El primer martes de noviembre debería de dejar de llamarse el Día de las Elecciones (Election Day) para pasar a llamarse el Día Final de las Elecciones. Este domingo no sólo se conoció que la mitad del electorado, unos 75 millones de personas, ya ejercido el voto anticipado marginal en elecciones pasadas), sino que este récord lo están liderando las mujeres.
“El voto anticipado ha sido desproporcionadamente femenino”, publicó al respecto Charlie Kirk, presidente de Turning Point Action, un grupo conservador responsable de gran parte de la estrategia de base de Trump en la red social X. “Si los hombres se quedan en casa, Kamala es presidenta. Es así de simple”, advirtió.
Pero en el mismo comentario del asesor de Trump está el error: en vez de centrarse en cortejar el voto femenino, el candidato republicano insiste en sus comentarios misóginos o patriarcales —“protegeré a las mujeres, les guste o no"— o directamente lanzando graves insultos, como decir que la excongresista republicana Liz Cheney (antitrumpista) “es un halcón belicista radical” y añadiera: “Pongámosla ahí con un rifle y con nueve cañones apuntándole”.
Lo que no entiende el equipo de campaña del republicano es que la clave para la victoria no es tanto ganarse el voto masculino (y sacarlo de casa para que vote), sino evitar que las mujeres blancas, tradicionalmente votantes republicanas, cumplan su amenaza de salir masivamente a votar a la candidata demócrata Kamala Harris, pero no necesariamente por ser mujer, sino por la política misógina del republicano, que se dedicó durante su mandato a colar jueces ultraconservadores y a apoyar a legisladores y gobernadores republicanos antiabortistas, y cuyas consecuencias la están sufriendo en carne propia muchas mujeres en los estados conservadores.
El último sondeo de Reuters señala que Donald Trump pasaría de haber tenido 12 puntos más de apoyo que Biden entre las mujeres blancas a tan sólo tres más que la actual vicepresidenta. Ese empuje femenino no se entiende sin el giro izquierdista de las más jóvenes. Así, la demócrata saca 25 puntos a Trump entre las que tienen 18-29 años y 34 puntos entre las de 18-39, según datos del Harvard Institute of Politics.
La mejora de Harris en ese segmento demográfico clave se debe a los ataques del expresidente contra el aborto y los derechos reproductivos, además de sus polémicas por abuso sexual y su condena por sobornar a una actriz porno. Casi un 50% de las mujeres creen que Harris mejorará su vida y que Trump la empeorará, según un sondeo del Pew Research Center.
Otro dato que debería poner nervioso a Donald Trump: en los siete estados donde se decidirán las elecciones —Nevada, Arizona, Wisconsin, Michigan, Georgia, Carolina del Norte y Pensilvania—, las mujeres han emitido el 55% de los votos frente al 45%, según Catalist. Esta disparidad de 10 puntos representa casi 1.4 millones de votos y podría estar alertando de un voto de castigo, que las encuestas no están reflejando.
El caso de Pensilvania (el estado-bisagra de los siete que más votos electorales aporta: 19) es ilustrativo. En las elecciones presidenciales de 2020, el 53% de las mujeres votó por Joe Biden en ese estado donde las encuestas no daban un claro ganador; por contra, el 48% de los hombres votó al presidente Trump.
Si añadimos a la ecuación el voto minoritario de la mujeres al republicano y el minoritario de los hombres al demócrata, la diferencia en favor de Biden fue de apenas 81,660 votos (1.20%), pero suficientes para llevarse los 19 votos electorales e inclinar la balanza para su victoria final.
Si se mantiene la brecha de género que anuncian las últimas encuestas, Harris debería ganar Pensilvania por 114,794 votos o 1,69%.
Es más, las mismas encuestas que hablan de una situación de empate entre los dos candidatos en los estados-bisagra avisan que puede haber un voto oculto de mujeres que no revelan su apoyo, pero que se inclinarían de última hora por la primera candidata presidencial mujer. Bastaría con que ese sector de mujeres blancas que votan tradicionalmente como su marido republicano, se rebelen y acudan en masa a las urnas para castigar al exmandatario que más ha dañado el derecho de las mujeres sobre su cuerpo y ya tiene en su currículum dos condenas por abuso sexual.
Si se cumple lo que empieza a ser un secreto a voces —el trasvase masivo de votos de mujeres blancas del bando republicano al demócrata—, la victoria estaría en manos de Kamala Harris.