
Realmente son pocos los que saben la historia del mexicano que subió a las estrellas la noche del 26 de noviembre de 1985. Cuando el país aún se dolía de las heridas abiertas por los terremotos de septiembre, aún quedaba tiempo para asomarse al prodigio que seguían siendo los viajes al espacio. En la misión que despegaba del Centro Espacial Kennedy aquella noche, iba a bordo el ingeniero Rodolfo Neri Vela, el primer astronauta nacido en este país.
¿Un astronauta mexicano? Esa era la pregunta que meses antes se hacían muchos en este país. ¿Es que había nivel, conocimientos, en fin, alguien que pudiera participar en una misión de la NASA? Lo había. Del mismo modo que en los años ochenta hubo deportistas de “clase mundial” —así dicen ahora los elegantes—, hubo presencia mexicana en esos campos del conocimiento que, articulados, construyen el concepto de progreso.
¿Quién era Rodolfo Neri Vela? Formado en la UNAM desde adolescente, especialista en sistemas de telecomunicaciones, fue incluido en la misión STS-61B del Transbordador Espacial Atlantis. Aunque el objetivo principal de la misión era poner en órbita tres satélites —el AUSSATT II, el SAT-COM K-2 y el Morelos II— Neri Vela, se anunció, también desarrollaría una serie de experimentos diseñados por científicos mexicanos.
Un poco incrédulos, los mexicanos siguieron los preparativos para el despegue del transbordador espacial que llevaba por primera vez a un paisano (también el primer latinoamericano), seleccionado por la NASA para participar. Hubo, ineludiblemente, un poco de chunga cuando circularon algunas fotografías del equipo de astronautas, porque en una de ellas, Neri Vela tenía un sombrero de paja inconfundiblemente mexicano y un sarape al hombro.
Neri Vela, además del programa experimental que llevaba planeado, hizo un copioso trabajo de levantamiento fotográfico de la superficie de la Tierra. Sorprendió a mexicanos y a extranjeros que la NASA aceptara su propuesta de incluir tortillas en los menúes que consumirían en la misión. Circuló por el mundo una fotografía del astronauta mexicano cuando se disponía a engullir un taco. A pesar de las burlas que el humor mexicano nunca deja de producir, la propuesta de las tortillas resultó de lo más interesante para la NASA: tenían valor nutricional, cosa que los mexicanos siempre hemos sabido, y que generaban muchos menos residuos y migajas —y eso no lo sabían los mexicanos— que pudieran afectar los sensibles instrumentos que la misión llevaba consigo.
La misión STS-61B orbitó la Tierra 109 veces, y volvió a casa. Aterrizó en la base Edwards de California a principios de diciembre de ese mismo 1985. Después de aquella misión, Neri Vela colaboró en la creación de la Estación Espacial Internacional. Lleva años insistiendo en que México tiene que invertir en desarrollo espacial. Desmemoriados como somos, y eso no deja de asombrar, hoy en el siglo XXI, Neri Vela a veces ha tenido que aclarar que él nunca fue a la Luna, solamente viajó al espacio. Suena tan sencillo, es, todavía, tan sorprendente como en 1985. (Bertha Hernández).
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