Cultura

Tenemos aspiración hacia lo mágico en la poesía, señala Abdellatif Laabi

Entrevista. El poeta marroquí, encarcelado por editar la revista Souffles y oponerse al gobierno monárquico de su país, dice que los poetas pueden cambiar el mundo, volverlo más humano; sin embargo, no están obligados a hacer ese trabajo, porque la creación depende de pulsiones incontrolables

El escritor Salman Rushdie en una conferencia
El escritor Salman Rushdie en una conferencia El escritor Salman Rushdie en una conferencia (La Crónica de Hoy)

Abdellatif Laabi (Fez, 1942) se describe como un hombre fiel a la poesía. Este poeta marroquí que hace más de tres décadas cumplió una condena de 8 años de prisión por publicar la revista literaria Souffles y por expresar su oposición al gobierno monárquico de su país, entendió que su lealtad a la poesía lo transformó en un guerrero que se quita la armadura para descubrir sus debilidades y repensar los tres sitios del continente humano: la vida, la muerte y el amor.

El ganador del Premio Goncourt de poesía en 2009 y el Gran Premio de la Francofonía de la Academia Francesa en 2011 señaló durante su visita a México a propósito del encuentro Di/Verso, que los poetas pueden cambiar el mundo, volverlo más humano; sin embargo, no están obligados a hacer ese trabajo, porque la creación depende de pulsiones incontrolables.

“Eso cuenta mucho para mí. Cuando escribo un texto, tengo el hábito de cerrar los ojos y cuando los abro, me importa el golpe que me da esa acción, porque descubro una pulsión que no existía antes y que me deslumbra. Tenemos la aspiración hacia lo mágico en la poesía: que ésta haga su camino al interior del sujeto, que atraviese nuestro corazón y memoria”, comentó.

Para Abdellatif, considerado uno de los más importantes poetas árabes y escritores en la lengua francesa, ya que desde 1985 vive en París en calidad de exiliado, dice que los poetas que llevan una armadura de guerrero son quienes confían que el poder de sus palabras transformará el mundo, pero también existen aquellos que dejan la armadura para descubrir sus debilidades.

“Quisiera llegar a esa consideración sobre la poesía, demostrar que es una actividad humana muy particular, quisiera retomarla en su noción de experiencia humana”, aseguró.

—Para usted, ¿el exilio tiene un significado positivo?

—Es una suerte de novela, conozco varias fases del exilio, es más duro al inicio, porque es un desprendimiento, porque es cuando te arrancan de algo, cuando eres obligado a partir de tu país, pero después uno comienza a darse cuenta que hay una gran comunidad de exiliados. Uno no está solo. Es una forma de la condición humana.

“Cuando me despierto veo las ventajas del exilio porque también es una forma de abrirse, es una forma de tomar distancia con la cultura propia, liberarse de ciertas cadenas y descubrir todo el continente del humano. De cierta forma he llegado a la conclusión de que un poeta tiene un deber de exilio. Uno debe estar exiliado porque si se queda encerrado en su propia sociedad, corre el riesgo de encontrarse encarcelado. El poeta es quien intenta romper las barras o cadenas de cualquier prisión”

—¿Cuál es el continente del humano?

—El poeta es alguien solidario con su sociedad, con aquellos que sufren, que han sido lastimados, que han desaparecido... pero el poeta también es solitario, tiene una soledad absoluta en el momento de la escritura, puesto que tiene que confrontarse consigo mismo, no se confronta con el mundo, sino con sus propios demonios y es cuando nace la pregunta: ¿por qué escribo?, eso es bastante difícil de responder, ¿cómo dar un sentido al trabajo a partir de la soledad?

“Esta soledad es una evocación universal que viene del origen de la creación artística y literaria, no ha cambiado a través de miles de años. Hablo de la trilogía tan conocida, porque escribir bien tiene tres dimensiones esenciales: la vida, la muerte y el amor. A través de eso gira el continente del humano. Soy considerado un poeta comprometido, pero quisiera atraer la atención de que mi experiencia se encuentra en una soledad absoluta con esos tres enigmas”.

LECTORES. El autor de Tribulaciones de un soñador habitual (Tribulations d’un rêveur attitré, 2008) y El abrazo del mundo (L’étreinte du monde, 1993), dedica poemas a la propia poesía, por ejemplo en Hay un caníbal que me lee, escribe: Hay un caníbal que me lee / Es un lector ferozmente inteligente / un lector de ensueño / No deja pasar ninguna palabra / sin calibrar el peso de la sangre / Incluso levanta las comas / para descubrir los cortes más finos.

—¿A qué caníbales alimenta con su escritura?

—Todas las imágenes que por principio va creando la poesía son autónomas, el poder de la imagen es un misterio. Pero es verdadero que cuando el poeta escribe y alguien llega a leerlo, hay un proceso de comunión entre ambos. Veo a la comunión como un acto que puede reflejar una suerte de violencia. Cuando escribo lo que busco es encontrar cómo hacer del lector un cómplice, cómo hacer que me acompañe por el mismo camino que yo sigo, cómo hacer que él entre en mi aventura.

En otro de sus poemas, No basta para escribir una sola palabra, expresa que no bastan dos manos para escribir “en los tiempos actuales en las miserias gruñen”, o en Soy el hijo del siglo, plasma “las preguntas que me incendiaban la lengua, quemaron mis alas, aprendí a caminar”.

—¿Cuál es la relación entre la poesía de Abdellatif y la política?

—Uno no está obligado a vivir bajo una dictadura para que la dimensión política de la escritura nos sea impuesta. En todas las sociedades humanas hay un déficit del nivel de aspiraciones, puede existir más libertad y democracia, pero hasta en esas democracias avanzadas, hay formas de servitud voluntaria, formas de violencia política que se ejercen sobre los ciudadanos.

Por lo tanto, añadió, “todo lo que podemos encontrar en esos casos, son ejemplos en contra de la escritura. Siempre existe una dimensión política de la escritura, si la poesía no fuese la defensa y la ilustración de ciertos valores y ética, si la poesía no pusiera un nombre definitivo a aquel que mutila, al que trauma, a quien limita la libertad, entonces no es poesía

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