Cultura

Thomas Wolfe, el gran observador y crítico de la conducta del ser humano

LIRO- Traducen por primera vez al español 58 de sus relatos y se reúnen en el volumen "Cuentos". Una de sus obsesiones literarias fue esa diferencia entre lo rural y lo urbano, entre la forma en que vive la gente en una comunidad campestre y cómo se vive en la deshumanización en la ciudad”, expresa Amelia Pérez de Villar

Thomas Wolfe, el gran observador y crítico de la conducta del ser humano

Thomas Wolfe, el gran observador y crítico de la conducta del ser humano

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Thomas Wolfe (Estados Unidos, 1900- 1938) fue un observador de la sociedad estadunidense, un crítico de los malos escritores con buenos contactos y un obsesionado con transmitir historias que detonaran la pregunta ¿a dónde hemos llegado como seres humanos?

Esa personalidad del narrador estadunidense del siglo XX puede descubrirse en 58 de sus relatos que por primera vez se traducen al español en el libro Cuentos, gracias al trabajo de Amelia Pérez de Villar y de la editorial Páginas de Espuma.

“Wolfe nació en los albores del siglo XX, vivió los primeros 40 años del siglo XX, procedía de una familia del mundo rural, de Carolina del Norte, de un pueblo pequeño. Fue un hombre que en ese entorno estudió en Harvard, se fue a vivir a Nueva York y viajó seis veces a Europa cuando los viajes eran en barco. Creció en ese ambiente rural y de narración de historias, y vio a un país en construcción”, indica la traductora.

Wolfe fue testigo de la construcción del ferrocarril, de los grandes trasatlánticos y de los rascacielos que inundaron Nueva York en un margen de 20 años.

“Una de sus obsesiones literarias fue esa diferencia entre lo rural y lo urbano, entre la forma en que vive la gente en una comunidad campestre y cómo se vive en la deshumanización en la ciudad”, expresa Pérez de Villar.

En cuentos como Semblanza de un crítico literario y La Fama y el poeta, Wolfe hace una crítica al oficio del escritor.

“En unos cuentos trata del mundillo literario, de cómo muchas veces es más importante estar en un sarao con las personas adecuadas, aunque escribas mal, que ser un buen escritor y estar como estaba él: machacando diario en su escritorio sus relatos para superarse, redondear su estilo y ofrecer lo que tenía en mente”, señala.

En el cuento Esto es el hombre, Wolfe reflexiona sobre los motivos que tienen las personas para actuar. Escribió: “El político, por ejemplo, quiere hacernos creer que no es el amor al cargo y el deseo de verse ocupando un cargo público de envergadura lo que le impulsa”.

“Ahí está plasmada su obsesión de observador y reflexión sobre el ser humano como individuo aislado y en conexión con la comunidad a la que pertenece. Para él es la paradoja de vivir en la ciudad donde hay más gente y donde se está más solo que si viviera en un pueblo del campo o en una granja. A esas paradojas les da mucha importancia”, explica.

La traductora confiesa no saber si la capacidad de observación en Wolfe era nata o cultivada, pero fue una de sus características indiscutibles.

“Su capacidad reflexiva es importantísima y me gusta recordar cuando pienso en él, en la figura del río de Heráclito, ese río que es siempre el mismo, pero siempre es cambiante porque las aguas van cambiando. Da mucha importancia a esa capacidad que tenemos de adaptarnos, de evolucionar”.

ACTOS INCONSCIENTES. Dick Prosser, un negro que sabía hacer todo porque era un sobreviviente de la guerra, fue contratado por un señor de Shepperton y todo iba bien hasta que un día empezó a tirar balazos, entonces la comunidad inició su persecución para lincharlo. Ésa es la trama del cuento El niño y el tigre.

“Es un cuento que dejé para traducirlo al final porque había leído en el prólogo que uno de los relatos se narraba con mucho detalle un linchamiento, y no soy lectora de literatura de terror, sin embargo, se acabó convirtiendo en uno de mis favoritos, porque es más horrenda la historia que los detalles”, comenta Pérez de Villar.

Lo que Wolfe narra es una comunidad en un estado del sur, donde los negros estaban integrados en la comunidad, a priori no existía el racismo porque se les consideraba gente de casa, agrega la traductora.

“Nos muestra a un hombre creyente que lee la Biblia, pero siempre hay capas en el ser humano que no están a la vista, incluso en comunidades abiertas o lugares donde aparentemente todo va bien, puede saltar una chispa que prenda hogueras muy viejas”, indica.

No es que la gente fuese contra ese hombre, es gente que iba en contra de una vieja obsesión: que no se nos vaya de las manos, que no se vayan a creer los negros que pueden hacer lo que se les dé la gana, explica.

“Por la forma en que acomete la historia, todo el mundo se pregunta: ¿cómo ha podido pasar esto?, vamos a proteger a los niños, que nadie salga herido. Pero a priori no es que haya un plan establecido para llegar a un linchamiento. El relato es una lección de lo que no debemos dejar que pase, hay que mantener la frialdad, hay que agarrar las situaciones haciendo el menos daño posible”, opina Pérez de Villar.