En el 2013, cuando se dio a conocer el cartel del Vive Latino, causó cierta sorpresa leer a Armando Palomas como uno de los cantantes invitados. Uno de los factores ante tal reacción es que se trata de un artista que ha forjado su carrera desde la anarquía, desde una obra influida por la esencia de los poetas malditos. Su respuesta entonces fue: “Escenario grande y escenario chico, para mí es lo mismo”.
Su historia ha sido inmortalizada en Urbanhistorias del rock mexicano I y II del pintor Jorge Flores Manjarrez, un mural que reconoce a las figuras del rock mexicano ubicada en el Metro Chabacano, en el que también están figuras como Alex Lora, Ely Guerra, Roco (La Maldita Vecindad) y Saúl Hernández (Caifanes), por mencionar algunos. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de los rockeros, se ha ganado el mote de cantautor de culto al usar la creatividad en letras de una música inclasificable, y por otras razones que él mismo reconoce.
“Es una condición que me han dado. Soy un tipo que giro por toda la república, en lugares maravillosos y en lugares miserables. Me llaman de culto porque canto donde parece imposible tocar”, expresó Armando Palomas, en entrevista con Crónica, a propósito de su próximo concierto este viernes en el Lunario del Auditorio Nacional.
“Por ejemplo, después del más reciente Lunario (diciembre, 2017), me había ido a tocar a un table dance en Puerto Vallarta, porque me contrató el dueño. Me dijo: ‘Ese día mis putas no trabajan’, cuando llegué todas las chicas estaban vestidas de gala, como si fuera algo especial. Mi camerino era su propio camerino. ¡Carajo!, ese día llegó un poeta de la región y me regaló un cuaderno con sus poesías. Llegó vestido de charro”, recordó.
Su popularidad no se encuentra a nivel comercial, sin embargo, ha cosechado un grupo de fanáticos en todo el país que lo han mantenido como una figura con alma de punk, que le canta a lo amoroso: “Hace dos años en Guanajuato convoqué a un concierto, les dije que se lo iba a regalar a aquellas personas que llegaran con un tatuaje mío. Ese día llegaron más de 100 personas. Me sorprendió verlos con mi jeta, estaba mi cara tatuada en sus hombros, en sus piernas o hasta señoras con letras de mis canciones en sus brazos. Gente de 18 a 60 años. No sé si he hecho bien o mal las cosas, pero eso me dijo que las hice sinceramente”, destacó.
Este viernes celebrará el concierto 1,700 de su carrera en el Lunario, “tengo dos casas en México Distrito Federal, como diría Chava Flores: El Lunario y el Multiforo Alicia”, dijo. Ahí este viernes estará acompañado por grandes exponentes del rock nacional: Piro Pendas (Ritmo Peligroso) y Rubén Albarrán (Café Tacvba), además de Jaime López, José Cruz, Muñeco (Nana Pancha), El Chino (Los Victorios) y Salvador Moreno (La Castañeda). Ahí también dará un avance de su nuevo disco.
“He tenido que sacrificar presentaciones para escribir, pero ha valido la pena. Habrá un tema en especial que creo que quedará muy presente en la gente, de esos que se quedan tatuados en la piel, que se quedan en el alma. Se trata de divertirse. El día que yo deje de divertirme en este asunto que es la música pongo una píldora en mi vaso. No quiero que el hastío me llegue”, dijo.
A propósito de las musas, “estoy en un momento bastante nostálgico de la vida. Volteo para atrás y me digo que soy un músico exitoso, con muchos conciertos, me digo que tengo que agradecer a todas las deidades del mundo y del inframundo que sigo vivo. En este momento soy como una basura que está en el mar, me estoy dejando llevar por las olas”.
“Estoy cerrando los ojos sin pedirle nada al futuro, ni arrepintiéndome del pasado, y la verdad, sin que me importe mucho el presente. Estoy como en una cámara fotográfica, viendo las postales amarillentas de mi cabeza; también hay recortes de periódico, imágenes de cuando era niño e iba a ser un gran beisbolista. Tengo muchos recuerdos de mi papá. Todas esas cosas me mandan como a una isla llamada nostalgia, donde me espera soledad, pero, porque soy un hijo de la chingada, sé que en cualquier momento la abandono”, concluyó.
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