¿La buena macroeconomía inclinará las elecciones en EU?

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Billetes de 100 dólares
Billetes de dólares estadunidenses, en una imagen de archivo. Billetes de dólares estadunidenses, en una imagen de archivo. (EFE / Archivo)

Comencemos con los datos hechos públicos este mes y juzguen si son buenos.

En Estados Unidos el crecimiento económico de los últimos cuatro años promedia 3.3 por ciento, el triple que la eurozona. Los salarios han subido, y han subido más los de los trabajadores más pobres. La inflación ya está controlada y en línea con los objetivos de la Reserva Federal (2.5 por ciento) y lo que es más sintomático de todo, el desempleo está en el nivel más bajo desde hace cincuenta años. Quiere decir que con Biden se han generado ¡13 millones de empleos! el número más alto visto nunca en cualquier presidencia de aquel país.

Pocas políticas económicas en el mundo pueden exhibir resultados tan buenos como las que instrumentaron estos demócratas revisionistas tan pronto llegaron a la Casa Blanca, en muy alto contraste con la miopía conservadora de Trump, su predecesor.

¿Qué fue lo que hicieron? Una poderosa batería de medidas fiscales que estimularon con gran tino a la expansión económica. En primer lugar, mediante una Ley de Reducción de la Inflación acompañada de otra, Ley del Plan de Rescate Estadounidense y una más, de Infraestructuras que en conjunto inyectaron tres billones de dólares estratégicamente dirigidos a todos los hogares en la pandemia, a las empresas que promueven el cambio tecnológico, la transición energética y a la mitigación del cambio climático. En resumidas cuentas, una política económica para hacer el bien directamente. Allí no hubo resignación al estancamiento ni atisbo de “austeridad”, sino una apuesta explícita hacia el crecimiento tan pronto y tan alto como fuese posible.

Es muy importante tomar en cuenta que esa opción de política económica no era la única disponible y que tampoco era dominante hace cuatro años. No había consenso en absoluto. De hecho, el mainstream aconsejaba lo contrario, subir las tasas de interés, provocar desempleo y priorizar una baja inflación tan pronto como fuera posible. Ni Biden ni Harris hicieron caso a tal ortodoxia y los resultados que exhiben son los que acabamos de ver, comprobables en fuentes públicas como privadas.

Su macroeconomía se basó en un buen diagnóstico: la inflación no había sido producto de demasiada demanda sino de dos shocks de oferta mundiales de bienes y suministros -debidos a los encierros pandémicos y a la invasión rusa de Ucrania- y por lo tanto, las fórmulas típicas de combate a la inflación no funcionarían. Por el contrario, habría que invertir en sectores precisos que eran los detonantes inflacionarios, especialmente energía y microcomponentes. Allí había que intervenir.

De ese modo han sido conjuradas todas las profecías conservadoras, según las cuales -hace tan sólo dos o tres años- Estados Unidos estaba condenado a un abrupto descenso y a una recesión dolorosa. No deja de ser muy sintomático aquel vaticinio de Larry Summers (ex secretario del Tesoro de EU) el 20 de junio de 2022, quien advertía que se necesitaba una tasa de desempleo de 5 por ciento o más, durante 5 años para exorcizar la inflación. Pues ni lo uno, ni lo otro, y ya tenemos a la Reserva Federal norteamericana bajando sus tasas de referencia como señal inequívoca de inflación controlada (¡con el menor desempleo visto en décadas!).

La macroeconomía de Biden es una demostración práctica de lo mucho que esa disciplina debe reconsiderar, de los supuestos que debe cambiar y de las estrategias que son aconsejables fuera de las rutinas a las que nos habíamos acostumbrado durante casi cuatro décadas. En pocas palabras, una macroeconomía progresista no solamente es viable, sino también muy exitosa.

En un discurso pronunciado hace un mes en el Club Económico de Washington, el propio Biden anunció un cambio de época “…bajar los tipos de interés no es una declaración de victoria. Es una declaración de progreso, para señalar que hemos entrado en una nueva fase de nuestra economía y nuestra recuperación”.

Esta constatación llega apenas a tiempo de frente a las elecciones presidenciales de noviembre pero no es seguro que los ciudadanos estadounidenses asimilen las buenas noticias económicas que el trumpismo se ha encargado de negar o de nublar.

Quiero decir, la recuperación económica de E.U es real y es impresionante, lo están sintiendo en sus trabajos y en sus bolsillos los votantes, pero la manera en que lo están codificando no asegura una mayoría para la continuidad de los demócratas en la Casa Blanca, ahora con Harris.

Como apuntó Paul Krugman, en tiempos políticos menos perturbados y menos hinchados por la polarización, estos resultados económicos serían un pasaporte para una victoria electoral casi segura, pero ahora no lo son, las opiniones están profundamente tamizadas por un partidismo intenso que separa el juicio de los votantes de la realidad constatable. Quizás desde los años sesenta ninguna administración había ofrecido resultados tan sobresalientes en esos terrenos cruciales (crecimiento económico, inflación controlada, creación de empleo y subida salarial, todo junto), y aún así las elecciones siguen fuertemente disputadas.

Las percepciones de los ciudadanos sobre la economía han sido hasta hace poco el gran dardo de Trump contra Biden como contra Harris (porque los estadounidenses recuerdan con amargura la muy alta inflación de 9 por ciento en 2021-2022), pero es precisamente allí donde se está decantando la elección, dice The Economist.

En mayo, por ejemplo, una encuesta realizada por The New York Times y el Siena College daba a Trump una ventaja de 20 puntos sobre Biden en economía. Esa ventaja se reducía a 6 puntos sobre Harris en el mes de agosto, pero entrado septiembre, The Financial Times mostró ya a Harris ligeramente por delante en esa misma cuestión a escala nacional.

¿Será este, en la recta final de la elección, el vector que decida la inclinación de los votantes? The Economist insiste en su número especial de estos días que están perdiendo peso cuestiones como la migración, por ejemplo, y que si se afirma el desempeño económico actual en el imaginario de los electores, los demócratas pueden volver a ganar.

Ojalá así sea, y por eso no debemos reconocer y pregonar los datos de una recuperación económica que si, tiene mucho de izquierda, democrática y admirable. Ojalá se vuelva el núcleo e la conversación electoral, el vector de los indecisos y la cuestión principal.