Opinión

Entre otras otras reglas la Supremacía Constitucional de MoReNa puede invalidar tratados internacionales de derechos humanos, también crear un vacío legal para que los mexicanos no puedan defenderse de un gobierno autoritario.

Aquelarre de brujas y brujos, el Congreso y pleno autoritarismo

Gerardo Fernández Noroña y Adán Augusto
Senado Gerardo Fernández Noroña, presidente de la mesa directiva en la Cámara de Senadores, y Adán Augusto, coordinador de la JUCOPO

No sé de derecho, pero cuando escuché lo de “supremacía” constitucionalista, expresada por Adán Augusto López, senador del Congreso de la Unión, miembro de MoReNa y parte de los legisladores de este Partido, que han ocupado el Congreso como mayoría, determinada porque son el grupo en el poder, me asusté, porque con el primero y el segundo piso de la Transformación uno no vive para sobresaltos. Según parece la supremacía constitucional (Wikipedia) existe y “es un principio teórico del Derecho constitucional que postula, originalmente, ubicar la Constitución de un país jerárquicamente por encima de todo el ordenamiento jurídico de ese país.” Es para aterrarse. El asunto es un berenjenal leguleyo, que probablemente sólo los constitucionalistas pueden explicar o darl la vuelta. Yo entiendo que a la Constitución se le interpreta, pero no puede ser analizada por cualquiera y menos por legisladores “supremacistas” del Partido que (des) gobierna México. Lorenzo Córdova, egresado de la UNAM, es abogado y tiene un doctorado en Teoría política por la Universidad de Turín, Italia. Fue presidente del Instituto Nacional Electoral, cuando el Instituto no había sido intervenido por representantes de Morena. Cito al doctor Córdova en su artículo de este jueves en el diario El Universal:

Uno de los principios básicos en los que se funda toda democracia constitucional es que los poderes políticos del Estado, el Legislativo y el Ejecutivo que tienen tal característica porque son responsables de tomar, dentro de los los límites que les impone la Constitución, las decisiones políticas (y precisamente por esta razón derivan de elección popular), no pueden ser también los intérpretes últimos de la ley ni los responsables de decidir cuáles de sus acciones son legales o no. Si ello fuera así, estaríamos ante el absurdo –o el abuso—de que el autor de una decisión es también el juez que determina si la misma es correcta o no (“Autoritarismo duro y puro”, jueves 24 de octubre, El Universal) .

Entre otras otras reglas la Supremacía Constitucional de MoReNa puede invalidar tratados internacionales de derechos humanos, también crear un vacío legal para que los mexicanos no puedan defenderse de un gobierno autoritario. Como todos sabemos la ley de amparo protege a las personas frente a normas generales, actos u omisiones. Los individuos somos sujetos de derechos y el recurso de amparo es una protección que la Constitución ofrece a toda persona, incluso si llegare la persona a encontrarse detenida, presa o arrestada.

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¿Podría haber una veta más autoritaria que la del oficialismo en su defensa a la reforma judicial? Los jueces se convertiran en burócratas en pro de las decisiones del partido en el poder.

Dijo la presidenta Sheinbaum que: “La Reforma al poder judicial va. Ni un juez ni una jueza ni ocho ministros pueden parar la voluntad del pueblo de México”. ¿Y cuando se manifestó “el pueblo” de México por la Reforma al poder Judicial, me pregunto? En “La sombra del caudillo”, la gran novela de Martín Luis Guzmán, queda claro que “el pueblo” es el deseo del caudillo. Los dictadores siempre utilizan “la voluntad del pueblo” para cometer ultrajes e ilegalidades. Cada vez que dicen la palabra “pueblo” ésta se hace polvo en el aire. Sheinbaum ganó las elecciones presidenciales, gracias a que se compraron votos, su campaña fue llevada a cabo por el propio presidente de la república, por muchos que legitimamente votaron por ella y porque todo se dispuso para que así sucediera. ¿La presiona el expresidente para que apoye la Reforma? Probablemente, pero ella se exhibe completamente convencida. Como escribió Pablo Hiriart en El Financiero la semana pasada, Sheinbaum gobierna bajo el mensaje de “esto se hace, porque lo digo yo”. Lo que se cuece es una dictadura constitucional. Todo lo que no concuerde con el plan de Claudia Sheinbaum, y de López Obrador probablemente, se invisibiliza o se descarta. A la oposición no se le hace caso en las cámaras legislativas. Allí sólo se impone MoReNa, si les gusto, bien y, si no, también.

Escribió hoy Alfonso Záraté, académico y analista de los fenómenos en el poder, que ha sido actor político, y es comentarista de El Universal que : “De aprobarse ese engendro, Morena y sus aliados podrán desestimar el debido proceso legislativo, hacer impugnable cualquier cosa que aprueben, por ejemplo, capturar al Banco de México, suprimir la autonomía de la UNAM con el argumento de que se ha derechizado y hasta aprobar la reelección de quien haya ocupado la Presidencia de la República” (El Universal, 24 de octubre, 2024).

Nada detiene a los legisladores morenistas que se hicieron de la mayoría en las cámaras a cómo dio lugar, sin haberlo ganado en los comicios. Ahora parecen un conciliabulo de brujas en funciones para lograr la aprobación de la Reforma Judicial, con el objeto de que no se alteren los planes del ejecutivo. Ver en los noticieros a Adan Augusto López, Gerardo Fernández Noroña y al único que sabe de leyes, pero las somete a las decisiones de MoReNa, Ricardo Monreal, más a las huestes del morenismo dizque legislador, es observar un verdadero aquelarre.

Se oscurece el panorama en México. Las cosas en palacio van por el camino del autoritarismo. La verdad, me llena de coraje y de frustación. El historiador y analista político José Antonio Crespo escribió hace un par de días:

“1928: México pasa de un país de caudillos a un país de instituciones

2018: México pasa de un país de instituciones a otro de caudillos.”

No podía haber salido peor la Cuarta Transformación.

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