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Atesoro el recuerdo de la noche, hace justo 43 años, en que vimos a Fernando, El Toro, Valenzuela derrotar a los Yanquis en la Serie Mundial de Beisbol. Mi papá, que le iba a los Yanquis, estaba feliz. Fue la cereza del pastel de una temporada de ensueño. Fernando ganó ese año, 1981, el premio a mejor novato del año y el Cy Young como el mejor pitcher de la Liga Nacional. Mejor. No se podía pedir más. En esa casa de la colonia Narvarte, fue una noche de Fernandomanía. Con el paso de los años, cada que me topaba con una nota de Valenzuela en los medios recuperaba ese momento feliz. No hay forma de agradecerlo.
A los lectores más jóvenes de seguro no les dice nada eso de la Fernandomanía. Fue un fenómeno deportivo, pero también cultural que brotó entre la comunidad mexicana de Los Ángeles y que se extendió a todo California. El analista Bill Plaschke fue más allá y dijo que la Fernandomanía conectó a la ciudad de Los Ángeles con los Dodgers, que se volvieron mucho más inclusivos con la comunidad hispana que desde entonces compra más boletos.
El Toro puso en el mapa al pueblo de Etchohuaquila, Sonora, donde nació en 1960 en una familia pobre y numerosa. Se trata de algo más de una ranchería de gente dedicada al campo a las afueras de Navojoa, que aprovecha las aguas del río Mayo para sus cultivos. El beisbol era el juego preferido de los niños y jóvenes y ahí Fernando comenzó a practicar el Rey de los Deportes. Pronto llamó la atención por su fortaleza y su forma de lanzar.
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El big bang de su historia deportiva ocurrió cuando Mike Brito, un cubano buscador de talento de la organización de los Dodgers, fue a ver el equipo donde jugaba Valenzuela para observar a un parador en corto del que se decían maravillas, pero Brito no tuvo ojos para el shortstop cuando vio jugar al Toro. Su desenvoltura y confianza para salir de aprietos lo atrapó.
Enseguida comenzó los trámites para que los Dodgers lo firmaran. Brito dijo que pensó que había dado con el nuevo Sandy Koufax y habló de inmediato con su jefe en Los Angeles. En su primer juego como pitcher de Dodgers Fernando blanqueó al equipo de Houston. Ganó ocho juegos en fila, algo inaudito para un novato que además dominaba un lanzamiento muy complicado llamado screwball, tornillo le dicen aquí, que pone en riego al lanzador porque va en contra del movimiento natural del brazo.
Apenas el año pasado la organización de los Dodgers, para la que Fernando seguía trabajando como comentarista, retiró el número 34 de los uniformes para ponerlo en lo alto del Jardín Derecho como homenaje permanente a las aportaciones del Toro al equipo. Que descanse en paz.
Glifos
Lo que nos faltaba. Detonó un diferendo entre la fiscalía de Sinaloa y la Fiscalía General de la República sobre la investigación del asesinato de Melesio Cuén el mismo día, y al parecer en el mismo lugar, en que secuestraron al Mayo Zambada para trasladarlo a Estados Unidos. Los peritos de ambas instituciones llegaron a conclusiones diferentes sobre pruebas periciales rutinarias como la identificación de las huellas hemáticas encontradas en el lugar de los hechos. De no creerse.
Cuando parecía que se había dado un paso adelante, ahora se dan dos pasos atrás. El diferendo se está presentando como un intento de abuso de los chilangos sobre los sinaloenses, que juegan de locales. Aquí mismo apunté que no teníamos que depender de las versiones de los gringos, cuyo objetivo político es dominar la narrativa del narco en México, si la policía aquí hacía su trabajo, pero no. Habrá que esperar si llega de allá la versión definitiva de los hechos. Aquí simplemente no podemos con el paquete.
