
Al hablar de su progenitor Rafael Tovar y de Teresa (1954- 2016), el viernes por la noche en el Palacio de Bellas Artes, Rafael Tovar López-Portillo dijo que este lugar recoge la vida entera de su papá y es en donde se puede entender su pasión creadora y su vocación al servicio del país desde distintas disciplinas.
“Este recinto es acaso el lugar en el que, a través del cual, podría contarse la vida de mi padre. Es a este lugar adonde se dirigía los domingos de su infancia y adolescencia, dejando atrás el mundo decimonónico de casa de su abuelo Guillermo, para adentrarse en el mundo de la música, su eterna compañera”.
Recordó que fue en ese palacio desde donde despachó, primero como director del INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes), después como presidente del Conaculta (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes) y finalmente como Secretario de Cultura.
“Fue aquí que, a mis 11 años, le pregunté qué era para él la muerte, respondiéndome que la muerte sería no volver a escuchar el concierto para piano número 23 de Mozart”.
Fueron las palabras de su hijo durante el relanzamiento de los libros El último brindis de Don Porfirio y De la paz al olvido, los cuales, dijo, “nos dan la oportunidad de honrar la memoria de mi padre, pero también de recordar estas dos obras fundamentales para entender, en el caso del primero, el fin de una era y, en el caso de segundo, el fin de una vida, la de Porfirio Díaz”.
Este relanzamiento, llamado “Una visión del fin de una era”, añadió, hace referencia a la era de don Porfirio. “Una era que, a mi parecer, no ha finalizado sino que se ha transformado. Por su parte, la era de Rafael Tovar y de Teresa es una que tampoco finaliza, pues su obra, toda ella, literaria y política, perdurará, al igual que la de don Porfirio, por muchos años más”.
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