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Qué difícil seguirle la pista al proceso para echar andar la Reforma Judicial. Confusión y desorden que nadie entiende, ni siquiera sus artífices principales que han sido inoculados con el virus de la Chimoltrufia y así como dicen una cosa, dicen otra, el mismo día con pocas horas de diferencia.
La clase política conjuga el verbo desacatar en todos sus tiempos gramaticales. Vosotros desacatáis. Nadie obedece a nadie porque estamos en un momento en el que no está claro quién da las órdenes y entonces los jaloneos, sobre todo entre los mismos morenistas, se trasladan a los medios dejando perpleja a la ciudadanía. ¿Quién puede encontrarles coherencia a los titulares de los diarios de las últimas semanas? Los pescadores más colmilludos revuelven el río para quedarse con las ganancias.
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Los voceros del oficialismo dicen que están siguiendo los dictados del pueblo expresados el dos de junio. ¿Esto que está pasando es lo que quería el pueblo? Pues es un pueblo muy raro, o en realidad no quería esto y los políticos, abusando, se apropian de sus deseos sin preguntarle a la gente qué quiere. La gente le dio 36 millones de votos a Morena por la popularidad de AMLO, la esperanza de Claudia y para que sigan los programas sociales. Nadie tenía en mente, frente a la urna, el caos de la Reforma Judicial.
Hay en el fondo de toda una coincidencia básica, el Poder Judicial requiere una reforma que incluya una limpieza a profundidad, con galones de lejía. Eso no se discute. Pero la instrumentación de la reforma no solo ha sido caótica, sino incluso peligrosa. Presenta a México ante el mundo como un país que cae en sus propias trampas.
Como no están dispuestos a hacer política, que incluye la costumbre de escuchar y negociar con quienes piensan diferente. Los morenistas tomaron el atajo de la supremacía. Supremacía morena, lo que podría mover a risa de no estar ocultando una barbaridad. La idea de que los morenistas son intrínsicamente superiores a otros políticos y por lo tanto deben tener el control total del quehacer político nacional, nos mete en un callejón sin salida donde el populismo autoritario se convierte en el más peligroso enemigo de la democracia mexicana.
¿Qué nos pasó? De la esperanzadora transición de Vicente a Fox a solos mis chicharrones truenan de las bancadas morenistas que quieren hacer la Constitución el papel sanitario del Congreso, pasaron apenas 24 años. Los excesos priistas de la época de la dictadura perfecta parecen más llevaderos.
Lo más probable es que al final del día la Reforma Judicial salga, aunque sea mal. No solo eso, hay señales cada vez más claras de que muchos de los actuales jueces y magistrados obtendrán un lugar en el nuevo escenario porque tampoco es que haya mucho de dónde escoger. La reforma va, a trompicones, pero va.
La diferencia básica no será de nombres, tome nota, sino de las lealtades políticas que es el meollo del asunto. Muchos pueden repetir en la estructura judicial siempre y cuando se comprometan a responder al nuevo poder que los rescatará. Eso fue siempre el objetivo de su creador, López Obrador, que debe estar por ahí, como el diablito de Derbez, riéndose del follón que armó.
Que nadie pase por alto en esta tormenta que no es un tema de justicia sino de control político. Tal vez eso ayude a comprender lo que está pasando.
Glifos
El caos de la administración de Cuauhtémoc Blanco en Morelos dificulta el despegue del nuevo gobierno en áreas importantes como la Controlaría estatal donde los nuevos mandos han descubierto miles de expedientes mal integrados. Todavía no queda claro si el rezago obedeció a incompetencia o si se pasaron de vivos para no dejar pistas de trapacerías. ¿Usted, qué opina?
