
El periodista Jesús Yáñez Orozco expresó que, si bien, dos de los grandes momentos del Festival de Avándaro se dieron durante la presentación de Peace and Love, con los temas “Mary Marihuana”, una adaptación del clásico de los Beach Boys llamado “Hully Gully”, y “We Got The Power”, el tercer momento importante se dio con el nacimiento del mito de “La encuerada de Avándaro”.
“Ocurrió mientras tocaba el grupo El Ritual. A un costado del escenario, seis metros de altura, sobre el camión donde se encontraba la planta de luz que surtía de energía, una chava comenzó, cadenciosa, sensual, a hacer streap tease. Todos quedamos pasmados, boquiabiertos. Poco a poco se desprendió de sus prendas. La camiseta blanca de algodón la lanzó a los espectadores que la miraban como una diosa a sus pies. Era de madrugada”, expresó.
“Coincidió que tenía entre mis manos prismáticos, de esos que se usan en los teatros, que me había prestado un amigo y quien se había quedado dormido, vencido por el cansancio. Quedé patidifuso cuando, a través de los dos diminutos lentes de aumento, llegaba nítida, su imagen. Desnuda del torso, en su pecho aparecieron dos pequeñas lunas llenas con dos diminutas estrellas apagadas, enhiestas, en el centro”, añadió en uno de sus artículos.
“Algunos gritaban ‘pelos… pelos… pelos’, pero la llamada Encuerada de Avándaro, no se quitó las bragas. Uno de los músicos del grupo le dio una playera blanca y la joven se volvió a vestir. La chica descendió. Nadie la molestó. No se supo de ella. De ahí no pasó”, complementó.
Al día siguiente del concierto en los titulares de los medios de comunicación figuraba el discurso sobre la juventud perdida: “Nudismo y marihuana”, aparecía en el diario Excélsior, y el más famoso “¡Avándaro el infierno!”, de la revista Casos de Alarma, con la imagen de la famosa “Encuerada” en la portada, en que hicieron una dramatización de lo sucedido.
El artículo “La misteriosa identidad de ‘La Encuerada de Avándaro’”, de la revista Playboy, publicado en el 2019, documenta que aquel texto de Casos de Alarma fue bautizada en su texto como Macrina: “Macrina había sido llevada al libertinaje por la terrible influencia de ‘El Chiro’, un hippie que justificaba su lujuria y falta de moral con la frase ‘Paz y Amor’. La protagonista había sucumbido al encanto debido a su madre, una divorciada que pasaba buena parte de su vida disfrutando la pensión de su exesposo con sus amantes”, explica.
“Porque los jóvenes mexicanos no tienen por qué caer en el hipismo. No hay razón alguna… La familia sigue siendo el principio de nuestra sociedad, y cuando se vive en la armonía familiar ni crecen tanto los cabellos ni ellos tapan un mezquino lodo cerebral”, añade el texto en el cual se cuestiona si la culpa del alboroto es de los padres incapaces de educar a sus hijos.
A diferencia de Yáñez, el académico y político José Woldenberg asegura que este hecho ocurrió en otro momento y no cuando tocaba El Ritual, así lo testificó para el libro Estremécete y rueda, del célebre Federico Rubli Kaiser: “Tocaba La División del Norte, el público estaba eufórico, “un fuerte alarido atrajo mi atención… (Sobre un tráiler) una chava morena de pelo negro, lacio y largo con una cinta alrededor de la cabeza bailaba rítmicamente, sólo que estaba en pantaletas, pues se había quitado los jeans. Después de un rato se volvió a poner sus pantalones. Siguió bailando…”, dijo.
“Esporádicamente se alzaba su playera blanca para dejar al descubierto sus senos, sin brassier, desde luego… hasta que decidió despojarse de toda inhibición quitándose su playera de color blanco. Después de un rato, el personal de la organización la retiró del techo del tráiler. No se volvió a saber nada de ella en toda la noche, ni nunca más”, añadió.
Luego de la dramatización de Casos de Alarma, que se inventó una historia a partir de la historia de esta mujer en Avándaro con fines de dar un mensaje moralizador, la revista especializada en rick y cultura Piedra Rodante calificó a la dramatización como: “Los piratas del periodismo, los gacetilleros, los saca planas y los que simulaban ser periodistas para ocuparse de quehaceres misteriosos”.
Así que se dio a la tarea de buscar a la mítica Encuerada de Avándaro para entrevistarla. Lo consiguieron. O algo así. Su nombre era Alma Rosa González López, regiomontana que tenía 16 años y era ex estudiante de secundaria. La pregunta que todos tenían en mente era la razón detrás de la decisión y ella contestó de la siguiente manera:
“Pues mira, traía una camiseta blanca, de hombre, y los chavos que pasaban me veían con morbo. Entonces yo quería decirles de alguna manera: ‘¡aliviánense!’. Me molestaba que me vieran con mala idea, no me gustan las morbosidades, a mí, sólo lo que es natural. Entonces pensé que estaba okay, que debía hacerlo para que se alivianaran los demás”, dijo en la revista hecha por el fallecido periodista José Luis Benítez “El Bunker”.
Sin embargo, años después hubo otra revelación. Esa entrevista resultó ser una invención por parte de la publicación, misma que sería desmentida en el año 2001 por el periódico La Jornada donde Oscar Sarquiz, conocido crítico de rock en entrevista con Manuel Aceves (director editorial de Piedra Rodante en tiempos de Avándaro) sacaría los trapitos al sol de semejante osadía a la luz de “la honorabilísima Dirección Federal de Seguridad que al amparo de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública en donde yace clara y transparentísimamente, la verdadera identidad de esta joven quien hoy debe vivir a sus 64 años con una sonrisa perpetua e inmortal debido a su travesura”, escribió Woldenberg en el 2016.
“El patético incidente de la ‘encuerada’ ha sido exagerado más allá de toda proporción: su grotesco y torpe strip (sin tease) sobre la camioneta mudancera que transportó y albergó al Tri —no ‘en lo alto del escenario’ como alguien alucina—, fue tan tímido y falto de sensualidad que recordarla aterida, tiesa y plana, con los calzones a los tobillos por breves segundos, me incomoda”, escribió Sarquiz en su reveladora entrevista.
El nombre e historia de Alma Rosa González López se inmortalizó e incluso se filtró en obras de Carlos Monsiváis y José Agustín. Pero a raíz de la controversia entre Oscar Sarquiz y Manuel Aceves surgió un deseo por saber la verdad detrás de la supuesta entrevista.
La investigación llegó a los archivos oficiales y se reveló la verdadera identidad de la “Encuerada”: Laura Patricia Rodríguez González Alcocer, de 18 años y originaria de Guadalajara, Jalisco. En su expediente del 25 de septiembre de 1971 se describe que su padre era propietario de negocios de abarrotes y su madre era ama de casa.
El informe del director federal de Seguridad capitán Luis de la Barreda Moreno comienza de la siguiente manera: “Debido a que en el Festival Pop efectuado en Avándaro, Estado de México, el pasado 11 del mes en curso degeneró en actos indecorosos y gran tráfico de enervantes, procediendo una de las asistentes entre otras, a desnudarse públicamente al compás de la música moderna. La policía judicial federal procedió a la localización y detención de esta mujer quien resultó ser Laura Patricia Rodríguez González Alcocer. Agentes de esta dirección intervinieron en el interrogatorio, con el objeto de saber si existen intereses ideológicos contrarios a nuestro sistema y avocados a degenerar nuestra juventud”.
Dijo “que estudió en la Universidad de Guadalajara, Jal., habiendo realizado sus estudios preparatorianos y que desde que empezó a tener uso de razón nunca tuvo la oportunidad de platicar con sus padres porque estos no tenían tiempo ya que se encontraban totalmente dedicados a sus negocios; y sintiéndose sola buscaba compañía de diferentes personas de su sexo o sexo opuesto en su medio estudiantil; teniendo todas las libertades para asistir a cualquier sitio y poder llegar a su casa a la hora que quisiera…”.
Sobre este documento, llama la atención que la persona que redacta el informe intenta conducir la declaración de la chica hacia un discurso que señala a los padres como responsables del supuesto “devaneo” de la joven. La independencia y autonomía que ella demuestra se entiende como una forma de desorientación ocasionada por el descuido de los padres, que le permiten vivir con libertad. Todo ello era muy acorde con el discurso de la prensa, que creó una campaña que apelaba al “retorno de los valores familiares”.
Esta fue la única noticia que se tuvo de Patricia Rodríguez, una chica más de las múltiples que se dejaron llevar por el amor libre de Avándaro. Porque ante la confusión de todo, desde las versiones de los testigos hasta las versiones oficiales cuya veracidad también puede ser cuestionada, lo que se puede concluir es que no hubo solo una “Encuerada de Avándaro”.
De hecho, Alex Lora, quien rinde un homenaje a la leyenda llamando a una canción “La Chava de Avandaro”, la cual forma parte del álbum oye cantinero de 1972. “Cuando se encueró la primera, porque hubo más de una, nosotros estábamos abajo en la mudanza y ella se encuera arriba del camión, que de repente se empezó a mover . Es cuando nos dicen que una chava se estaba encuerando allá arriba. De ese momento es que inventé la canción sobre la noche de Avándaro... es esa de lágrimas en la lluvia, que ya grabe después…”, dijo, destacando el comentario de que no solo fue una.
Años después del informe sobre Patricia Rodríguez se dijo que fue detenida por las autoridades policíacas “con el objeto de saber si existen intereses ideológicos contrarios a nuestro sistema y abocados a degenerar a nuestra juventud”. Incluso la propia Dirección General de Seguridad llegó a juzgarla públicamente.
“Una joven sumida en el vicio de las drogas, gracias al abandono [que] de ella hicieron sus padres. Se desenvuelve en el medio ‘hippie’ otorgando sexo por droga diariamente en la Zona Rosa… Es una mujer que se está consumiendo en el vicio, a tal grado que ya no coordina sus ideas”, dijeron las autoridades.
Lo cierto es que Laura Patricia, “La Encuerada”, quedó inmortalizada como un icono de la rebeldía de la juventud mexicana. Pasó a la historia oficial como símbolo del degenere y frenesí del festival, y en la historia real como el primer símbolo de liberación femenina mexicana.
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