Opinión

Sedentarismo y la mala alimentación: los asesinos silenciosos de los mexicanos

(La Crónica de Hoy)

El pasado 1 de noviembre el director del Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades de la Secretaría de Salud emitió de manera inédita dos declaratorias de emergencia epidemiológica, ante la magnitud y trascendencia del creciente aumento de los casos de diabetes mellitus, de sobrepeso y obesidad en el territorio nacional.

Los datos que justifican estas declaratorias son alarmantes. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, sólo el 25% del total la población que padece diabetes ha sido diagnosticada y ha accedido a algún tipo de tratamiento; México sigue estando dentro de los 10 países con las mayores tasas de prevalencia; desde hace 3 años, la diabetes ocupa el primer lugar como causa básica de muerte (98 mil 450 defunciones en 2015); los costos en salud y en productividad se han incrementado, y hoy ascienden a más de 85 mil millones de pesos anuales y la pérdida de 400 millones de horas laborales, que equivalen a cerca de 185 mil empleos de tiempo completo.

Por otro lado, información relacionada al sobrepeso y la obesidad revela que vivimos verdaderamente una epidemia de grandes proporciones, en razón de que más de la mitad de los mexicanos están en esta condición (60.6 millones), de los cuales el 73% son adultos y el 35% son niños y adolescentes.

Este escenario —sin el ánimo de ser catastrofista— nos posiciona en la antesala de un grave problema de salud pública, que en el corto y mediano plazo representará serias afectaciones en la salud de los mexicanos, en el incremento exponencial del número de defunciones, en el aumento de la carga financiera y en serias afectaciones económicas.

Aunado a lo anterior, de acuerdo a la Organización Mundial de Salud, el sedentarismo es uno de los factores que afecta a la salud de las personas, de la misma manera que lo hace la mala alimentación, el consumo de alcohol o cigarros y los diversos tipos de enfermedades. De acuerdo a este organismo, los niveles de inactividad física son elevados en prácticamente todos los países desarrollados y en desarrollo, y se estima que el 60% de la población mundial no realiza ninguna actividad física.

Ante tal situación, debemos reconocer, que si bien las acciones y medidas de prevención, promoción, diagnóstico oportuno y de control pueden contener el avance de esta epidemia, es necesario fomentar un cambio de paradigma que fomente una vida saludable y adecuada alimentación, y sobre todo, buscar formas que eviten la vida sedentaria.

Aunque difícilmente podremos contener y cambiar de manera inmediata los factores externos como el incremento poblacional, el aumento del uso de los medios de transporte “pasivos”, la contaminación del medio ambiente, el consumismo, la pobreza, y en general, prácticas propias de la vida moderna, promover cambios en la mentalidad y en los estilos de vida de la población puede ser un mecanismo con mayor eficacia.

La concienciación sobre la importancia y los beneficios de realizar actividades físicas, el cambio de hábitos alimenticios, leyes que fomenten la producción de alimentos orgánicos, la difusión de información nutricional, políticas públicas que disminuyan el uso de los automóviles de combustión, entre otras, sólo podrán dar resultados, si existe voluntad de la población y del gobierno de comenzar un cambio en el estilo de vida de la población mexicana.

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