Opinión

Desde esta perspectiva, el arranque del gobierno de la presidenta Sheinbaum no debe llamarnos la atención por lo complejo y difícil que está resultando.

Incierto y tenso inicio

Respuesta La presidenta Claudia Sheinbaum no tardó en reaccionar ante el episodio de Harvard. (EFE)

Los comienzos de cualquier proyecto suelen ser complejos por la novedad de los mismos, la incertidumbre de los resultados que se obtendrán, la inexperiencia de quienes los emprenden y la expectativa que en la mayoría de los casos suele ser mayor a la realidad. Cuando la empresa que se inicia es de la envergadura de un arranque de gobierno, la dificultad es proporcional a la responsabilidad que ello implica: mayúscula. Desde esta perspectiva, el arranque del gobierno de la presidenta Sheinbaum no debe llamarnos la atención por lo complejo y difícil que está resultando. Empero, más allá de esto, lo que llama la atención es la tensión e incertidumbre que se perciben y que son difíciles de comparar con cualquier otro inicio de sexenio en lo que va del siglo.

En el 2000, primera ocasión en la que el México moderno vivió la alternancia, la luna de miel que se vivía entre sociedad, gobierno y grupos de poder era evidente por lo que entonces se interpretaba como los vientos de la democracia que por primera ocasión soplaban en nuestro país. Con Felipe Calderón, la tensión se canalizó a una declaración de guerra a la delincuencia organizada que, si bien tuvo resultados poco favorables, en aquél momento fue interpretada como la esperanza por recuperar la paz y tranquilidad perdidas a manos del narcotráfico. Diciembre de 2012 marcó lo que se pensó que sería una era de acuerdos entre el gobierno y la oposición a través del Pacto por México y de una serie de reformas que surgieron, en la enorme mayoría de los casos, de la conformidad de todos los partidos. Aún con la incertidumbre y el temor de muchos, el enorme respaldo electoral con el que López Obrador llegó a la Presidencia de la República le permitió transitar sus primeros días sin mayores sobresaltos y posicionar los que serían sus principales proyectos de infraestructura y un estilo de gobierno basado en acaparar los reflectores y polemizar con sus adversarios.

De la revisión de los cuatro inicios de sexenio más recientes resulta indudable que para un gobierno “origen no es destino”. Aquello que sucedió al comienzo terminó por no materializarse de la manera que los presidentes esperaban. Sin embargo, es claro que estos comienzos daban pistas respecto de aquello que cada gobernante consideró como sus prioridades. Hoy, a poco más de tres semanas del inicio de la presidencia de Claudia Sheinbaum, es difícil identificar cuáles serán las prioridades y ruta de su gobierno, con independencia de si al final habrán sido cumplidas o no. El actual gobierno ha comenzado defendiendo el final de aquél que concluyera el último día de septiembre y sin realizar planteamientos propios suficientemente claros que den señales de lo que se busca para los próximos años. Esta actitud genera tensión y puede resultar en que la definición de lo que podemos esperar para el resto del sexenio sean la tensión e incertidumbre mismas.

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El impasse en lo correspondiente a una reforma judicial que no termina de nacer, la expectativa por los resultados de la contienda electoral en Estados Unidos, la dificultad que entraña el tener que mantener una gestión como segundo momento de un gobierno que ya concluyó, los titubeos por lo que en los próximos meses pueda resultar de declaraciones de capos de la delincuencia organizada detenidos en el país vecino, los temores por el comportamiento de la economía global y su impacto directo en México, pueden ser argumentos para explicar el incierto y tenso inicio de esta presidencia. No obstante, hechos de esta naturaleza no son exclusivos de los momentos que vivimos y, hasta cierto punto, son normales en cualquier gobierno. Por el bien de nuestro país y del futuro que se desea construir, es necesario que Claudia Sheinbaum se despoje de las dudas y los miedos que hasta ahora parecen dominarla antes de que estos y aquellas se instalen como definiciones de lo que podríamos esperar de su presidencia.

Si bien no son determinantes, los primeros días de cualquier gobierno sí resultan claves para entender la tónica, el estilo y las prioridades de quien lo encabeza y, por lo tanto, lo que la ciudadanía puede esperar. El tiempo corre y las definiciones no pueden esperar mucho más. Esperemos, por el bien de todos, que las mismas no sean la incertidumbre y la tensión.

Profesor y titular de la DGACO, UNAM

X: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com

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