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Sin trabas, compró cianuro por internet y se quitó la vida

Lourdes, una comerciante de 36 años de edad, hizo su pedido por internet, realizó el depósito correspondiente; a los cinco días le enviaron el paquete a su casa y... ◗ Este caso es parte del 15% de los suicidios por envenamiento con sustancias tóxicas documentados por el INEGI ◗ En redes sociales proliferan “guías para suicidarse” sin dolor y, la utilización de cianuro es una de esas formas: “Lo tomas y en 5 minutos ya estás en otro lado”

Mujer sentada en el suelo con pastillas cerca
Mujer sentada en el suelo con pastillas cerca Mujer sentada en el suelo con pastillas cerca (La Crónica de Hoy)

[ Segunda parte ]

Al mediodía del 7 de diciembre de 2017, Lourdes realizó el pago a una tienda de conveniencia: 746 pesos; le cobraron 346 por medio kilo de cianuro de sodio, más 400 de IVA y envío a su domicilio.

De acuerdo con los registros de compra-venta y bancarios obtenidos por Crónica, la empresa aparece con el nombre de Laboteca. La promesa de entrega fue para el día siguiente, aunque el producto llegó hasta el martes 12 de diciembre.

El contacto y toda la transacción se realizó por internet. En el último correo, una representante del establecimiento deseó a la clienta “Feliz navidad y excelentes fiestas”… Ya no las habría: con el cianuro, Lourdes se quitó la vida la noche del viernes 22.

No parece ser un caso aislado: según los últimos datos del INEGI, cuantificados en 2015 y compartidos en un reporte oficial de la Organización Mundial de la Salud publicado en 2017, el 15 por ciento de los suicidios en el país ocurre por envenenamiento con materiales tóxicos, entre éstos el cianuro. En las mujeres, el porcentaje alcanza el 22 por ciento.

Conforme a las estadísticas, casi mil mexicanos se envenenan al año con este tipo de sustancias, las cuales se ofrecen sin protocolos de seguridad ni registros confiables del comprador…

En el caso de Lourdes, una comerciante de 36 años, aficionada a las artes y al yoga, el pedido se realizó por chat. En el diálogo —también revisado por este diario—, la vendedora se limitó a describir presentaciones y precios del producto, sin solicitar información sobre su uso o rubro empresarial ni alertar sobre riegos.

—¿Cómo puedo comprar con ustedes? —preguntó la interesada.

—Te envío las cuentas bancarias para que puedas realizar la compra. En cuanto quede listo el pago me mandas la ficha y domicilio de entrega a mi correo —respondió la empleada.

—¿Tienen presentación chica?

—Manejo de 500 gramos. Ése sí sería entrega inmediata…

“Para comprar un antibiótico te piden receta, firma y cédula del médico, ¿por qué para venderte un químico tan peligroso como el cianuro no te piden nada?”, pregunta Denis, pareja de Lourdes.

“Ella se mató, pero esta cosa la puede obtener cualquier persona fácilmente, ¿qué tal si la compra alguien con un trastorno mental muy fuerte o una psicosis, alguien que quiere ejecutar una venganza o cometer un asesinato?, ¿por qué las autoridades están como si nada ante una práctica tan riesgosa para la población?”.

Denis descubrió la trama hasta después de consumado el suicidio, tras revisar el historial de Lourdes en su teléfono celular y las conversaciones en su correo electrónico.

“Ella encontró la empresa en Facebook, pero como ésa hay muchas en las redes. Nunca, durante el proceso, le preguntaron para quién trabajaba, cuál era su razón social, si tenía página web o para qué utilizaría el cianuro… Ninguna referencia, verificación o pregunta de control. Fue irresponsable por parte de la empresa vender un producto tan tóxico y además popular entre los suicidas”.

—¿Es un método recurrente?

—Durante nuestra relación, ella me habló varias veces de un primer intento de suicidio, hace ya varios años; incluso me enseñó páginas en las cuales, increíblemente, la gente da consejos de cómo suicidarse y muchos mencionan el cianuro porque es rápido y no duele; otros hablan de un somnífero que le aplican a los animales. He contabilizado más de 200 páginas de consejos de este tipo, y hasta aparece en las respuestas de Yahoo.

“Con todas las cartas y recados que dejó, con todas las listas de lo que debía hacerse tras su muerte, parecía que lo tenía bien planeado, y ha sido muy doloroso darme cuenta de ello, porque no lo percibí ni pude hacer nada para evitarlo”, dice Denis.

El medio kilo de cianuro le fue entregado a Lourdes en una bolsa azul. La escondió en un cofre, al interior del clóset donde se resguardaban los utensilios de la clase de yoga a la cual solía asistir. La maestra era amiga suya y le había confiado las llaves del lugar desde hacía tiempo.

“Voy a llegar tarde a casa, porque me quedé de ver con mis hermanos”, escribió Lourdes al celular de Denis, aquella tarde del 22 de diciembre.

Por la noche, más allá de las 21:00 horas, volvieron a contactarse por mensaje: aludieron a los paseos nocturnos del perro y la cena programada con unos amigos para el sábado siguiente.

“Mañana estamos listos para la cena, no te preocupes, llego al rato”, fue la última frase escrita por Lourdes, quien para entonces estaba ya en el salón de yoga, guiñándole a la muerte. La encargada de un salón de belleza aledaño la vio entrar alrededor de las 8 de la noche.

“Comencé a preocuparme porque eran las 2 de la mañana y no me contestaba el teléfono, tampoco su hermano, pensé que su móvil no tenía pila… Descubrí que había dejado las llaves de la casa, pero no estaban las del yoga… Antes de las 7 de la mañana me llegó el mensaje de una amiga suya: Lourdes me pidió que te escribiera a esta hora, que te dijera que ya se había ido, que tú sabías dónde, que fueras a buscarla y no tardaras”, cuenta Denis.

“Algo olía mal… Comencé a revisar la casa y de repente vi un cuaderno que a ella le gustaba mucho y casi no lo usaba, estaba en un lugar muy visible”.

Lo abrió y ahí se encontraban dos cartas: en una, le detallaba cómo debían repartirse sus cosas entre ella, su madre y su hermana; en otra, le reiteraba su amor, le pedía perdón por el adiós repentino y motivaba a no sentirse triste: “Me voy, porque ya estoy muy cansada”, decía. Lourdes era bipolar…

“Comencé a llorar y a gritar, tuve que meterme a bañar con agua fría en un intento por controlar el shock —relata Denis—. Me vestí lo más rápido posible y le pedí a un amigo que me acompañara al estudio de yoga… Cuando llegamos estaba la ambulancia y ya se iban los paramédicos. Mi amigo abrió la puerta del salón, se asomó y me dijo: ‘No entres, ella ya falleció…’ Nunca me dejaron entrar, por una rendija alcancé a ver su cabello en el piso y el vasito de vidrio en el que se tomó el cianuro”…

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