Opinión

Sindemia, ciencia de redes y conductas en salud mental

Sindemia, ciencia de redes y conductas en salud mental

Sindemia, ciencia de redes y conductas en salud mental

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El término sindemia fue acuñado en los 90’s por el antropólogo médico norteamericano Merrill Singer para describir la coincidencia en una misma población de más de un enfermedad o condición epidémica, concurrencia que aumenta su impacto en los individuos y la carga para los servicios sanitarios en una comunidad, y dificulta la comprensión científica y social de la dinámica de esas enfermedades agregadas. Es el caso por ejemplo de las epidemias de abuso de sustancias, infección por VIH/SIDA y exclusión social de la década de los 80´s, cuya acción sinérgica ha imposiblilitado atender efectivamente cualquiera de ellas pues se refuerzan una a las otras.

La investigación científica encontró que la interacción, concentración y consecuencias de esas epidemias se expresan en el individuo como comorbilidades de larga duración y, aun existiendo tratamiento, costos de atención sanitaria inaccesibles, generando nueva pobreza y exclusiones, nuevos y distintos contagios, y consumo de otras sustancias. Es un círculo vicioso al que se agregan sucesivas problemáticas si no se logra deshacer ese nudo gordiano con la acción institucional, social y científica, pero colocando en el centro la comunidad, es decir, sin asignar toda la carga de responsabilidad al individuo, lo cual constituiría una nueva forma de exclusión al etiquetarlo de irracional o inepto para cuidarse por sí solo. Cuando no se reconocen las sindemias, se forman nichos sociales donde las condiciones médicas se resguardan de forma larvada para reaparecer posteriormente en una dinámica que recuerda a los gérmenes que se vuelven resistentes, de muy difícil combate e impactos masivos.

La situación actual de la pandemia por COVID-19 en México puede caracterizarse realmente como una sindemia, significando que concurren varias dinámicas previamente existentes y una nueva, todas las cuales afectan al “cuerpo social”. Ya presentes desde al menos los años 90’s del siglo pasado teníamos a la obesidad, la hiperpresión arterial, la hiperglucemia y la hipertrigliceridemia, entre otras epidemias, que en conjunto se expresan frecuentemente a nivel individual como resistencia a la insulina y diabetes, síndrome metabólico, y a los accidentes cerebrovasculares. Otras condiciones ampliamente perjudiciales en nuestro contexto, antes de la aparición del actual SARS-CoV-2, eran y son los problemas de salud mental crónicos, las distintas violencias, y los estilos de vida asociados a la pobreza.

Si, también la investigación científica ha determinado que la pobreza y la violencia son condiciones de interés médico, cuando se abandona el modelo biomédico (sólo importa lo que llega a los hospitales), y la salud se enfoca desde una perspectiva biopsicosocial. En este marco, son cruciales para superar la actual pandemia los bajos niveles de educación en salud, tanto orgánica como mental. Hay que abandonar el paradigma según el cual la salud mental es algo que uno no cultiva ni se enseña, simplemente nos acontece en la vida, y el autocuidado es un asunto privado. Las sociedades que mejor están librando la contingencia son aquellas donde este modelo ha sido superado.

Las condiciones en salud mental suelen hacerse visibles únicamente cuando es evidente que hay un problema, una crisis, o un brote, y suelen achacarse a debilidades del individuo. Pero no es el caso. Los trastornos por ansiedad, el estrés crónico, el malestar socioafectivo, la depresión, los trastornos del sueño, la hiperreactividad emocional, la ideación suicida, las autolesiones, el consumo problemático de sustancias tienen una etiología multicausal donde hay efectivamente un componente hereditario. Sí, pero en la enorme mayoría de los casos, de manera análoga a la diabetes y su predisposición genética (y epigenética), estas condiciones se ven disparadas, acentuadas y perpetuadas por factores sociales. Es decir, podemos imaginar que al igual que las poblaciones indígenas mesoamericanas tenían bajos niveles de diabetes y obesidad, pues su metabolismo se había adaptado ya a una cierta alimentación y gasto calórico, con el cambio en esos factores por influencia de los estilos de vida de los últimos años ese mismo metabolismo se ve trastocado radicalmente dando lugar a la epidemia que nos coloca como una de las poblaciones más enfermas a nivel mundial en cuanto a obesidad y diabetes, de la misma manera los factores individuales podrían no estar haciendo la crisis en salud mental que observamos en México si el arreglo social fuera distinto, basado en otras formas de relaciones sociales, laborales, familiares, de pareja y humanas menos destructivas. Lograr esto, desarmaría la compleja dinámica de la sindemia presente.

Aquellas personas que no han tenido acceso a la educación de calidad necesaria para procurar su autocuidado individual y colectivo, y que salen a realizar actividades no esenciales sin las medidas de protección necesaria, no están siendo simplemente egoístas o ignorantes. Son resultado de dinámicas sociales de corto y largo alcance, tanto en sus familias, como en los grupos de amigos, de trabajo o religiosos, que les imponen obligaciones normativas y actitudinales de riesgo. Son las redes de contacto y las situaciones sociales inmediatas las que tienen influencia determinante en nuestra conducta en salud.

En una serie de investigaciones fundamentales, James Fowler, de la Universidad de California, Nicholas Christakis, de Yale, y otros colegas, han demostrado que las redes de contactos personales inmediatos, no los medios de comunicación ni el nivel educativo, permiten que la obesidad, el tabaquismo y los hábitos alimenticios, entre otros, sean condiciones transmisibles persona a persona y grupo a grupo, aunque no concurra una entidad biológica para ello. Gracias a sus trabajos podemos describir cuáles son los caminos, los puntos críticos, los alcances que tiene un contagio, a nivel agregado y también microsocial. Y lo mismo se ha mostrado para la participación política, la cooperación, la felicidad, la innovación y las infodemias.

La ciencia de las redes es un enfoque científico interdisciplinario que aborda la complejidad de las sindemias de la que ya tenemos en México y en el mundo herramientas conceptuales y prácticas, capital humano formado y ahora la urgencia de aprovecharla. Esto puede hacer la diferencia entre estar arrinconados en casa, empobrecidos, violentados y cada vez más afectados psicosocialmente, y tomar a esta situación como la primera ocasión en que la humanidad pudo entenderse a sí misma como un fenómeno complejo que puede en cierta medida manejar colectiva y globalmente.

*Carlos C. Contreras Ibáñez

Profesor-Investigador del Departamento de Sociología y Responsable del Laboratorio de redes, estructuras y dinámica social, RED Lab, de la UAM Iztapalapa