Cicerón Flórez Moya (1936) es un maestro de la palabra escrita. Nació en Chocó, Colombia, y ha sido periodista, ensayista y articulista en diferentes medios de su país, pero también ha sido un lector voraz de la literatura en español de los últimos 500 años.
Apasionado de los poetas del siglo de oro español y de la traición modernista, Flórez Moya acaba de publicar su primer libro de poemas que presentó en la reciente Feria Internacional del Libro de Bogotá, bajo el título de El gran amor, paisaje escrito que se acerca al espíritu de los poetas místicos, pero también al intimismo de Jaime Sabines, Pablo Neruda o Valter Hugo Mae. Sobre esto charlamos con el poeta colombiano:
— Aunque fue siempre lector de poesía, nunca había publicados sus versos hasta este momento ¿cómo surge El gran amor?
— El gran amor es un trabajo de varios años, en torno a ideas y sentimientos que fui cultivando día con día como un ejercicio de la vida, un ejercicio de la existencia. Por ejemplo, en la poesía de San Juan de la Cruz se ha exaltado ese sentimiento. El amor también ha sido cantado por poetas como Teresa de Jesús y otros que consagraron en la literatura este sentimiento. Es por dar a conocer esa expresión poética, este curso de vivencias que me he atrevido a reunir en un libro para entregárselo a todos los que quieran acceder a su lectura, para todos los que quieran identificarse con las palabras, los gestos, los sentimientos que están ahí plasmados. Es un libro que se gestó desde mi juventud, en la década de 1950, y que lo había mantenido inédito. Este libro recoge mis vivencias de Bogotá a Cúcuta, en la frontera con Venezuela. Ésta es una edición osada que recoge esa aventura y ahora lo he convertido en una bella edición que enaltece este trabajo.
— En sus poemas se encuentra el tono de redención cristiana y amor a lo sagrado, al estilo de los poetas místicos, ¿qué importancia tienen éstos en su obra?
— Los poetas místicos son parte de esa gran corriente española de la poesía que son los clásicos, poetas memorables que dejaron tantas huellas y es que reafirmaron su sentimiento existencial más allá de sus convicciones religiosas. Privilegiaron la vida como lo fundamental y el amor como una llama que sigue ardiendo por todos. Yo los he leído y me han inspirado siempre.
— ¿Qué es la poesía para usted con la cual escribió El gran amor?
— Decía el propio Pablo Neruda que la poesía es verdad y el que no la siente ni la ve es porque no está, yo creo que cuando entramos en esta aventura de la poesía lo que estamos haciendo es un traslado público de nuestras vivencias, de nuestros sentimientos, de nuestros sueños, de nuestros encantamientos o de nuestras frustraciones. La poesía es un juego que nos pone realmente al nivel de la existencia que es todo un torrente de posibilidades, de realizaciones, de idas y regresos, de búsquedas y de encuentros y que es, en síntesis, la vida misma. La vida es indudablemente lo que nos da para todo y para todos, para vivir y para morir, y para hacer, y para hacer está fundamentado en algo importante, esto es el amor; por eso decía el poeta norteamericano, Walt Whitman, que aquel que caminó sin amor camina amortajado hacia su propia tumba. Y yo creo que el amor es la gran clave de la vida.
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