Opinión

Sinónimos rimbombantes

El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique
El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique (La Crónica de Hoy)

Todos sabemos que los sinónimos son palabras que, aunque de escritura diferente, significan lo mismo o tienen significados cercanos o parecidos.

Es error común de los estudiantes (especialmente los que sólo leen sus mensajes en redes sociales) confundir la homonimia y aplicar sin discriminación cualquier palabra que venga en un diccionario o en internet.

Por ejemplo, con las tres letritas que aparecen cuando acaban las películas. La palabra “fin” significa terminación, pero también puede ser finalidad. Si queremos decir que algo concluyó, podemos decir que llegó a su final, pero también podemos encontrar “sentido”. Entonces diremos que “el fin de la vida es la muerte”. ¿O el sentido de la vida es la muerte?

Lo mismo llega a ocurrir con los antónimos. “Bueno” y “malo”, lo son. En sentido metafórico, podemos decir que “blanco” y “negro” también (asimismo, de igual manera) son antónimos.

“Vaca” y “toro”, no. Parece que exagero, pero he visto casos. La homonimia también causa problemas. “Duro” y “blando” son antónimos (opuestos, contrarios), sí, si el primer término habla de consistencia, pero si es el nombre de una antigua moneda, creo que no cabe el antagonismo.

Revisando diccionarios (glosarios) impresos y virtuales, me he topado con algunos sinónimos peculiares (particulares), palabras de poco (escaso) uso (empleo). Estarían en el terreno de  las palabras domingueras (para ocasiones especiales). La realidad es que han caído en desuso.

Al “averno”, nos han dicho que iríamos por nuestras malas conductas o nos han amenazado con los castigos del infierno, pero, ¿cuándo nos han advertido que acabaremos en el “erebo” o en el “orco”.

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A un contrincante o a un obstáculo, lo derribamos, lo tiramos o lo demolemos, ¿pero, qué tal si probamos a “abarrajarlo”?

Y sí hay obstáculos, busquemos un nombre llamativo: el “óbice”.

Recientemente, los mileniales descubrieron que a las fake news podemos nombrarlas en español como “paparruchas”. El hallazgo corrió por las redes sociales como una verdadera revelación, como la más novedosa de las novedades. Para ayudarlos a enriquecer su vocabulario, aquí les dejo éstos: bulo, borrego, embuste, chisme y gallofa.

Sería el caso de una palabra que también es un apellido. Tiene que ver con “bizarro”, con su sentido original en español, el que equivale a “gallardo” (¡Ah!, éste también es apellido). Es galano, valiente… “garrido”.

A los conocedores de la obra de Balzac no les resultará extraño este sinónimo de pollino, jumento o burro. Es el “onagro” una especie de asno. La piel mágica de uno de estos bichos es el objeto de la novela del autor de la Comedia humana.

A un objeto o a un personaje maravilloso, admirable, podemos calificarlo como “mirífico”. Queda bien.

Necio viene de ne-scius, el que no sabe y se aferra a su ignorancia. Es contumaz. Lo llamamos ignaro o indocto, pero es un “nesciente”.

Si tenemos un cochino, puerco, marrano, chancho, cuino, podemos hacerlo notar si lo denominamos “verraco”.

“Don Facundo” era el nombre de un célebre presentador de animales amaestrados en la televisión de los 60. Quizá no sería muy bien visto en estos días, porque su método para lograr que los animalitos hicieran sus gracias era el del premio y castigo. A los niños de entonces les gustaba el espectáculo sin preocupaciones de

corrección política. El nombre de este personaje es equivalente a locuaz, hablador o hasta elocuente, pero también “verboso”.

Simple hablantín sin maldad inherente. Pero, a un perverso, alguien inclinado a la crueldad, al gusto por hacer el mal, por dañar, verdaderamente malvado, torvo, avieso, a ése lo calificaremos, con justicia, como “protervo”, sin que sea una afrenta.

Es una descripción, no un baldón, insulto, injuria, agravio o “dicterio”.

Aunque no vale la pena ocuparse de cuestiones baladíes, triviales, anodinas, “frusleras”, pues eso podría causarnos algún tipo de pesar, padecimiento, tristeza. Terminaríamos como el joven Werther, “cuitados” (¿o “agüitados”?).

 Alejémonos de las tristezas. Esperemos a que un mecenas o filántropo nos subvencione. Alguien que sea altruista, desprendido, “munífico”.

El verbo “espetar” es muy socorrido por los reporteros de éste y otros medios. Lo usan como sinónimo de responder o proclamar. Y no lo es. De todos los significados que consigna el Diccionario de la lengua española (atravesar con un asador la carne, aves, peces, para asarlos; meter un instrumento puntiagudo en un cuerpo, sólo uno se aproxima a la idea: “Decir a alguien de palabra o por escrito algo, causándole sorpresa o molestia. Me espetó una arenga, un cuento, una carta.”

En el lenguaje reporteril funcionarios, políticos y declarantes “espetan” sus respuestas, pero nunca “hesitan”, claro siempre están muy seguros de sus dichos, por eso nunca vacilan, dudan o caen en la incertidumbre.

(Aprovecho la vía, vereda, senda o camino para repetir que “previo” no es sinónimo de antes, sino de anterior. Ambos, como adjetivos deben acompañar a un sustantivo, deben concordar con él en género y número. No se puede decir “anterior al discurso” como no se puede escribir “previo a la salida”. Me equivoco, los reporteros y comentaristas bien que pueden, de hecho, lo hacen. Entonces el verbo necesario es deber, no poder. El adverbio de tiempo adecuado es antes).

Hablemos de otra cosa. Por ejemplo de los impulsos (pulsiones) eróticas.Quien experimenta deseos acuciantes puede parecernos “caliente”, si lo demuestra más insistentemente, le diremos “libidinoso”. Aunque si de plano sus inquietudes rebasan los estándares (parámetros) sociales aceptables podemos describirlo como víctima de la “sicalipsis”.

Por supuesto que si utilizamos todos estos términos, acabaremos por ser considerados sujetos alambicados, tanto por refinados como por rebuscados y rimbombantes.

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