
No hubo milagro en el Cerro de la Estrella, Jesús fue crucificado luego de un largo viacrucis por Iztapalapa en el marco de la 174 representación de la Pasión de Cristo.
A diferencia del año pasado, la pasión de Eder, quien personificó al Rey de los judíos, culminó antes de lo esperado.
A las 14:00 horas los actores de la representación ya habían arribado al lugar donde se encontraban las tres cruces para dar paso a la crucifixión. Debió morir a las 15:00 horas, sin embargo, debido a la premura de la representación, Jesús dijo sus últimas palabras unos 20 minutos antes; dio su último suspiro antes de lo previsto.
El orden imperó en el Viernes Santo, el COSSIAC siguió al pie de la letra los horarios, los romanos acataron órdenes y los granaderos y policías se mantuvieron al margen de las indicaciones del staff.
Incluso la gente estaba sorprendida, pues en años pasados el desorden era el gran protagonista del viacrucis.
La calle Aztecas estuvo saturada durante casi toda la jornada, gente iba y venía, los vendedores ambulantes aprovecharon la oportunidad para hacer su agosto y la mayoría de las casas mostró un letrero para que los asistentes, cerca de 900 mil personas, pudieran usar el sanitario.
El viacrucis comenzó en la casa de los ensayos. La gente se formaba a las afueras, todos querían ver a Jesús en la pequeña celda simulada dentro del lugar que desde hace más de 70 años se usa para realizar las pruebas previas.
A los asistentes no les importó esperar hasta 50 minutos para ver a Eder Arreola, el Cristo de Iztapalapa, sentado en su calabozo aunque fuera sólo por unos segundos.
La mayoría de las personas que entró sólo lo hicieron para criticar: “Le queda mal la peluca”, “el ángel está muy maquillado”, “este Jesús está más alto que Ariel (quien el año pasado interpretó al personaje)”; al final del día, como dice Doña Teresa, “a la gente nada le gusta y ningún chile le acomoda”.
Jesús estaba tranquilo, quizá porque su ángel lo acompañaba, ese quien hasta el último momento lo escoltó como si fuese su propia sombra.
Al salir de la casa de los ensayos, Esther no pudo contenerse y comenzó a llorar, pareciera que quién estaba ahí era el verdadero Cristo y que ella fuese sumamente afortunada porque tuvo la oportunidad de tenerlo a tan sólo un metro de distancia.
Mientras la mujer era consolada por su hija de unos 15 años, unos jóvenes vestidos de romanos no dudaron en burlarse.
“Que no chingue, ya ni mi mamá chilla y eso que yo salgo de romano y está bien pesado”, le cuchicheó Hernán a Tobías.
Los adolescentes llevan cinco años consecutivos participando en la pasión, aseguran estar acostumbrados al comportamiento irracional de la gente pues “luego dramatizan como si esto fuera en serio”.
La diferencia entre esta representación y la del año pasado es mucha, comenzando por el orden, las incomodidades, los ambulantes y la ley seca.
Hace un año el Comité Organizador de Semana Santa, liderado por Miguel Larrauri, fue sumamente criticado por hacer caso omiso al nombre de la asociación; la tradición se había manchado debido a la falta de estructura y orden.
Sin embargo, en esta ocasión todo fue diferente. Los granaderos se comportaron a la altura de las circunstancias, ahora no amedrentaron ni golpearon a nadie, no vapulearon a los romanos, quienes estaban tan metidos en su papel que sentían que ellos eran dueños y señores de la representación.
Este Viernes Santo, concuerdan iztapalapenses, distó por mucho de la pasada, lo único que no cambió es el olor, la pasión posee un aroma característico, el ambiente huele a estiércol de caballo.
No obstante, fue evidente la falta de equinos, lo que ayudó un poco a mantener el orden en las calles de la delegación.
Lo que más llamó la atención es la afluencia, ya que aunque las autoridades capitalinas esperaban a cerca de dos millones de personas, entre el jueves y viernes, sólo acudieron 950 mil.
Las quejas por el calor fueron unánimes. La temperatura para el medio día, cuando comenzó la representación, ascendió a 30 grados.
El semblante de Eder nunca cambió, denotó tanta tranquilidad que pareció no importarle el sol, los jalones, ni las humillaciones que desde la casa de los ensayos hasta la macro plaza ha recibido.
Mientras, Judas Iscariote, el apóstol traidor, suplica ante el Sanedrín que liberaran a su maestro, ése al que un día antes vendió por unas monedas de plata.
Eder sabe lo que lo espera pero lo entiende, al final del día su amor por la tradición de Iztapalapa es lo que lo llevó a estar ahí.
Al llegar ante Pilato no hay vuelta atrás, su viacrucis ha iniciado.
Los asistentes lo miraban, el morbo los tenía ahí, el calor, los empujones, los gritos pasaron a segundo plano, todos estban a la expectativa de ver cómo sería azotado y lastimado por sus verdugos.
Los azotes comenzaron, el ángel no se despegó de él ni un solo momento, aunque parecía que el no la estaba pasando bien.
Desde el jueves el armazón con el que le sujetan las alas, que pesan cerca de 15 kilos, lo lastimó. Su rostro lo dice todo, quizá él es quien está viviendo el verdadero viacrucis.
Por más de dos horas Eder caminó por las calles de Iztapalapa con una cruz a cuesta de más de 95 kilos, misma que fue hecha especialmente para él.
En la segunda caída se encuentró con María, su madre, no dejó de llorar desde que se enteró que su hijo había sido aprehendido por el ejército romano. La escena es conmovedora, saben que es la última vez que se verán estando Jesús vivo.
Eder continuó con su procesión, a diferencia de lo que dice la Biblia, en la representación iztapalapense se hacen siete caídas en lugar de tres.
La gente se aglomeraba en dos de ellas, para los asistentes estar en la cuarta caída y ver cómo Verónica cubre la cara de Jesús con un manto para secar su sangre es como presenciar un verdadero milagro, esto debido a que una vez que la mujer lo limpia, su rostro quedó dibujado en la tela blanca.
La otra, la quinta caída, fue aquella donde la samaritana le ofreció un poco de agua a Jesús. La escena duró poco menos de cinco minutos, pero para poder verla la gente esperó más de cuatro horas.
La conciencia de Iscariote no lo dejó en paz, decidió ahorcarse en un árbol, la muerte pareciera trágica pero para la gente pasa desapercibida.
Con la ayuda de Simón, Jesús logró llegar al Cerro de la Estrella, la cruz que cargó estaba totalmente manchada de sangre y tallada de la parte de abajo por traerla a rastras.
Dimas y Gestas, los ladrones que lo acompañaron durante su muerte, fueron subidos a sus cruces.
El Viacrucis de Eder ha terminado, está ahí, a la vista de todos, diciendo sus últimos parlamentos.
Copyright © 2017 La Crónica de Hoy .