Opinión

Democracia neopopulista

El presidente Donald Trump y la vicepresidenta Kamala Harris se dan la mano.
Donald Trump y Kamala Harris / X Donald Trump y Kamala Harris / X (La Crónica de Hoy)

Mañana los estadounidenses elegirán a su presidente para los próximos cuatro años. Este cambio de gobierno plantea escenarios inquietantes para la comunidad internacional, que observa impávida el ascenso al poder de líderes autoritarios, la mayor parte de ellos de tipo neopopulista, incluso en democracias que se consideraban consolidadas. Se están configurando nuevos equilibrios políticos que afectarán al planeta en su conjunto, teniendo como marco general las guerras en Ucrania y en Medio Oriente, además de las crecientes tensiones militares entre China y Taiwán, sin faltar los amagos de nuevos enfrentamientos a nivel global. La campaña presidencial estadounidense será recordada por la enorme polarización política que generó entre los electores, derivada en gran parte de la retórica xenófoba, machista, racista y autoritaria característica de Donald Trump. En tal contexto, se debe recordar el asalto al Capitolio, sede del Poder Legislativo de los EU, por parte de una turba de sus seguidores el 6 de enero de 2021, cuando el presidente saliente y derrotado fomentó una insurrección masiva para impedir una transición pacífica en la democracia más antigua de Norteamérica.

Ese día, cientos de individuos armados invadieron el Congreso, poniendo en riesgo la vida de los representantes, los senadores y el Vicepresidente. Cinco personas murieron durante los motines. El Capitolio fue liberado de los insurrectos y Joe Biden fue certificado como presidente esa misma noche. Sin embargo, el daño a la democracia estaba ya hecho. Pocos daban crédito a la posibilidad de que pudieran ocurrir autogolpes de Estado o protestas armadas contra elecciones democráticas. Donald Trump ha representado el mayor desafío contemporáneo de las nuevas formas de populismo a la democracia, siendo el último episodio de una forma peculiar de gobernar caracterizada por la emergencia de líderes que fracturan las instituciones cuando les incomodan, que deslegitiman a las oposiciones que no se rinden, que rechazan los resultados electorales si no les convienen y que proyectan sofisticadas formas para debilitar al sistema democrático.

De resultar electo, Trump representaría un problema de grandes proporciones, dado que encarna una nueva fase de la revolución conservadora que se está imponiendo como forma de gobierno en diferentes lugares del planeta. Una transformación política bajo la forma de un sistema neopopulista que utiliza a conveniencia los instrumentos que ofrecen los sistemas democráticos para conquistar el poder. Una característica que comparten estos sistemas es que, una vez en el poder, actúan para socavar la institucionalidad que les permitió conquistarlo. Hacen esto manipulando el malestar social que deriva de los escasos resultados que arroja la democracia tradicional y del desencanto por los viejos esquemas de la representación política.

La lógica del nuevo populismo, tanto en sus variantes de derecha como de izquierda, desemboca inevitablemente en el autoritarismo político, así como en estrategias sociales y económicas incoherentes, arbitrarias y escasamente meditadas. Estos regímenes comparten el apelo a la soberanía popular, la elaboración retórica o ideológicamente inconsistente del vacío significante del pueblo, la movilización de una parte social que se asume como la representación de la totalidad, así como su encarnación en un líder con el cual la población movilizada mantiene una relación emotiva. A esto se añade la construcción de una dicotomía amigo-enemigo como una frontera del antagonismo entre el pueblo abstractamente definido y su “contrario” identificado con las élites del poder y sus aliados.

El neopopulismo insiste en una noción fuerte de la política que muy frecuentemente se asocia con la idea del “poder constituyente” en oposición al “poder constituido”. Esta nueva modalidad política presenta estrategias y discursos a través de los cuales los gobernantes buscan una plena identificación entre el movimiento y su partido, con las instituciones del Estado. Es la emergencia de una nueva derecha que reacciona contra las transformaciones de nuestro tiempo a través de una revolución conservadora.

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