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Zhabotinsky, el hombre fuerte que cautivó a México

El campeón de peso superpesado en halterismo se convirtió en el primero en ganar medallas de oro consecutivas en unos Juegos Olímpicos

Levantamiento de pesas
Levantamiento de pesas Levantamiento de pesas (La Crónica de Hoy)

El gigante soviétivo Leonid Zhabotinsky, de cara regordeta, simpaticón y carismático, así lo describieron los cronistas de la época de aquel México 68, no sólo impactó por ser el hombre más fuerte en las competencias de halterofilia, sino que también asombró en el cómo se alimentaba en el comedor de la Villa Olímpica.

Hay quienes describen que se comía entre cinco y siete sandías con todo y cáscara después de la comida, aunque la realidad sólo él la supo. La corpulenta humanidad del halterista de 30 años y de 1.92 metros de altura y 162.600 kilogramos de peso lo hacían ver como un gigante noble, bondadoso, de ojos pequeños y risueños que en ningún momento pasó desapercibido. Llegó a nuestro país ya con la etiqueta de ser el hombre más fuerte del mundo, luego de haber ganado el oro olímpico en la categoría de los pesos súper pesados en Tokio 1964.

 Al certamen que se realizó en el Teatro de los Insurgentes acudió gran cantidad de público el día de su competencia, incluso muchos aficionados no alcanzaron asientos para ver la final de su prueba. El ruso, el gran favorito, aseguran que jugó prácticamente al gato y al ratón con sus adversarios.

 “Salió por el arrebato mirando directamente hacia adelante”, escribió Robert Lipsyte en The New York Times, “su cabello rizado con punta dorada brillaba sobre la cara blanda y móvil que parecía masticarse, ahora astuta, ahora aterrorizada, siempre cerca a desmoronarse como mármol crudo debajo del cincel de un escultor torpe. Up, Up, upupupupup, rugió mientras robaba 170 kilos, un récord olímpico.

“Bajó la barra y esperó en la plataforma a que un entrenador saliera y le devolviera la vida a los muslos. Luego cojeaba pesadamente fuera del escenario, ante un aplauso histérico. Levantó sólo una vez en el limpio y brusco, 207.5 kilos, 10 kilos más bajo que su récord brusco, pero lo suficiente para darle un total de 572.5 para empatar su récord total que había logrado en Tokio 1964”, resumió Lipsyte al momento olímpico de gloria de Zhabotinsky en México 68.

“Con esta alzada me retiro de la competencia. Nadie me gana”, dijo el soviético. Al llegar a la Villa Olímpica la gente lo siguió aclamando.

Zhabotinsky fue el abanderado en la ceremonia inaugural, y aunque la delegación soviética fue abucheada por la reciente invasión de Checoslovaquia, el halterista cautivó durante el desfile, se le observó alzar la bandera en forma vertical con una sola mano, cual si fuera un palillo.

De 1969 a 1973 Zhabotisnky sufrió una enfermedad muy grave, pero a pesar de su estado de salud, logró volver al deporte. En 1973, ganó el campeonato nacional en su país y estableció otro récord mundial. En 1974 deportistas participaron en el campeonato de las Fuerzas Armadas. Ahí es donde el pesista ucraniano y ajustó su último disco (185,5 kilogramos en el arranque).

En general, Zhabotynsky logro establecer diecinueve records mundiales. Desafortunadamente, el 14 de enero de 2016, a los 78 años de edad, el atleta nacido en el pueblo Uspenka Jarkov, ahora Sumy, pasó a la eternidad.

AGUSTÍN ZARAGOZA Y JOAQUÍN ROCHA ASEGURAN BRONCE. Son las semifinales de boxeo y hasta esta instancia han llegado dos mexicanos Agustín Zaragoza  en los 75kg y Joaquín Rocha  en los +81kg, existe expectación en la Arena México, por verlos avanzar a la final que será el 26 de octubre.

El rival de Zaragoza es el soviético Alexei Kiselev, un boxeador difícil que peleaba siempre en reversa. El mexicano lo describió así, “asumí la ofensiva, pero jamás pude descifrar su estilo habilidoso. De repente me dio dos buenos cruzados con la izquierda; golpes que me cimbraron pero que no impidieron que siguiera atacando. Ya estaba adentro. Le clavé un buen derechazo y me entusiasmé porque sentí que le hice daño. Ataqué con más fuerza. Él, mucho más sereno, esperó una de esas entradas mías, tan abiertas y me barqueó: yo me descuidé y ¡pum!, clavó su izquierda, rápida y fuerte, sobre mi barbilla. Caí de rodillas a la lona, me levanté rápidamente. El se me vino encima, en una acción más aparatosa que efectiva. No me hacía daño. Yo me cubría la cara, esperando el momento del contragolpe. Pero Enrique Nowara y Mazek aventaron la toalla”, lamentó Zaragoza su derrota.

 “Has ganado una medalla, no te amargues. Hiciste todo muy bien, pero tuvimos que detener la pelea para no exponerte, puedes ir a otra Olimpiada”. Traté de asimilar sus palabras, aunque realmente no supe si lo logré”.

CON POCAS PELEAS. Joaquín Rocha llegó a los Juegos Olímpicos de México 68 con apenas 11 peleas disputadas en 20 meses de entrenar boxeo y con eso se enfrentó a campeones mundiales sin temor en los +de 81 kg.

En febrero de 1967 Rocha llegó al Centro Deportivo Olímpico Mexicano y el entrenador nacional polaco Enrique Nowara le dio la oportunidad al ver su corpulencia física: 1.95 de estatura, 85 kilos y 23 años. Urgía afinarle la técnica por lo que tuvo poco fogueo arriba del ring. En 1968 peleó en Texas, California y DF, y quedó listo para los Juegos Olímpicos con marca de 11 peleas, 10 triunfos y un revés. Su palmarés no animaba a nadie.

Con todo y eso Rocha sólo tenía que ganar dos peleas para asegurar el bronce, y lo consiguió en su primer combate venció a Adonis Ray (Ghana) por 4-1, luego a Rudolfus Lubbers (Holanda) por 3-2. En semifinales cayó con Jonas Cepulis (URSS), el réferi paró las acciones en el segundo round.

El bronce estaba asegurado con poco camino recorrido en el cuadrilátero.

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