
La bióloga poblana Edna Leticia González Bernal, investigadora del Instituto Politécnico Nacional (IPN), está consciente de que la mayor extinción de animales vertebrados que está en marcha en el planeta es la de las ranas, sapos y salamandras. Por esto, al concluir su doctorado en herpetología en la Universidad de Sidney, Australia, decidió regresar a México y buscar una plaza de trabajo científico en Oaxaca, que es el lugar con más anfibios en este país.
Ahora es una exploradora de los bosques mesófilos de la Sierra Norte de Oaxaca, particularmente de la región de la Chinantla, y combina sus días en busca de anfibios entre largas caminatas en montañas de pendientes inclinadas, arroyos sinuosos, piedras sueltas y vegetación ingobernable. Simultáneamente, promueve y participa en largas pláticas y reuniones de trabajo y planeación con habitantes de las comunidades dueñas de esos terrenos, muchas de las cuáles dedican voluntariamente parte de sus propiedades a la conservación del medio ambiente.
En entrevista exclusiva con Crónica, tras recibir una de las Becas para Mujeres en la Ciencia L´Oréal-Unesco-Conacyt-AMC 2017, Edna González explica que una de sus prioridades es arrojar luz y ayudar a comprender uno de los grupos de seres vivos más amenazados y menos estudiados. Específicamente, ella estudia seis especies de anfibios que únicamente habitan en ese lugar del planeta: Oaxaca.
Los anfibios están expuestos a graves amenazas, entre las cuales se podrían subrayar cinco: 1) la contaminación de los cuerpos de agua dulce; 1) la presencia de un hongo que afecta a su piel y los está matando; 3) la introducción de especies invasoras que se comen los huevos de los anfibios, 4) el cambio de uso de suelo por tala de los bosques y 5) el cambio climático.
— ¿Qué se siente estar sola en la Sierra, como mujer y buscando a un grupo de animales difíciles de encontrar en pleno bosque?
— Son muchos sentimientos. En cuanto salgo de la ciudad y empiezo a ver la vegetación siento que vale la pena todo este esfuerzo y sacrificios personales para rescatar ecosistemas y seres vivos.
Yo si recuerdo, desde chica, que me veía como una adolescente latinoamericana revolucionaria que quería cambiar las cosas y hoy me doy cuenta de que aquí sí estoy haciendo algo, a partir de la ciencia. Desde mi frente estoy impulsando un cambio, salvando a los anfibios, haciendo algo que me apasiona y hablando con las comunidades. Entonces veo que tiene sentido mi vida.
En este caso, al estudiar los anfibios estoy visibilizando un grupo que históricamente ha sido ignorado y menospreciado en general.
— ¿Y qué pasaría si desaparecieran los anfibios del planeta?
— Uy, eso sería una catástrofe. Sería una desgracia porque este grupo cumple con varias funciones ya que están en la parte media de muchas cadenas tróficas o alimenticias. Para empezar, las ranas, los sapos y las salamandras son depredadores de insectos. Si desaparecieran tendríamos una serie de plagas con las que sería difícil lidiar. Pero además se pierde de vista que los anfibios también son presas de otros animales mayores, como reptiles y aves, que se quedarían sin una fuente importante de alimento.
Además hay otras funciones que ahora comenzamos a entender mejor como las que desempeñan los renacuajos en los cuerpos de agua. Hoy vemos que si desaparecieran los renacuajos de los cuerpos de agua dulce, proliferarían otros organismos y la calidad del agua mermaría—, indica la bióloga.
González Bernal es parte del grupo de talentos mexicanos que han sido repatriados en los últimos cinco años a través del programa Cátedras Conacyt. Tras regresar de Australia, fue adscrita al Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR), Unidad Oaxaca del IPN.
Al recordar su infancia, en Puebla, agradece la disposición de sus padres para cumplir cada domingo su deseo infantil de visitar el museo de historia natural de la capital poblana, donde no se cansaba de observar los dioramas y los animales disecados que representaban a diferentes ecosistemas, como la sabana o la selva.
— En mi familia no había científicos, pero recuerdo y agradezco mucho a mis padres haberme enseñados dos cosas muy importantes: mi papá nos enseñó a amar a los animales y a cuidar la naturaleza, pues nos explicaba la importancia de proteger el lugar donde vivimos. Y mi mamá siempre nos enseñó mucho la importancia de que ayudáramos a otras personas, que entendiéramos que vivimos en sociedad y que los que tenemos algo, aunque sea poco, tenemos que ayudar a los que tienen poco o nada.
Esas dos formas de ver el mundo se unen ahora en el trabajo que hago en comunidades como La Esperanza, en la región de la Chinantla, donde podemos trabajar con comunidades que, mis respetos, han decidido conservar y tiene un nivel de organización en el que evitan la cacería o la tala ilegal, pero también aprenden y adoptan nuevas formas de aprovechar sus tierras sin destruir los ecosistemas.
Gracias a este trabajo con las comunidades, la doctora González Bernal descubrió y reportó una especie que se desconocía en el mundo: Charadrahyla esperancensis, “La Esperanza”, reportada a la comunidad científica el 3 de octubre de 2017 en la revista Zootaxa.
“Decidimos nombrar a la rana ‘La Esperanza’, en reconocimiento al esfuerzo que hace la población de la comunidad con el mismo nombre, al proteger sus bosques y por consiguiente (aún sin saberlo) a los anfibios que habitan en ellos”.
La científica mexicana reconoce que en el trabajo de conocimiento y defensa de los anfibios en México “todavía estamos en pañales” y que hay graves amenazas, pero agrega que es tiempo de cambiar el discurso depresivo y ver lo que sí se está haciendo bien para reforzarlo.
“Yo, como científica y mujer, siento que las cosas están cambiando. Hay que educar y hay que dar esperanza. Esto hace que más gente se involucre y, de alguna forma, permite que sintamos que tenemos libertad para elegir cuál será el destino de nuestra naturaleza y que somos poderosos para conservarla”, indica Edna Leticia González Bernal.
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