Escenario

Peter Weir y la rareza de convertir la negación en arte

Especial. El cineasta australiano fue homenajeado en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato y en entrevista con Crónica habló de su historia, creatividad y nuevo proyecto

Especial. El cineasta australiano fue homenajeado en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato y en entrevista con Crónica habló de su historia, creatividad y nuevo proyecto

Peter Weir y la rareza de convertir la negación en arte

Peter Weir y la rareza de convertir la negación en arte

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El cineasta australiano Peter Weir ha vivido de la negación. Siempre supo que sería director de cine; sin embargo, en su juventud prefirió estudiar Derecho en la Universidad de Sydney. Lo sabía porque al terminar sus estudios decidió trabajar en la cadena de televisión Sydney ATN-7, donde trabajó como asistente de producción en el programa de comedia The Mavis Bramston Show. Así pasa con sus películas.

“Puede sonar falso o afectado pero es verdad: le he dicho que no a todo lo que viene de afuera, que no son historias originales. Le dije que no a Truman, a La sociedad de los poetas muertos, y sólo entonces sabía que de verdad quería hacerlas. Si digo que no y son fuertes, vuelven a mí”, expresó el realizador de 72 años, en entrevista con Crónica.

“Me despierto en medio de la noche pensando en esos muchachos en la escuela o escucho una pieza musical y pienso ‘Eso es el show de truman!’. Debo ser cuidadoso y no llamar a mi agente demasiado pronto, porque generalmente me toma una semana cambiar de opinión. Así que básicamente le digo que no a todo”, añadió.

Peter Weir se encuentra de visita en México. Ha recibido la noche del viernes la Cruz de Plata por su trayectoria, que es el máximo premio que entrega el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés) y que este año celebra su edición 20: “Siempre son gratos este tipo de reconocimientos y yo los disfruto”, dijo Weir, al recibir su tributo en el Teatro Juárez de la capital guanajuatense.

Weir es una rareza en el mundo del cine. Ha encontrado en sus historias una forma de unir el trabajo autoral y comercial como pocos. Es un director paciente, en casi 40 años de carrera ha filmado 14 películas, pero todas con un mérito importante, al grado de ser admirado por otros cineastas consagrados como Stanley Kubrick, quien hizo pública su admiración, incluso desde la época más underground del director de Sidney.

Pieza clave de la impetuosa generación australiana de cineastas de los años 70, Weir es un buen ejemplo del tránsito natural de muchos realizadores de la temprana indagación creativa a formas más experimentales. En su carrera tiene una lista de filmes entre los que destacan Picnic en Hanging Rock (1975), Gallipoli (1981), Único testigo (1985), La sociedad de los poetas muertos (1989) y The Truman Show (1998), sólo por mencionar algunas, muchas veces con historias de personas que se encuentran en un mundo que no les pertenece:

“Es interesante porque a veces siento que voy a repetirme. Así que un poco como una mina de plata dilapidada, cada vez tengo que cavar más profundo para encontrar la plata (…) En mi caso, Australia es una nación joven. En 1820 si estabas en Portsmouth tenías la opción de ir a Nueva York o Sydney, a Nueva York eran seis semanas en barco y a Sydney eran 6 meses”, dijo el cineasta en entrevista.

“Quien iba a Australia, era con la intención de no volver. Crecí en una sociedad huérfana, europeizada. Muchos australianos se reían de mí cuando en mi cine planteo preguntas como ¿quiénes somos?, ¿cuáles son nuestras raíces? Así que luego fui a buscarlas a Europa, a Gran Bretaña. Creo que esa sensación de no tener raíces se traduce en mis películas en gente que está un poco fuera de su ámbito, que no encaja bien y que está buscando su camino”, agregó.

Para el cineasta una de las principales fuentes de inspiración es el poder ver otras disciplinas artísticas, algunas de ellas que lo han marcado por toda su vida: “Si tengo que elegir una, serían las naturalezas muertas de Van Gogh, Cezanne y Matisse. ¿Por qué los pongo juntos? Hice un estudio de flores y frutas y mire estas pinturas. Girasoles para Van Gogh por supuesto”, contó.

“Necesitaba entender por qué tenían tanto poder. No hay rostros ni paisajes, pero las imágenes hacen que te sientes. ¡Son muy fuertes! No es la técnica, es algo que dejan en la pintura, un pedazo de su alma. Me fasciné. Algunas de las pinturas me afectaron, aquellas que conservan pedazos de su alma. ¡Es milagroso! También en la música. Yo intento hacerlo en las películas, aspiro a eso. No es una fórmula, pero siento que esas obras me animaron y me dijeron que puedo lograrlo”, comentó.

Hoy en día, el cine ha arropado a las nuevas tecnologías casi en todos los niveles, sobre todo en el último año se ha discutido el tema de la realidad virtual como una vertiente del cine, “seamos honestos, soy de una generación que casi se está despidiendo. Espero que no mañana y antes haga otra película. Pero para la nueva generación, ustedes deben explorar estas tecnologías porque no estamos seguros de hacia dónde van o qué se puede hacer con ellas. Quizá estén emocionados, pero yo no. Quizá es generacional. Me gusta ver y hacer películas de la forma que lo he conocido toda la vida”, explicó.

Finalmente habló de sus próximos planes. No se retira pero aún no tiene un proyecto en puerta, a siete años de su más reciente filme Camino a la libertad (2010), “no lo he pensado, porque no le he cerrado la puerta a hacer cine. Tengo un proyecto que podría hacerse así que me sostengo a él. De otra manera no es poco razonable la idea de escribir, porque amo leer. Es mi hobby. Leo de todo, a veces tomo un solo tema y me dedico a él, como leer todas las grandes novelas rusas y me divierte. Y luego paso a otro tema. Amo leer sobre historia. Posiblemente de ahí surja mi nueva película”, dijo.