Opinión

México, China, Asía Pacífico, y la Iniciativa de Civilización Global

El presidente chino, Xi Jinping, pronuncia un discurso en la inauguración de la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional en Beijing, China.
El presidente chino, Xi Jinping, pronuncia un discurso en la inauguración de la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional en Beijing, China. El presidente chino, Xi Jinping, pronuncia un discurso en la inauguración de la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional en Beijing, China. (La Crónica de Hoy)

1.

La “Iniciativa de Civilización Global” que en marzo de 2023 propuso el presidente chino, Xi Jinping, reconoce el papel que desempeñan los intercambios y el aprendizaje mutuos entre diferentes naciones en la promoción de la convivencia pacífica, inclusiva y recíproca. Representa, en ese sentido, la aproximación estratégica de China a las prácticas de la diplomacia cultural y la de cooperación cultural internacional del siglo XXI.

Siendo la gran potencia emergente de nuestro tiempo, resulta para México de la mayor relevancia conocer esta propuesta, y asomarnos a las ventanas de oportunidad que nos podría ofrecer a corto y largo plazo.

Como dos proyectos civilizatorios de larga duración que han participado en la promoción de este diálogo global, tanto en los foros multilaterales como en el plano bilateral, al cumplirse ya más de media centuria del establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y la República Popular China, hay suficiente experiencia acumulada para dar un nuevo salto, y reorientar los esfuerzos mutuos en el marco de esta Iniciativa.

Con este motivo hace unos días la Embajada de China organizó en la Ciudad de México un diálogo entre altos funcionarios del Partido Comunista chino y representantes de las instituciones culturales y de la comunidad cultural y académica de México, en el que tuve el privilegio de participar. Reproduzco para esta entrega los elementos principales de mi intervención.

2.

El diálogo entre civilizaciones que promueve el gobierno de China podría marcar un nuevo rumbo y un nuevo paradigma ético, cultural, político y diplomático en las relaciones internacionales. Sólo a través del respeto mutuo, la comprensión, la confianza y el pleno reconocimiento de las características particulares de cada una de las naciones y sus diversos proyectos de desarrollo, podemos aspirar a una nueva y auténtica universalidad de los valores que regulen nuestra convivencia planetaria. No sólo los valores que en el siglo XIX y el XX se impusieron desde la tradición en Occidente, sino todos aquellos que la historia y la experiencia reciente legitiman como parte de nuestra diversidad planetaria.

No hay un sólo rumbo a seguir en la construcción de los sistemas económicos y políticos de las naciones. La conjunción virtuosa y tolerante de los diversos modelos y visiones -salvaguardando los derechos humanos y culturales, de suyo universales e incontrovertibles- será la clave para construir una nueva Civilización Global, esto es, una civilización de civilizaciones, una gran unidad en la diversidad.

De acuerdo a la Iniciativa de Civilización Global, en el presente existen cuatro principios fundamentales para promover el diálogo con las herramientas de la cooperación cultural internacional: el principio de la legitima diversidad de nuestras naciones, que lejos de dividirnos nos fortalece; el de la equidad en la convivencia entre las naciones, que reconoce un pasado de imposiciones e injerencias colonialistas y llama a una nueva era decolonial; el de la tolerancia y el respeto por la pluralidad, indispensables para administrar las diferencias; y el del reconocimiento de los desequilibrios y las hegemonías culturales excluyentes que se desarrollaron en el pasado, y que aún representan una amenaza para el presente.

A partir de estos cuatro principios, que en más de un sentido han quedado asentados y consagrados en las Convenciones y Declaraciones Universales de la UNEESCO, podemos entender a su vez el concepto de “Comunidad de futuro compartido para la humanidad”, que promueve y comparte el gobierno de China, para ser discutido y enriquecido a través del diálogo permanente con las naciones y las civilizaciones del mundo contemporáneo.

El orden internacional sólo alcanzará el desarrollo y la seguridad comunes si las distintas civilizaciones pueden coexistir de forma armónica y cooperativa. Desde hace ya cinco décadas México y China han aprendido a convivir y a intercambiar experiencias y proyectos de cooperación de mutuo beneficio en muy diversos ámbitos, entre los cuales la cooperación educativa y cultural ha sido fundamental.

Ambos países hemos padecido los efectos del colonialismo y la imposición de valores y prácticas que no necesariamente se corresponden a nuestra particularidad identitaria. Ambos países hemos sabido construir un camino propio sin dejar por ello de integrarnos a la rueda de la globalización. Esto nos convierte en dos actores privilegiados en la construcción de un nuevo diálogo de las civilizaciones.

Igualdad, aprendizaje mutuo, diálogo innovador, y tolerancia, trazan la hoja de ruta para la cooperación entre México y China, así como entre nuestras dos naciones y el resto del planeta.

Cada civilización es única y ninguna es superior a las demás. La prosperidad de la humanidad sólo se alcanzará cuando las diferentes civilizaciones puedan cooperar, dialogar y compartir los frutos de su crecimiento.

La humanidad es diversa. Cuando se crean barreras culturales a partir de criterios de superioridad o de beneficio económico unilateral, o bien cuando se alientan los conflictos entre las civilizaciones desde la exaltación bélica o nacionalista, la humanidad entera paga los platos rotos.

La Iniciativa de Civilización Global aspira por lo tanto a derribar las tradicionales barreras culturales e ideológicas, y se opone a la lógica polarizada de la Guerra Fría en la que, aparentemente, sólo había dos rutas a seguir. El siglo XXI nos ha enseñado que nuestro futuro compartido admite una mayor diversidad, que podemos alejarnos de las tentaciones expansionistas y acercarnos a una nueva era civilizatoria basada en la cooperación y el respeto por nuestras particularidades.

3.

En México hemos cruzado varios siglos dilucidando nuestra pertenencia histórica, económica y cultural a la tradición Atlántica-europea, latinoamericana, caribeña, o norteamericana, pero en más de un sentido le hemos dado la espalda a esa otra tradición y a ese enorme espacio civilizatorio a la que por igual pertenecemos: la región de Asía Pacífico, de la que somos uno de sus dos extremos, y en la que concurren todas aquellas naciones con salida al océano más grande del planeta.

A un diplomático mexicano debemos una expresión no menos afortunada que preocupante sobre la doble distancia —física e intelectual— que separa a México de China, pero también del mundo asiático y de esa otra gran puerta de entrada al siglo XXI que es el Océano Pacífico, “en México —sentenció— estamos norteados y desorientados”. Con esta expresión el embajador Manuel Uribe quiso exponer en un juego de palabras el doble extravío en nuestra manera de ver la cartografía política y económica del mundo: empeñados en mirar hacia el norte y al mismo tiempo despreciar, o paralizarnos, ante la otredad exótica que supone el Oriente, en este caso la región de Asía-Pacífico. El Océano Pacífico sigue siendo, pues, más barricada que puente a la hora de concebir nuestra pertenencia geográfica y civilizatoria a esa vasta porción del globo terráqueo.

El Galeón de Manila, también conocido como la Nao de China, es decir, la Ruta Comercial del Pacífico que habría de mantenerse en activo entre 1665 y 1815, tuvo un impacto en la historia económica, comercial y cultural del planeta no menos importante que el descubrimiento accidental de nuestro continente en 1492; la conquista del estrecho austral a cargo de Magallanes; o el avistamiento del Cabo de Buena Esperanza en Sudáfrica, gracias a los marinos portugueses. Fue, en todo sentido, la primera gran experiencia globalizadora del comercio mundial, y trajo consigo un intercambio de prácticas culturales, y una serie de desplazamientos migratorios, de gran impacto para los siglos posteriores.

Entiendo entonces a la Iniciativa de Civilización Global como la ocasión propicia para proponer desde México -en asociación con China- dos iniciativas encaminadas a construir algo distinto en materia de cooperación cultural regional, a partir de que podríamos llamar como el espacio cultural y civilizatorio de Asía Pacífico.

Con el concurso de ambos países, una acción inmediata en el frente multilateral de la cultura sería la de promover la inscripción de la Ruta Comercial del Pacífico en la lista de rutas históricas que contempla la UNESCO. Esto con el propósito de darle visibilidad a un hecho histórico que lo merece, entre otras razones, por el enorme impacto cultural que produjo y que se prolonga hasta el presente.

Otra acción inmediata nos conduce al Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC), el cual desde 1989 reúne a 21 estados y economías de la región en un foro permanente orientado, como su nombre lo sugiere, a alentar la cooperación económica y el diálogo político entre sus integrantes, pero que hasta ahora no ha incorporado a la cooperación y la integración cultural intrarregional en su agenda. Valdría la pena impulsar que para la Cumbre anual de APEC en 2025 -la de este año en Perú se realizará en unos días- por primera vez se reunieran los ministros de cultura de la región, en el ánimo de concebir proyectos de cooperación para construir juntos eso que justamente he querido llamar “el espacio cultural y civilizatorio de Asía Pacífico”.

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