Opinión

Mi admirado dictador

Fran Ruiz, el emprendedor que revolucionó el sector de la moda
Fran Ruiz, el emprendedor que revolucionó el sector de la moda Fran Ruiz, el emprendedor que revolucionó el sector de la moda (La Crónica de Hoy)

Fidel Castro es un oxímoron. Es un dictador admirado, aunque esto sea en sí una contradicción absoluta. ¿Se puede admirar a un dictador?: Depende. ¿De qué depende? De si te llamas Fidel Castro.

Esta anomalía, este extraño fenómeno de la historia es el que explica que cueste tanto trabajo llamar dictador a Fidel, aunque —no nos hagamos pendejos— todos sabemos que lo es, porque basta con encarcelar a la disidencia y prohibir cualquier cosa más allá del pensamiento único del partido único, para saber que, quien lo hace, es un dictador.

Sin embargo, sería injusto llamarlo así, a secas, porque, como también sabemos todos, lideró una revolución que acabó con un dictador, Fulgencio Batista, este sí, dictador a secas y además marioneta cuyos hilos los manejaba Washington. Además, Fidel es admirable porque llevó educación, salud y dignidad a un pueblo desposeído de todo, y también por haber inspirado a toda la región y a varias generaciones de latinoamericanos que necesitaban una prueba viva de que sí había esperanza.

Ahora bien. ¿Justifica todo esto convertir esa revolución en otra dictadura de partido único y encima hereditaria? En absoluto, y aquí es donde se equivocan gravemente quienes sitúan a Castro a la altura de Nelson Mandela.

No, señores, la diferencia es abismal, porque el sudafricano liberó a su pueblo de su agresor y luego le dio la libertad de que eligiese su propio destino. Por el contrario, Castro se quedó con el poder y persiguió a los que reclamaron que devolviese la soberanía al pueblo. Los dos son admirados en el mundo por sus gestas liberadoras, pero uno decidió no convertirse en dictador y el otro sí.

Por eso, al funeral de Mandela fueron líderes de todo el planeta y al de Castro fueron sus amiguetes bolivarianos, Peña Nieto, el rey Juan Carlos alias “por qué no te callas” y poco más. Por eso, Mandela es un admirado libertador y Castro es un admirado dictador, aunque esto suene tan contradictorio como defender un modelo que uno no lo quisiera para sí mismo.

¿Cuántos de los que han llorado a Fidel Castro resistirían más de quince minutos viviendo bajo las condiciones de su régimen? Que levante la mano quien esté dispuesto a mudarse a Cuba y renunciar a su derecho al libre pensamiento, libre circulación y libre comercio, y esté dispuesto a abrazar la libreta de racionamiento y a votar “democráticamente” entre diferentes candidatos “del Partido”.

Si la levantan, avísenme y les consigo, si encuentro, un pollero que les cruce en balsa a Cuba.

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