abrimos la caja no sabremos qué ocurrió y el gato está entonces vivo o muerto o vivo y muerto. Sólo abriendo la caja sabremos si vive o es cadáver.

Al gato de Schrödinger lo asocio siempre con el de Cheshire, de Alicia. Este otro minino tiene la capacidad de aparecer y desaparecer a voluntad en cualquier lugar.

Borges no concibió bichos tales, pero sus senderos que se bifurcan pueden darle guía a Everett.

Entre las partículas que forman el universo están los quark. El término proviene directamente de la literatura. Los científicos que plantearon la existencia de estas partículas (Murray Gell-Mann y Kazuhiko Nishijima) tomaron la palabra del Finnegans Wake de James Joyce.

Pues los quarks no se conforman sólo con su nombre. Poseen “encanto”, “sabor”, “color” y “extrañeza”. Son cualidades que no corresponden a lo que los mortales comunes y corrientes entendemos con esas palabras.

Pero a los físicos les encanta usar metáforas.

Entender cómo las partículas se entrelazan sin importar la distancia no es fácil. Son ecuaciones complejas. Significa que si conocemos el estado actual de una partícula sabremos el de su partícula asociada.

Lo explican los divulgadores dividiendo una moneda de forma que el águila quede en un lado y el sol, en el otro. Sin saber cuál tenemos, le damos la otra a un viajero interestelar al que mandamos a recorrer el universo (y más allá). En cualquier momento, veremos nuestra mitad y sabremos cuál tiene el viajero. Bueno, no es tan sencillo, pero más o menos.

A Einstein le fascinaban los experimentos mentales. Imaginó por ejemplo a un observador que pudiera viajar a la velocidad de la luz y se sorprendió cuando se dio cuenta de que al alcanzar al rayo lumínico, el perseguidor lo vería congelado. (Como esto no es posible, Einstein desarrolló la idea de que era el tiempo el que se congelaría).

Tiene su grado de poesía imaginar a Newton atolondrado por un manzanazo que luego lo llevó a descubrir las leyes de gravitación universal.

O a Kepler buscando armonías estelares y la música de las esferas, para terminar encontrando las órbitas elípticas y los recorridos de los planetas.

¿Y qué me dicen del heptasílabo: “Sin embargo se mueve”. de Galileo? Casi un haiku.

No sabemos imaginarla... no sé por qué me viene a la mente la definición de patafísica, la disciplina inventada por Alfred Jarry y cultivada por Boris Vian y Julio Cortázar, entre otros: “La Ciencia de las Ciencias, dedicada al estudio de las soluciones imaginarias y a las leyes que regulan las excepciones” y otorga “simbólicamente a las delineaciones de los cuerpos las propiedades de los objetos descritas por su virtualidad”.

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Bertha Hernández me hizo llegar un texto que llamó su atención en el libro Breve historia de este puto mundo, de Daniel Samper Pizano (Aguilar, 2016). De alguna manera le recordó la entrega “El perro ladra, la vaca muge... ¿Y la jirafa?” (http://giroscronica.blogspot.mx/2016/10/el-perro-ladra-la-vaca-muge-y-la-jirafa.html)

“No era fácil la vida para los homínidos. En las cuevas de Atapuerca, región española no muy lejos de Burgos, donde hoy sólo se consigue jamón, morcilla y paleontólogos, el paisaje era bastante azaroso hace 800 000 años.

“Rondaba el rinoceronte, corría el gamo, rumiaba el ciervo, bullía la rata, pinchaba el puercoespín, trisaba la alondra, ululaba el búho, crascitaba el cuervo,voznaba el cisne, crotoraba la cigüeña, arruaba el jabalí, estridulaba la langosta, glugluteaba el pavo, graznaba la urraca,tauteaba la zorra, himplaba la pantera, rugía el león, y ronrroneaba hambriento el tigre dientes de sable.

“Los tigres comían hombres, los hombres comían tigres y, si era menester, los hombres comían hombres.”

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Veo difícil que un aeronave tal pueda volar entre agaves. No me cuadran los tamaños.

Lamento decir que Plaza Sésamo fracasó. No logró que los niños que se convirtieron en los actuales editores entendieran la diferencia que tienen “entre” y “sobre”.

Un helicóptero puede volar sobre las plantas, no entre ellas. Tal vez un dron pueda hacerlo.

En el sumario sí aciertan y promueven el sobrevuelo para competir con el ferrocarril en el turismo en la zona tequilera.

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“Magnicidio” es el asesinato de un personaje de poder.

Magneto no tiene nada qué hacer aquí. Su raíz es otra (magnes, imán)

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Francisco Báez respondió, más por el nombre del cómico que por la descripción, según explicó. Marielena Hoyo nos dice que al “chaflán” también se le dice “ochava”. Y del actor Carlos López y Valles nos informa que nació en Durango en 1887 y murió en Chiapas 1942.Las dos películas que en su título incluyen su apelativo de “El Chaflán” son: Los millones de Chaflán (1938) y La última aventura del Chaflán (1945).

Añado, como dato curioso, que en la película ¡Ay Jalisco, no te rajes!, donde se consagró Jorge Negrete, el cómico cobró más que el cantante.

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